Por Ezequiel Fernández Moores
06 Abril 2014
A esta altura suena ingenuo creer que todo lo que le está sucediendo a Barcelona esté siendo casual. Una de dos: o, como cree el club, desde Madrid se han movido los hilos para ordenar los misiles o, caso contrario, la incompetencia de la actual dirigencia del club catalán está demoliendo la obra de una institución que, sólo un tiempo atrás, era considerada un modelo universal.
Primero fue el fisco descubriendo infracciones millonarias de Leo Messi. Y, luego, las investigaciones judiciales que desnudaron sumas ocultas -casi el doble de los 50 millones de euros que se habían pagado- en el fichaje de Neymar. Este segundo capítulo fue mucho más grave, porque además provocó la caída del presidente Sandro Rosell y su partida a Londres después del mensaje mafioso que significó el balazo en la cerradura de su vivienda, un tema que, pese a su gravedad, recibió un tratamiento mínimo, como si fuera tabú.
El último y nuevo capítulo de la crisis institucional de Barcelona apunta a un símbolo acaso más fuerte, por todo lo que significa. Hablamos de La Masía, la escuela de formación de jugadores más respetada del fútbol mundial, que la propia FIFA había premiado apenas unos años atrás, cuando eligió a la terna Messi-Andrés Iniesta-Xavi para el Balón de Oro y el club viajó a la Gala de Zurich con formadores y piezas claves de ese centro. Tres años más tarde, la misma FIFA acusa a Barcelona de vulnerar sus reglamentos en el fichaje de nueve menores de edad, lo obliga a regularizar la situación en un plazo de 90 días, lo multa con 500.000 euros y le prohíbe fichajes hasta 2015.
“Todos los modelos son perfeccionables. Si uno tuviese que guiarse por los resultados de Barcelona, no hay un modelo en el mundo como este. No hay otra institución con resultados tan contundentes”. Lo dijo el propio “Tata” Martino, consultado sobre el tema de La Masía horas antes del 3-1 “culé” sobre Betis. Y La Masía, agregamos desde acá, es mucho más que Messi-Iniesta-Xavi. Es mucho más que fútbol. (A esta altura, si Martino logra un título en medio de tanta tormenta y lesiones graves de jugadores claves, sería casi milagroso).
Martino, sin embargo, aceptó un posible error en el tema de La Masía al señalar: “todos los modelos son perfeccionables”. No lo hizo en cambio el vicepresidente del área social de Barcelona, Carles Vilarrubí, quien inclusive se declaró indignado porque la Federación Española de Fútbol (RFEF) no salió a apoyar el modelo que sirvió de base a la única Copa Mundial que ganó la selección roja en toda su historia, en Sudáfrica 2010. Vilarrubí eligió la victimización. Es un sentimiento compartido por muchísimos de los 109.000 socios habilitados para votar ayer la reforma del Camp Nou, a un costo de 600 millones de euros. Y también por el propio presidente Joseph María Bartomeu, quien dio por seguro que la sanción será levantada y dijo que Barcelona mantendrá su planificación para la próxima temporada, es decir, ignorando la prohibición de realizar fichajes impuesta por la FIFA.
“La Masía -llegó a decir Bartomeu- no se toca. Somos un ejemplo. Lucharemos por nuestro modelo, que es la esencia de nuestro club. Un modelo que nos llevó a liderar el fútbol mundial en la última década. Alguien quiere hacer daño al club y no pararemos contra esas personas, seremos implacables”, agregó. En ese mismo discurso, Bartomeu recordó que Barcelona también había sido acusado de doping. No dio más precisiones, pero esa acusación, que partió desde una radio madrileña, siempre fue vinculada a Real Madrid, a su presidente Florentino Pérez y a sus periodistas afines. Mis fuentes me anticipan que, acaso, se avecinen duras batallas entre los dos grandes de España. Otra vez, Barcelona eligiendo la victimización.
Tal vez sea cierto que los misiles sean lanzados desde algún sector concreto. Pero Barcelona no responde a la acusación central de la sanción: irregularidades en el fichaje de hasta 10 menores de edad extranjeros. El principal de ellos es Seung Woo Leo, un surcoreano de 16 años cuyo caso no cumple con ninguno de los tres puntos en los que el reglamento FIFA aceptaría el fichaje: 1) si los padres cambian su domicilio al nuevo país por razones no relacionadas al fútbol; 2) si la trasferencia es realizada dentro de la Unión Europea y el jugador tiene entre 16 y 18 años y 3) si el jugador vive a menos de 50 kilómetros de la frontera de la otra Federación y el club está a menos de la misma distancia. El pibe surcoreano, que estaba en la mira de Chelsea y Liverpool, firmó contrato hace algo más de una semana. Un contrato que, según afirma ahora la FIFA, vulnera los reglamentos.
