Por Irene Benito
16 Marzo 2014
Los ascensos y las designaciones discrecionales nutren la santa indignación de los Tribunales, institución donde el compromiso con la justicia no ha llegado a aniquilar la potestad que distribuye privilegios en función del lazo de sangre y de amistad, y del intercambio de favores. La celebración de concursos para el acceso a las ayudantías (cargo inicial) y, eventualmente, a otros puestos jerárquicos, y el establecimiento de un régimen de promoción regido por parámetros objetivos (entrará en vigor en abril) son avances que disimulan la pervivencia de un incurable nepotismo.
La inmensa mayoría de los jueces está atrapada en la confusión de la vida familiar con la institucional. Pero la comunidad judicial crucifica a René Goane, vocal decano de la Corte de Tucumán. Entre 1991 -cuando regresó al cuerpo- y el presente, Goane consiguió ubicar a buena parte de su prole en el Tribunal de Cuentas (Bernardo Goane), en la Junta Electoral (Lourdes Goane), en la Fiscalía de Estado (Esteban Ignacio Goane), en la oficina local del Ministerio Público de la Defensa de la Nación (Javier Goane) y en el mismísimo Poder Judicial (José Francisco y Santiago Goane).
En el foro agregan que la vocación del vocal decano por emplear a su parentela en el Estado benefició también a sobrinos -Julio Goane, por ejemplo, trabaja en la Dirección de Sistemas de la Justicia- y a familiares de su esposa, Mercedes Aiquel -una hermana de esta, María Patricia Aiquel, se desempeña como secretaria del Cuerpo de Peritos Médicos Oficiales-. Los jueces del nepotismo sugieren que Goane sentó varios precedentes, como la inclusión de su primogénito y homónimo en el listado de conjueces de la Justicia provincial; la designación provisoria de Carolina Ledesma Padilla -esposa de Javier Goane- al frente de la Secretaría Administrativa (luego el cargo fue concursado, pero la nuera de Goane retuvo la condición de secretaria de la Corte) y la entrega de una de sus relatorías a su hijo José Francisco, acto con el que Goane padre contradijo su -saludable- postura contraria a que otros juzgadores compartan ámbitos de trabajo con sus respectivos retoños. La nuera y el hijo relator ocupan las posiciones mejor remuneradas de Tribunales, con sueldos que superan la retribución de un juez de primera instancia y hasta -en el caso de la relatoría- se comparan con el emolumento que percibe un camarista.
La práctica del nombramiento a dedo posibilitó la designación de Santiago Goane como ayudante judicial en el Juzgado de Paz de El Manantial, el 3 de abril de 2013. Como si fuese una ínsula de discrecionalidad, la Justicia de Paz permanece fuera del alcance de la Acordada 1.029, que dispone el acceso por concurso a las ayudantías a partir de febrero de 2011. En las altas esferas de la Corte relativizan esta dualidad o doble discurso, pero no niegan que el ingreso a la Justicia de Paz luego pueda dar pie a un traslado a los Tribunales ordinarios y, de ese modo, vulnerar el mecanismo de ingreso fundado en la igualdad de oportunidades que en 2010 y 2014 atrajo respectivamente a 19.550 y 13.728 interesados.
Litigantes y judiciales coinciden en apuntar que Goane batió un récord en la historia de los nombramientos discrecionales cuando en 2012 ascendió a relator de la Corte -el cargo más alto del escalafón- a Santiago Lemme Viaña, un abogado recién recibido que había entrado a Tribunales dos años antes como ayudante. Entonces nadie recordaba una ruptura del cursus honorum de ese tenor y la aversión cundió por el palacio. Pero la santa indignación no hizo mella en el promotor del polémico nombramiento, que el 5 de marzo pasado volvió a conseguir que la Corte (con su voto, y los de Antonio Estofán y Daniel Posse) avale el ascenso -en principio interino- de otro de sus bendecidos, Alfredo De Santis, como relator de Luis De Mitri, el ministro público con renuncia requerida por la Anses. Es vox pópuli que De Santis no tiene antecedentes para el cargo -hasta los pares de Goane lo admiten-, pero los compromisos internos prevalecieron de nuevo en favor del vocal decano y en perjuicio del mérito. ¿Alguien se animará alguna vez a reglamentar la cultura nepotista en el Poder Judicial?
