11 Abril 2014
CLORINDO TESTA. El artista arquitecto falleció el 11 de abril de 2013.
“…Me interesa que las obras transmitan algún mensaje. También me importa el espacio y la alegría de vivir de las cosas..”
Hace ya un año se fue un maestro, Clorindo Testa; sin embargo está presente a través de sus obras y de la impronta que dejó su personalidad en quienes lo conocimos. El pasado año recorriendo la intensa retrospectiva de su obra en el Centro Cultural Recoleta, en aquella gran sala aún se podían sentir los latidos de su espíritu vivo; una fuerza que sí trasciende.
Clorindo Testa hizo caso a esa poderosa fuerza testeana, la cual lo impulsaba a hacer; a vivir en un estado creativo, a expresarse con la autenticidad y elocuencia que redondea su producción artística. Él y su obra se mantuvieron fuera de las modas y estilos; nunca se traicionó a sí mismo. Fue un artista audaz, provocador, un creativo insaciable.
Lo recuerdo como un entusiasta optimista dueño de una arrolladora potencia creadora. Lo que estaba a su alcance era abarcado por su creatividad, siendo transformado lúcida y lúdicamente mediante un lenguaje propio, tan particular. Sus colores, telas, objetos; urbanismo, arquitectura y ciudad; intervenciones, instalaciones, esculturas, todo funcionaba como vehículo de su gran capacidad. El resultado: Arquitectura y Arte. Ambas como partes de un todo inseparable, ya que sus obras de arquitectura son muy plásticas y viceversa.
Su obra es alegre. Efectivamente, Testa se divertía. Colocaba sutilmente la ironía, tanto en su arte conceptual como en su arquitectura. Él realmente disfrutaba del proceso creativo. Tenía, a diario, un gran sentido del humor y eso se reflejaba auténticamente en sus obras. Cuando alguna idea “funcionaba”, él nos decía: “se ve bien, es divertido”. Transmitía aire fresco, ganas y entusiasmo, que luego era procesado.
Más allá de su candor, había en él un “Señor Arquitecto”, riguroso, estricto, y exigente como tal. Inspiraba respeto, “prologado” en su imagen personal, de sobriedad y elegancia. De rutina, impecable; un caballero de saco y corbata (en invierno, sobretodo y sombrero). Sus clásicos e infaltables anteojos, eran parte inseparable de ello. Metódico, de fuerte personalidad y carácter, se valía de una estricta disciplina. Solicitado del mundo de la cultura, se hacía tiempo siempre para cumplir prolijamente con sus compromisos varios. Como buen italiano le gustaban las pastas, charlar en ese idioma, y tomar café ristretto. Escapaba a los moldes y a lo preestablecido, pero teniendo un riguroso sentido del deber.
Clorindo te tuteaba, contaba anécdotas ocurrentes. Pero al momento de abordar el trabajo era de pocas palabras y reemplazaba cualquier explicación innecesaria por medio de sintéticos y magníficos croquis. No había margen de dudas. Con su mirada incisiva, uno ya sabía lo que él requería. Al principio me costó descifrar su grafismo, pero luego entendí su visión global de las cosas, y su maravillosa concepción del espacio.
En el sexto piso del edificio decimonónico de Santa Fe esquina Callao, funcionaba el Estudio Testa. Para mí era y será un faro en la ciudad de Buenos Aires. Desde lejos, podías ver la aguja de remate de la cúpula, y los alrededores del barrio adquirían un matiz de aquella luz. Toda la zona se hacía eco de esa usina creativa que era su estudio; en la vereda del frente el magnífico Ateneo parecía dialogar y potenciar aquello. En Avenida Santa Fe 1.821, el antiguo y elegante ascensor jaula te llevaba al piso seis, donde se abría un mundo especial y diferente.
En lo que respecta a mi experiencia personal, tuve el honor de trabajar en el Estudio Testa. El Estudio era mágico. Se convivía con objetos, instalaciones, esculturas, pinturas, maquetas, planos, etc. Se respiraba una atmósfera impregnada de él mismo. También tenía allí su taller de pintura.
Respecto a la plástica siempre me preguntaba: “… en qué estás trabajando ahora? ”, lo cual me motivaba a experimentar en cosas varias, y llevarle periódicamente una serie de trabajos a modo de seguimiento de obra, fue interesante y estimulante. A veces se detenía en alguna imagen que le disparaba cierto recuerdo y comenzaba a relatar algo ocurrente, y te hacía mirar todo desde otro lugar.
Del Estudio y su equipo de gente (Fontana, Lorenti ,Gra, y compañeros) conservo aún latentes, los mejores recuerdos y anécdotas, de una etapa maravillosa que vivirá en mi memoria.
Testa estaba comprometido con la vida, pulsión del verdadero artista. Él nunca se rindió respecto a sus propias convicciones estéticas y trabajó incansable hasta el fin, siendo un notable que se sostuvo único.
En lo personal, a un año de su muerte, aún me resisto a aceptar su ausencia. No sólo se fue él como individuo, sino que con él se va también una época: Mario R. Álvarez (1913-2011), Oscar Niemeyer (1907-2012),y Clorindo Testa (Nápoles,1923-Buenos Aires, 2013). Creo que Clorindo Testa supo conciliar su gran inteligencia con su aguda sensibilidad, aunadas en una personalidad entrañable. Fue un humanista Clásico y Moderno.