Si hablamos estrictamente de fútbol, un dato de lo que significa La Masía como escuela de fútbol lo refleja como pocos el propio caso de Messi. Está claro que Leo es un tema aparte, pero su ubicación como falso 9 en el ataque de Barcelona sólo fue posible porque Messi, aseguran muchos testigos directos, llevaba ya muchos años en La Masía aprendiendo casi de memoria trabajos colectivos que, en su momento, impuso Pep Guardiola. Los brasileños Rivaldo primero y Ronaldinho después, ambos de enorme calidad, fracasaron sin embargo cuando Barcelona quiso moverlos a la posición de nueve mentiroso.
En La Masía tenían bien claro, más temprano que tarde, que Messi jugaría en ese puesto. Porque nadie definía como él. Y porque, además de su gran calidad, Messi tenía gol. Lo habían visto especialistas que, años antes, sí habían podido ver en Xavi al crack que otros observadores de renombre casi habían ignorado. ¿Cómo no recordar la anécdota del “profesor” Orio Tort, cuando sus acompañantes no veían nada especial en el gran volante de la selección española. “Ni tiro, ni regate, ni llegada. Ni siquiera tiene coraje o despliegue. Yo sólo le veo cabeza”, dijo a Tort a Lluis Pujol (Pujolet). “Justamente Lluis, el secreto del niño –le respondió Tort- está en su cabeza”. Vaya si acertó.
Messi, sabemos, llegó a Barcelona a los 13 años. No le fue fácil el alejamiento de la familia, lloró más de una vez en su habitación del hotel Plaza, en el barrio De Sants y sus padres propusieron la vuelta. Pero Messi ya sabía que, si deseaba ser el número uno, no alcanzaría únicamente con su talento. Para evitar la dureza del desarraigo, Barcelona sumó centros de formación fuera de España, uno de ellos en el predio en el que trabajó Boca durante décadas, La Candela, en San Justo. Pero algunos ajustes en el ya millonario presupuesto de 500 millones de euros que Barcelona destina a la cantera, frenaron algunos proyectos. Y Barcelona, por muy bien que los tratara luego en La Masía y los ayudara inclusive en su educación escolar, y tuviera el aval de UNICEF, vulneró reglamentos fichando a menores de edad. Acaso no es el único club que lo hace y por eso sorprende la sanción, pero el expediente de la FIFA, de 70 hojas, es lapidario. Y la dirigencia de Barcelona sólo busca a quién apuntará con el dedo acusándolo de todos sus males. No está a la altura del equipo que, pese a todo, sigue compitiendo bajo el liderazgo de Messi.
Primero fue el fisco descubriendo infracciones millonarias de Leo Messi. Y, luego, las investigaciones judiciales que desnudaron sumas ocultas -casi el doble de los 50 millones de euros que se habían pagado- en el fichaje de Neymar. Este segundo capítulo fue mucho más grave, porque además provocó la caída del presidente Sandro Rosell y su partida a Londres después del mensaje mafioso que significó el balazo en la cerradura de su vivienda, un tema que, pese a su gravedad, recibió un tratamiento mínimo, como si fuera tabú.
El último y nuevo capítulo de la crisis institucional de Barcelona apunta a un símbolo acaso más fuerte, por todo lo que significa. Hablamos de La Masía, la escuela de formación de jugadores más respetada del fútbol mundial, que la propia FIFA había premiado apenas unos años atrás, cuando eligió a la terna Messi-Andrés Iniesta-Xavi para el Balón de Oro y el club viajó a la Gala de Zurich con formadores y piezas claves de ese centro. Tres años más tarde, la misma FIFA acusa a Barcelona de vulnerar sus reglamentos en el fichaje de nueve menores de edad, lo obliga a regularizar la situación en un plazo de 90 días, lo multa con 500.000 euros y le prohíbe fichajes hasta 2015.
“Todos los modelos son perfeccionables. Si uno tuviese que guiarse por los resultados de Barcelona, no hay un modelo en el mundo como este. No hay otra institución con resultados tan contundentes”. Lo dijo el propio “Tata” Martino, consultado sobre el tema de La Masía horas antes del 3-1 “culé” sobre Betis. Y La Masía, agregamos desde acá, es mucho más que Messi-Iniesta-Xavi. Es mucho más que fútbol. (A esta altura, si Martino logra un título en medio de tanta tormenta y lesiones graves de jugadores claves, sería casi milagroso).