La inmensa mayoría de los jueces está atrapada en la confusión de la vida familiar con la institucional. Pero la comunidad judicial crucifica a René Goane, vocal decano de la Corte de Tucumán. Entre 1991 -cuando regresó al cuerpo- y el presente, Goane consiguió ubicar a buena parte de su prole en el Tribunal de Cuentas (Bernardo Goane), en la Junta Electoral (Lourdes Goane), en la Fiscalía de Estado (Esteban Ignacio Goane), en la oficina local del Ministerio Público de la Defensa de la Nación (Javier Goane) y en el mismísimo Poder Judicial (José Francisco y Santiago Goane).
En el foro agregan que la vocación del vocal decano por emplear a su parentela en el Estado benefició también a sobrinos -Julio Goane, por ejemplo, trabaja en la Dirección de Sistemas de la Justicia- y a familiares de su esposa, Mercedes Aiquel -una hermana de esta, María Patricia Aiquel, se desempeña como secretaria del Cuerpo de Peritos Médicos Oficiales-. Los jueces del nepotismo sugieren que Goane sentó varios precedentes, como la inclusión de su primogénito y homónimo en el listado de conjueces de la Justicia provincial; la designación provisoria de Carolina Ledesma Padilla -esposa de Javier Goane- al frente de la Secretaría Administrativa (luego el cargo fue concursado, pero la nuera de Goane retuvo la condición de secretaria de la Corte) y la entrega de una de sus relatorías a su hijo José Francisco, acto con el que Goane padre contradijo su -saludable- postura contraria a que otros juzgadores compartan ámbitos de trabajo con sus respectivos retoños. La nuera y el hijo relator ocupan las posiciones mejor remuneradas de Tribunales, con sueldos que superan la retribución de un juez de primera instancia y hasta -en el caso de la relatoría- se comparan con el emolumento que percibe un camarista.
La práctica del nombramiento a dedo posibilitó la designación de Santiago Goane como ayudante judicial en el Juzgado de Paz de El Manantial, el 3 de abril de 2013. Como si fuese una ínsula de discrecionalidad, la Justicia de Paz permanece fuera del alcance de la Acordada 1.029, que dispone el acceso por concurso a las ayudantías a partir de febrero de 2011. En las altas esferas de la Corte relativizan esta dualidad o doble discurso, pero no niegan que el ingreso a la Justicia de Paz luego pueda dar pie a un traslado a los Tribunales ordinarios y, de ese modo, vulnerar el mecanismo de ingreso fundado en la igualdad de oportunidades que en 2010 y 2014 atrajo respectivamente a 19.550 y 13.728 interesados.
Litigantes y judiciales coinciden en apuntar que Goane batió un récord en la historia de los nombramientos discrecionales cuando en 2012 ascendió a relator de la Corte -el cargo más alto del escalafón- a Santiago Lemme Viaña, un abogado recién recibido que había entrado a Tribunales dos años antes como ayudante. Entonces nadie recordaba una ruptura del cursus honorum de ese tenor y la aversión cundió por el palacio. Pero la santa indignación no hizo mella en el promotor del polémico nombramiento, que el 5 de marzo pasado volvió a conseguir que la Corte (con su voto, y los de Antonio Estofán y Daniel Posse) avale el ascenso -en principio interino- de otro de sus bendecidos, Alfredo De Santis, como relator de Luis De Mitri, el ministro público con renuncia requerida por la Anses. Es vox pópuli que De Santis no tiene antecedentes para el cargo -hasta los pares de Goane lo admiten-, pero los compromisos internos prevalecieron de nuevo en favor del vocal decano y en perjuicio del mérito. ¿Alguien se animará alguna vez a reglamentar la cultura nepotista en el Poder Judicial?