26 Marzo 2014
“MENTIROSO”. Vilte (a la izquierda) dijo que Lasi lo involucró falsamente. la gaceta / foto de diego aráoz (enviado especial)
“Es un infeliz y un mentiroso”. Daniel Vilte Laxi no perdió la oportunidad para descalificar a Gustavo Lasi, otro de los imputados por el doble crimen de las turistas francesas. Así lo hizo ayer, cuando declaró ante los jueces y reiteró que no tiene nada que ver con el caso.
La audiencia comenzó con la lectura de las casi 70 carillas de la elevación a juicio. Durante una hora y media, el secretario de la Sala II del Tribunal de Juicio, Javier Araníbar, enumeró las distintas pruebas que hay en contra de los cinco acusados.
La principal prueba que compromete a Vilte Laxi es la declaración de Gustavo Lasi, quien reconoció haber violado a Cassandre Bouvier y Houria Moumni, obligado por los otros dos acusados (el tercer imputado es Santos Vera).
De acuerdo con lo que Lasi había dicho durante la investigación (ayer optó por el silencio), el 15 de julio de 2011 había salido a cazar con la carabina calibre 22 de su padre y en el camino se encontró con Vera y Vilte Laxi, quienes estaban tomando mate cebado con alcohol (conocido en la zona como yerbiao). Juntos llegaron hasta el “Mirador” de la Quebrada de San Lorenzo, donde atacaron a las turistas francesas.
Vilte Laxi fue el único imputado que accedió a hablar ayer y a responder a las preguntas de los abogados. “El día que me detuvieron, el primero de agosto, yo estaba en la casa de mi abuela. La Policía me torturó para que me hiciera cargo. Después de escuchar tantas mentiras del infeliz este de Lasi, les pido que vean las pruebas. No hay nada”, afirmó el acusado.
A pesar de que vivió hasta los 17 años en San Lorenzo, y de que su abuela reside al pie de la Quebrada, Vilte Laxi aseguró que no conocía el lugar en el que fueron halladas las turistas francesas. “Jamás me junté con ninguno de los otros acusados”, afirmó.
El arma
La otra prueba contra Vilte Laxi es el testimonio de varios vecinos de San Lorenzo, quienes aseguraron que los días previos al doble crimen lo vieron buscando una pistola calibre 22 para comprar. “Un amigo de Córdoba me había pedido. Yo siempre andaba en el negocio de comprar y vender cosas, como intermediario”, explicó el imputado.
Según el relato del acusado, el amigo de Córdoba que le pedía que le consiguiera un arma es Mariano Ortega, y a quien iba a comprársela es a Daniel Rivadera. “El arma me la quería cobrar $ 600, le dije que era caro y me fui”, relató. De esa manera, negó haber concretado la operación, a pesar de que hay testigos que afirman que los días posteriores al crimen de las francesas trató de vender un revólver.
Cuando le exhibieron el arma plateada que secuestraron en una casa vecina a la vivienda de su abuela (y que el juez Martín Pérez adjudicó a Vilte Laxi), el acusado dijo que jamás la había visto. Ese revólver, según las pericias, fue el usado para matar a una de las francesas. “Yo ofrecía un 22 negro”, dijo. Además, aseguró que cuando estaba en la cárcel, fue a verlo a Lasi a su calabozo. “Me contó que la Brigada y la Policía le habían dicho que nos acuse a Vera y a mí”, sostuvo. Las diferencias entre los acusados son tales que al menos ocho hombres del Servicio Penitenciario hicieron una barrera para impedir que se acercaran entre ellos.
La audiencia comenzó con la lectura de las casi 70 carillas de la elevación a juicio. Durante una hora y media, el secretario de la Sala II del Tribunal de Juicio, Javier Araníbar, enumeró las distintas pruebas que hay en contra de los cinco acusados.
La principal prueba que compromete a Vilte Laxi es la declaración de Gustavo Lasi, quien reconoció haber violado a Cassandre Bouvier y Houria Moumni, obligado por los otros dos acusados (el tercer imputado es Santos Vera).
De acuerdo con lo que Lasi había dicho durante la investigación (ayer optó por el silencio), el 15 de julio de 2011 había salido a cazar con la carabina calibre 22 de su padre y en el camino se encontró con Vera y Vilte Laxi, quienes estaban tomando mate cebado con alcohol (conocido en la zona como yerbiao). Juntos llegaron hasta el “Mirador” de la Quebrada de San Lorenzo, donde atacaron a las turistas francesas.
Vilte Laxi fue el único imputado que accedió a hablar ayer y a responder a las preguntas de los abogados. “El día que me detuvieron, el primero de agosto, yo estaba en la casa de mi abuela. La Policía me torturó para que me hiciera cargo. Después de escuchar tantas mentiras del infeliz este de Lasi, les pido que vean las pruebas. No hay nada”, afirmó el acusado.
A pesar de que vivió hasta los 17 años en San Lorenzo, y de que su abuela reside al pie de la Quebrada, Vilte Laxi aseguró que no conocía el lugar en el que fueron halladas las turistas francesas. “Jamás me junté con ninguno de los otros acusados”, afirmó.
El arma
La otra prueba contra Vilte Laxi es el testimonio de varios vecinos de San Lorenzo, quienes aseguraron que los días previos al doble crimen lo vieron buscando una pistola calibre 22 para comprar. “Un amigo de Córdoba me había pedido. Yo siempre andaba en el negocio de comprar y vender cosas, como intermediario”, explicó el imputado.
Según el relato del acusado, el amigo de Córdoba que le pedía que le consiguiera un arma es Mariano Ortega, y a quien iba a comprársela es a Daniel Rivadera. “El arma me la quería cobrar $ 600, le dije que era caro y me fui”, relató. De esa manera, negó haber concretado la operación, a pesar de que hay testigos que afirman que los días posteriores al crimen de las francesas trató de vender un revólver.
Cuando le exhibieron el arma plateada que secuestraron en una casa vecina a la vivienda de su abuela (y que el juez Martín Pérez adjudicó a Vilte Laxi), el acusado dijo que jamás la había visto. Ese revólver, según las pericias, fue el usado para matar a una de las francesas. “Yo ofrecía un 22 negro”, dijo. Además, aseguró que cuando estaba en la cárcel, fue a verlo a Lasi a su calabozo. “Me contó que la Brigada y la Policía le habían dicho que nos acuse a Vera y a mí”, sostuvo. Las diferencias entre los acusados son tales que al menos ocho hombres del Servicio Penitenciario hicieron una barrera para impedir que se acercaran entre ellos.