13 Marzo 2014
“Francisco ha movilizado no sólo con palabras sino también con su testimonio de vida el corazón de los católicos y no católicos. Muestra una forma de ser Iglesia muy particular. Me pregunto de dónde sale esta forma de ser Papa, de presentar la iglesia, no solamente desde la persona, que es Jorge Mario, sino más allá. Y creo que viene de lo que él representa, la iglesia joven, la iglesia latinoamericana, la que nosotros soñamos y deseamos y la que está reflejada en documentos como el de Aparecida, que es casi un retrato del papa Francisco de Puebla también”, afirma monseñor José María Rossi, obispo de Concepción.
“Cuando los cardenales eligen a Bergoglio Papa no solamente miran a la persona, recordemos que Bergoglio ya era un anciano, sino al representante de una iglesia joven y misionera que busca ser auténtica, preocupada no sólo por el aspecto espiritual sino también por el aspecto social de la fe. Una iglesia misionera que exige, como lo dijo el Papa, no quedarnos encerrados adentro sino ir a buscar a los hermanos, llevar la iglesia hasta el último rincón del mundo”, remarca el prelado, quien concelebró una misa con Bergoglio en la Catedral de Concepción, en agosto de 2008. El entonces arzobispo de Buenos Aires compartió tres días de inolvidable retiro con los sacerdotes de la diócesis.
“Todo esto, junto con la autenticidad de sus gestos -él siempre se comportó de la misma manera, sencillo y directo- conquistó a todo el mundo. Pero hay dos cosas nuevas en esta etapa de Bergoglio que antes no eran visibles: la primera es la alegría que tiene, la sonrisa de oreja de oreja -antes era un hombre muy serio- y en segundo lugar la vitalidad, ese estilo vital, esa fuerza que deja traslucir. Sin duda es la fuerza del Espíritu Santo. Es como si hubiera encontrado su lugar en el mundo. Tiene toda la alegría y la fuerza, como si Dios lo hubiera venido preparando para esto durante toda la vida”.
“Cuando los cardenales eligen a Bergoglio Papa no solamente miran a la persona, recordemos que Bergoglio ya era un anciano, sino al representante de una iglesia joven y misionera que busca ser auténtica, preocupada no sólo por el aspecto espiritual sino también por el aspecto social de la fe. Una iglesia misionera que exige, como lo dijo el Papa, no quedarnos encerrados adentro sino ir a buscar a los hermanos, llevar la iglesia hasta el último rincón del mundo”, remarca el prelado, quien concelebró una misa con Bergoglio en la Catedral de Concepción, en agosto de 2008. El entonces arzobispo de Buenos Aires compartió tres días de inolvidable retiro con los sacerdotes de la diócesis.
“Todo esto, junto con la autenticidad de sus gestos -él siempre se comportó de la misma manera, sencillo y directo- conquistó a todo el mundo. Pero hay dos cosas nuevas en esta etapa de Bergoglio que antes no eran visibles: la primera es la alegría que tiene, la sonrisa de oreja de oreja -antes era un hombre muy serio- y en segundo lugar la vitalidad, ese estilo vital, esa fuerza que deja traslucir. Sin duda es la fuerza del Espíritu Santo. Es como si hubiera encontrado su lugar en el mundo. Tiene toda la alegría y la fuerza, como si Dios lo hubiera venido preparando para esto durante toda la vida”.
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