11 Abril 2014
BUENOS AIRES.- El paro de actividades que se llevó a cabo en todo el país resultó ser algo más que un día para no ir a trabajar. Más allá de las adhesiones, la huelga simbolizó una jornada de protesta cargada de demandas por derecha y por izquierda, no sólo hacia la política de ajuste de Cristina Fernández y a la falta de respuestas, sino hacia toda la clase dirigente. En general, como para no tener que decir nada trascendente, los dirigentes de todo pelaje y color pusieron en discusión dos o tres temas de extremo palabrerío que no hacen al fondo de la cuestión.
Y en esos menesteres se prendieron con argumentos divergentes, pero casi calcados, Capitanich, Moyano, Barrionuevo, Macri, Massa y Sánz: si este fue o no un paro político, si la huelga del transporte fue para algunos una excusa y cuál es el rol de los piquetes como forma de protesta y coacción.
En realidad, la preocupación de esos actores fue disimular las solicitudes de los ciudadanos que hoy pasan por el profundo hastío hacia quienes no le resuelven ninguno de sus problemas del corto plazo y, sobre todo, no le muestran un horizonte que contenga sus ambiciones. En medio de todas estas broncas están los diferentes temores de la sociedad, que el Gobierno no sólo no puede resolver, sino que ha agravado: miedo a la inseguridad y a la violencia, al avance del narcotráfico, a que el dinero se diluya más rápido en el bolsillo, a la presión de los impuestos y las tarifas, a que pueda faltar el trabajo o a la degradación de los servicios públicos. Y si bien el sindicalismo opositor puede decir que ganó la pulseada, el Gobierno afirmar que las industrias trabajaron o la izquierda adjudicarse el ruido de los piquetes, no dejan de ser todos estupendos diagnósticos de ocasión. Lo más patético es que no parece que haya nadie dispuesto a tomar nota, por lo que hoy nada promete cambiar. Así, las broncas y los miedos seguirán como si nada. (DyN)
Y en esos menesteres se prendieron con argumentos divergentes, pero casi calcados, Capitanich, Moyano, Barrionuevo, Macri, Massa y Sánz: si este fue o no un paro político, si la huelga del transporte fue para algunos una excusa y cuál es el rol de los piquetes como forma de protesta y coacción.
En realidad, la preocupación de esos actores fue disimular las solicitudes de los ciudadanos que hoy pasan por el profundo hastío hacia quienes no le resuelven ninguno de sus problemas del corto plazo y, sobre todo, no le muestran un horizonte que contenga sus ambiciones. En medio de todas estas broncas están los diferentes temores de la sociedad, que el Gobierno no sólo no puede resolver, sino que ha agravado: miedo a la inseguridad y a la violencia, al avance del narcotráfico, a que el dinero se diluya más rápido en el bolsillo, a la presión de los impuestos y las tarifas, a que pueda faltar el trabajo o a la degradación de los servicios públicos. Y si bien el sindicalismo opositor puede decir que ganó la pulseada, el Gobierno afirmar que las industrias trabajaron o la izquierda adjudicarse el ruido de los piquetes, no dejan de ser todos estupendos diagnósticos de ocasión. Lo más patético es que no parece que haya nadie dispuesto a tomar nota, por lo que hoy nada promete cambiar. Así, las broncas y los miedos seguirán como si nada. (DyN)
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