Luchar y no conseguir nada

Luchar y no conseguir nada

Antes del Caso Verón no había nada. Argentina no contaba siquiera con una legislación que tipifique y condene la trata de personas. Pero la desaparición de Marita Verón obligó a que eso cambie.

El Senado de la Nación tuvo que ocuparse de sacar a la luz un delito incómodo que en algunos casos involucra incluso al poder político. Pero ni ese cambio de paradigma alcanzó para que esta mujer dejara de estar bajo esa figura -desaparecida- que se niega a salir de la historia argentina. Tampoco sirvió para disuadir a esas personas o redes de personas que se consideran capaces de desafiar al Estado sin temor a ser castigados. Micaela Verón, la hija de Marita, tiene 15 años y no está en Tucumán porque la amenazaron e intentaron secuestrarla, tal como lo denunció Susana Trimarco, su abuela, en el Palacio de Tribunales. Pero la seguridad de Micaela está garantizada por el Ministerio de Seguridad de la Nación y por Gendarmería Nacional ¿Es que acaso es tan poderoso el enemigo?

La pena cayó sobre los condenados por la Corte Suprema, pero después de que los jueces fijen la nueva caución que deberán pagar, la mayoría de ellos recuperará su libertad hasta que la sentencia quede firme; porque sus defensores adelantaron que apelarán este fallo ante la Justicia Federal. Hace 12 años que Trimarco pelea para encontrar a su hija, pero este juicio no se la devolvió y, quizás, nadie pueda asegurarle que podrá volver a abrazarla. A pesar de esto dice que persistirá en su lucha.

¿Qué se puede hacer en un país como este? Luchar para no desaparecer o mirar como si fuera que nada ocurre.

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