¡Muchas gracias por todo!
Hace ya un año se fue un maestro, Clorindo Testa; sin embargo está presente a través de sus obras y de la impronta que dejó su personalidad en quienes lo conocimos. El pasado año recorriendo la intensa retrospectiva de su obra en el Centro Cultural Recoleta, en aquella gran sala aún se podían sentir los latidos de su espíritu vivo; una fuerza que sí trasciende.
Clorindo Testa hizo caso a esa poderosa fuerza testeana, la cual lo impulsaba a hacer; a vivir en un estado creativo, a expresarse con la autenticidad y elocuencia que redondea su producción artística. Él y su obra se mantuvieron fuera de las modas y estilos; nunca se traicionó a sí mismo. Fue un artista audaz, provocador, un creativo insaciable.
Lo recuerdo como un entusiasta optimista dueño de una arrolladora potencia creadora. Lo que estaba a su alcance era abarcado por su creatividad, siendo transformado lúcida y lúdicamente mediante un lenguaje propio, tan particular. Sus colores, telas, objetos; urbanismo, arquitectura y ciudad; intervenciones, instalaciones, esculturas, todo funcionaba como vehículo de su gran capacidad. El resultado: Arquitectura y Arte. Ambas como partes de un todo inseparable, ya que sus obras de arquitectura son muy plásticas y viceversa.
Su obra es alegre. Efectivamente, Testa se divertía. Colocaba sutilmente la ironía, tanto en su arte conceptual como en su arquitectura. Él realmente disfrutaba del proceso creativo. Tenía, a diario, un gran sentido del humor y eso se reflejaba auténticamente en sus obras. Cuando alguna idea “funcionaba”, él nos decía: “se ve bien, es divertido”. Transmitía aire fresco, ganas y entusiasmo, que luego era procesado.
Más allá de su candor, había en él un “Señor Arquitecto”, riguroso, estricto, y exigente como tal. Inspiraba respeto, “prologado” en su imagen personal, de sobriedad y elegancia. De rutina, impecable; un caballero de saco y corbata (en invierno, sobretodo y sombrero). Sus clásicos e infaltables anteojos, eran parte inseparable de ello. Metódico, de fuerte personalidad y carácter, se valía de una estricta disciplina. Solicitado del mundo de la cultura, se hacía tiempo siempre para cumplir prolijamente con sus compromisos varios. Como buen italiano le gustaban las pastas, charlar en ese idioma, y tomar café ristretto. Escapaba a los moldes y a lo preestablecido, pero teniendo un riguroso sentido del deber.
Clorindo te tuteaba, contaba anécdotas ocurrentes. Pero al momento de abordar el trabajo era de pocas palabras y reemplazaba cualquier explicación innecesaria por medio de sintéticos y magníficos croquis. No había margen de dudas. Con su mirada incisiva, uno ya sabía lo que él requería. Al principio me costó descifrar su grafismo, pero luego entendí su visión global de las cosas, y su maravillosa concepción del espacio.
En el sexto piso del edificio decimonónico de Santa Fe esquina Callao, funcionaba el Estudio Testa. Para mí era y será un faro en la ciudad de Buenos Aires. Desde lejos, podías ver la aguja de remate de la cúpula, y los alrededores del barrio adquirían un matiz de aquella luz. Toda la zona se hacía eco de esa usina creativa que era su estudio; en la vereda del frente el magnífico Ateneo parecía dialogar y potenciar aquello. En Avenida Santa Fe 1.821, el antiguo y elegante ascensor jaula te llevaba al piso seis, donde se abría un mundo especial y diferente.
En lo que respecta a mi experiencia personal, tuve el honor de trabajar en el Estudio Testa. El Estudio era mágico. Se convivía con objetos, instalaciones, esculturas, pinturas, maquetas, planos, etc. Se respiraba una atmósfera impregnada de él mismo. También tenía allí su taller de pintura.
Respecto a la plástica siempre me preguntaba: “… en qué estás trabajando ahora? ”, lo cual me motivaba a experimentar en cosas varias, y llevarle periódicamente una serie de trabajos a modo de seguimiento de obra, fue interesante y estimulante. A veces se detenía en alguna imagen que le disparaba cierto recuerdo y comenzaba a relatar algo ocurrente, y te hacía mirar todo desde otro lugar.
Del Estudio y su equipo de gente (Fontana, Lorenti ,Gra, y compañeros) conservo aún latentes, los mejores recuerdos y anécdotas, de una etapa maravillosa que vivirá en mi memoria.
Testa estaba comprometido con la vida, pulsión del verdadero artista. Él nunca se rindió respecto a sus propias convicciones estéticas y trabajó incansable hasta el fin, siendo un notable que se sostuvo único.
En lo personal, a un año de su muerte, aún me resisto a aceptar su ausencia. No sólo se fue él como individuo, sino que con él se va también una época: Mario R. Álvarez (1913-2011), Oscar Niemeyer (1907-2012),y Clorindo Testa (Nápoles,1923-Buenos Aires, 2013). Creo que Clorindo Testa supo conciliar su gran inteligencia con su aguda sensibilidad, aunadas en una personalidad entrañable. Fue un humanista Clásico y Moderno.
¡Muchas gracias por todo!
Temas
Clorindo Testa
Lo más popular