Martino, sin embargo, aceptó un posible error en el tema de La Masía al señalar: “todos los modelos son perfeccionables”. No lo hizo en cambio el vicepresidente del área social de Barcelona, Carles Vilarrubí, quien inclusive se declaró indignado porque la Federación Española de Fútbol (RFEF) no salió a apoyar el modelo que sirvió de base a la única Copa Mundial que ganó la selección roja en toda su historia, en Sudáfrica 2010. Vilarrubí eligió la victimización. Es un sentimiento compartido por muchísimos de los 109.000 socios habilitados para votar ayer la reforma del Camp Nou, a un costo de 600 millones de euros. Y también por el propio presidente Joseph María Bartomeu, quien dio por seguro que la sanción será levantada y dijo que Barcelona mantendrá su planificación para la próxima temporada, es decir, ignorando la prohibición de realizar fichajes impuesta por la FIFA.
“La Masía -llegó a decir Bartomeu- no se toca. Somos un ejemplo. Lucharemos por nuestro modelo, que es la esencia de nuestro club. Un modelo que nos llevó a liderar el fútbol mundial en la última década. Alguien quiere hacer daño al club y no pararemos contra esas personas, seremos implacables”, agregó. En ese mismo discurso, Bartomeu recordó que Barcelona también había sido acusado de doping. No dio más precisiones, pero esa acusación, que partió desde una radio madrileña, siempre fue vinculada a Real Madrid, a su presidente Florentino Pérez y a sus periodistas afines. Mis fuentes me anticipan que, acaso, se avecinen duras batallas entre los dos grandes de España. Otra vez, Barcelona eligiendo la victimización.
Tal vez sea cierto que los misiles sean lanzados desde algún sector concreto. Pero Barcelona no responde a la acusación central de la sanción: irregularidades en el fichaje de hasta 10 menores de edad extranjeros. El principal de ellos es Seung Woo Leo, un surcoreano de 16 años cuyo caso no cumple con ninguno de los tres puntos en los que el reglamento FIFA aceptaría el fichaje: 1) si los padres cambian su domicilio al nuevo país por razones no relacionadas al fútbol; 2) si la trasferencia es realizada dentro de la Unión Europea y el jugador tiene entre 16 y 18 años y 3) si el jugador vive a menos de 50 kilómetros de la frontera de la otra Federación y el club está a menos de la misma distancia. El pibe surcoreano, que estaba en la mira de Chelsea y Liverpool, firmó contrato hace algo más de una semana. Un contrato que, según afirma ahora la FIFA, vulnera los reglamentos.
Si hablamos estrictamente de fútbol, un dato de lo que significa La Masía como escuela de fútbol lo refleja como pocos el propio caso de Messi. Está claro que Leo es un tema aparte, pero su ubicación como falso 9 en el ataque de Barcelona sólo fue posible porque Messi, aseguran muchos testigos directos, llevaba ya muchos años en La Masía aprendiendo casi de memoria trabajos colectivos que, en su momento, impuso Pep Guardiola. Los brasileños Rivaldo primero y Ronaldinho después, ambos de enorme calidad, fracasaron sin embargo cuando Barcelona quiso moverlos a la posición de nueve mentiroso.
En La Masía tenían bien claro, más temprano que tarde, que Messi jugaría en ese puesto. Porque nadie definía como él. Y porque, además de su gran calidad, Messi tenía gol. Lo habían visto especialistas que, años antes, sí habían podido ver en Xavi al crack que otros observadores de renombre casi habían ignorado. ¿Cómo no recordar la anécdota del “profesor” Orio Tort, cuando sus acompañantes no veían nada especial en el gran volante de la selección española. “Ni tiro, ni regate, ni llegada. Ni siquiera tiene coraje o despliegue. Yo sólo le veo cabeza”, dijo a Tort a Lluis Pujol (Pujolet). “Justamente Lluis, el secreto del niño –le respondió Tort- está en su cabeza”. Vaya si acertó.
Messi, sabemos, llegó a Barcelona a los 13 años. No le fue fácil el alejamiento de la familia, lloró más de una vez en su habitación del hotel Plaza, en el barrio De Sants y sus padres propusieron la vuelta. Pero Messi ya sabía que, si deseaba ser el número uno, no alcanzaría únicamente con su talento. Para evitar la dureza del desarraigo, Barcelona sumó centros de formación fuera de España, uno de ellos en el predio en el que trabajó Boca durante décadas, La Candela, en San Justo. Pero algunos ajustes en el ya millonario presupuesto de 500 millones de euros que Barcelona destina a la cantera, frenaron algunos proyectos. Y Barcelona, por muy bien que los tratara luego en La Masía y los ayudara inclusive en su educación escolar, y tuviera el aval de UNICEF, vulneró reglamentos fichando a menores de edad. Acaso no es el único club que lo hace y por eso sorprende la sanción, pero el expediente de la FIFA, de 70 hojas, es lapidario. Y la dirigencia de Barcelona sólo busca a quién apuntará con el dedo acusándolo de todos sus males. No está a la altura del equipo que, pese a todo, sigue compitiendo bajo el liderazgo de Messi.
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