20 Marzo 2014
EN EL SAN MARTÍN. García (de corbata), frente al teatro junto a los percusionistas Quinteros, Reynoso y Martín. la gaceta / foto de hector peralta
“La percusión es la alfombra sobre la que transita toda la Banda. Una fila que funciona como una gran batería tocada por ocho músicos”, define Álvaro García.
“Somos un relojito y eso lo transmitimos al resto”, apunta José Reynoso.
“Nos pasamos cada concierto concentrados, contando compases”, explica Raúl Martín. “Como un motor”, resume Juan Quinteros.
Quedó dicho: la sección de percusionistas es un pequeño mundo dentro del universo de la Banda Sinfónica de la Provincia. En ese esquema en el que cada pieza debe ajustarse con armonía, ellos marcan el ritmo. Laten regando de notas el corazón de los 80 músicos conducidos por García. Hoy trabajarán a pleno, porque la Banda ofrecerá el concierto de apertura de la temporada y el repertorio -exigente- los pondrá a prueba.
“Todo tiene un ritmo, en la música y en la vida -sostiene Reynoso-. Si te fijás, cuando camina o cuando corre la gente lo hace a un ritmo determinado. La percusión es así”. Curiosa historia la de Reynoso. Trabajó durante 17 años en el antiguo Banco de la Provincia, y cuando se produjo la privatización le dieron a elegir: pase a la administración pública o retiro anticipado. Optó por el primer camino, y de la mano de sus inquietudes como baterista aterrizó en la Banda. “Toqué con el grupo Manada, con Blas García, con Leo Dan, con Fernando de Madariaga, con Mariquita Gallegos...”, enumera. Y podría seguir.
Distinto fue el recorrido de Quinteros y de Martín. Egresaron del Conservatorio y accedieron a la Banda por concurso, un recorrido paralelo que se extiende a la docencia. A Quinteros lo seduce el jazz. Admirador de Miles Davis, subraya sus trabajos junto a Pancho González, Julio Goytía, Pancho Trejo... “Debo haber tocado con casi todos los músicos de jazz de Tucumán”, advierte. Martín batió parches rockeros en la adolescencia y hoy está volcado a enseñar.
Terminó la sesión de fotos y mientras la charla fluye en el foyer del teatro San Martín llega, apurado, Fernando Coviella. Es el más novato de la fila de percusionistas: ingresó en 2012 a la Banda y todavía es alumno del Conservatorio. Mientras tanto, va delineando su perfil en el Ensamble Balsámico.
Ese cruce de edades y de formaciones es un rasgo de la Banda que García destaca. Mantener la motivación, el respeto y la buena onda en un grupo de 80 músicos es una empresa tan compleja como la ejecución de una partitura intrincada. Ese fue su primer objetivo; después fueron apareciendo los desafíos artísticos.
“Nos toca presentarnos en actos oficiales, dar conciertos didácticos y recorrer la provincia, además de los programas que preparamos para el teatro. Cada años nos planteamos nuevas metas, con responsabilidad, y el crecimiento va acompañado por mayores exigencias y requerimientos técnicos. Los músicos lo entienden, así que estudian y se esfuerzan”, indica el director. Está claro que la calidad es hija del sudor y del ensayo.
El año pasado, cuando actuaron junto a Popi Quintero, tuvieron que cerrar la puerta del teatro y cientos de espectadores se quedaron afuera. Momentos que enorgullecen a la Banda, pero a la vez obligan a sus miembros a potenciar la capacitación, a mantenerse unidos. Es extenso el arco temático que recorren -obras clásicas, folclore, jazz, tango, piezas populares-; es tiempo de recibir directores invitados, tal vez de mostrarse ante otros públicos. El mayor pecado sería perder el ritmo.
“Somos un relojito y eso lo transmitimos al resto”, apunta José Reynoso.
“Nos pasamos cada concierto concentrados, contando compases”, explica Raúl Martín. “Como un motor”, resume Juan Quinteros.
Quedó dicho: la sección de percusionistas es un pequeño mundo dentro del universo de la Banda Sinfónica de la Provincia. En ese esquema en el que cada pieza debe ajustarse con armonía, ellos marcan el ritmo. Laten regando de notas el corazón de los 80 músicos conducidos por García. Hoy trabajarán a pleno, porque la Banda ofrecerá el concierto de apertura de la temporada y el repertorio -exigente- los pondrá a prueba.
“Todo tiene un ritmo, en la música y en la vida -sostiene Reynoso-. Si te fijás, cuando camina o cuando corre la gente lo hace a un ritmo determinado. La percusión es así”. Curiosa historia la de Reynoso. Trabajó durante 17 años en el antiguo Banco de la Provincia, y cuando se produjo la privatización le dieron a elegir: pase a la administración pública o retiro anticipado. Optó por el primer camino, y de la mano de sus inquietudes como baterista aterrizó en la Banda. “Toqué con el grupo Manada, con Blas García, con Leo Dan, con Fernando de Madariaga, con Mariquita Gallegos...”, enumera. Y podría seguir.
Distinto fue el recorrido de Quinteros y de Martín. Egresaron del Conservatorio y accedieron a la Banda por concurso, un recorrido paralelo que se extiende a la docencia. A Quinteros lo seduce el jazz. Admirador de Miles Davis, subraya sus trabajos junto a Pancho González, Julio Goytía, Pancho Trejo... “Debo haber tocado con casi todos los músicos de jazz de Tucumán”, advierte. Martín batió parches rockeros en la adolescencia y hoy está volcado a enseñar.
Terminó la sesión de fotos y mientras la charla fluye en el foyer del teatro San Martín llega, apurado, Fernando Coviella. Es el más novato de la fila de percusionistas: ingresó en 2012 a la Banda y todavía es alumno del Conservatorio. Mientras tanto, va delineando su perfil en el Ensamble Balsámico.
Ese cruce de edades y de formaciones es un rasgo de la Banda que García destaca. Mantener la motivación, el respeto y la buena onda en un grupo de 80 músicos es una empresa tan compleja como la ejecución de una partitura intrincada. Ese fue su primer objetivo; después fueron apareciendo los desafíos artísticos.
“Nos toca presentarnos en actos oficiales, dar conciertos didácticos y recorrer la provincia, además de los programas que preparamos para el teatro. Cada años nos planteamos nuevas metas, con responsabilidad, y el crecimiento va acompañado por mayores exigencias y requerimientos técnicos. Los músicos lo entienden, así que estudian y se esfuerzan”, indica el director. Está claro que la calidad es hija del sudor y del ensayo.
El año pasado, cuando actuaron junto a Popi Quintero, tuvieron que cerrar la puerta del teatro y cientos de espectadores se quedaron afuera. Momentos que enorgullecen a la Banda, pero a la vez obligan a sus miembros a potenciar la capacitación, a mantenerse unidos. Es extenso el arco temático que recorren -obras clásicas, folclore, jazz, tango, piezas populares-; es tiempo de recibir directores invitados, tal vez de mostrarse ante otros públicos. El mayor pecado sería perder el ritmo.
Lo más popular