De la tormentosa devaluación a una incipiente calma cambiaria

De la tormentosa devaluación a una incipiente calma cambiaria

09 Marzo 2014

Eduardo Robinson - Economista

Tras la significativa devaluación de enero pasado, cuando el peso cayó un 23%, en relación al dólar, el relajamiento del cepo cambiario para la adquisición de divisas, y la fuerte suba de tasas de interés, el mercado cambiario luce más estable. En efecto, la cotización oficial se mantiene estancada alrededor de $8, mientras que la brecha que se verifica en el paralelo, ha venido reduciéndose en las últimas semanas hasta alcanzar un mínimo del 34%, porcentaje que no se verificaba desde hace 15 meses. La pregunta inmediata es: ¿se sostendrá la calma?

Para responder el interrogante conviene tener en cuenta los principales pilares en los que se basa la remozada política macroeconómica. El Banco Central lleva adelante una política monetaria contractiva. Esto es, absorbe pesos excedentes mediante la colocación de letras, que ofrece a cambio de una jugosa tasa de interés. Esta política lleva a encarecer el crédito, puesto que los bancos encuentran más rentable destinar recursos a la compra de letras que emite el Banco Central que a prestar a las personas y a los sectores productivos. El crédito, que siempre tiene un componente de riesgo, compite con prestarle al Banco Central a tasas muy altas y con bajo riesgo, y a las personas y empresas que presentan riesgos crediticios. No lo dudan, optan por colocarlos en el Banco Central. A su vez, la suba de tasas alienta a que los ahorristas mantengan sus excedentes en pesos. Con lo cual, entre invertir en determinada actividad, que exige esfuerzo e implica asumir riesgos, se destinan los recursos a colocaciones a plazo fijo que tienen buenos rendimientos y con muy bajo riesgo.

Como se ve, la contracara de la tranquilidad que muestra la cotización del dólar es el encarecimiento del crédito, el enfriamiento de la economía, la caída del salario real y el endeudamiento del Banco Central, puesto que tiene que remunerar los instrumentos financieros que emite. Por lo tanto, es claro que sólo se avanza con la restricción monetaria para evitar que la crisis se agudice. Pero, el problema es que no se ataca el otro flanco de la política económica, el fiscal. El más complicado para un gobierno que no ha reconocido restricciones presupuestarias en más de diez años de gestión. De hecho la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central de marzo de 2012, tuvo como principal objetivo despojar de independencia a la autoridad monetaria, volverla un mero apéndice del Poder Ejecutivo, y ahí están las consecuencias. El deterioro del poder adquisitivo.

Lo que sucede en estos momentos es que se acabaron las fuentes de financiamiento. Ese es el problema de fondo que tiene hoy por hoy la economía. Bajar el gasto público es complejo, puesto que involucra un sistema de subsidios a las tarifas públicas que no es simple desarticular, que requiere tiempo y que no es del todo recomendable en una situación de desaceleración de la actividad económica. La presión fiscal es elevada, con lo cual no puede seguirse incrementando sin provocar mayores daños al sector productivo y a las familias, la emisión de moneda, pese a que el Ministerio de Economía, lo niega, alienta la inflación, con lo cual, el gobierno el principal problema que afronta es cómo resolver el financiamiento en un esquema de astringencia monetaria.

Las perspectivas

En este contexto, el aspecto positivo es que las perspectivas de la cosecha gruesa son alentadoras. Se estima que la cosecha de soja alcanzará los 53 millones de toneladas y los precios se mantienen elevados, con lo cual el mercado descuenta un importante ingreso de divisas, entre fines de marzo y hasta bien entrado el invierno. Este factor contribuye a mantener estable la cotización del dólar.

Sin embargo, como se dijo, la gran duda es cómo cierran las cuentas públicas sin financiamiento y en un periodo de tensas paritarias. Los empleados en relación de dependencia necesitan recomponer el poder adquisitivo de sus podados salarios, pero si son empleados estatales, el gobierno no puede convalidar aumentos superiores al 30% puesto que estaría abriendo las compuertas para elevar el gasto público que exigiría tirar por la borda el torniquete que se aplica a la expansión monetaria. Con lo cual no se enfriaría la economía, la inflación no se moderaría y habría, entonces, que pensar nuevamente en acelerar la devaluación para mantener estable el tipo de cambio real. Si se trata de paritarias en el sector privado, las perspectivas de cierta desaceleración de la actividad económica, ponen un techo a los potenciales incrementos. De esta forma, el salario real debe bajar, como requisito para mantener estabilizado el tipo de cambio.

Con lo cual, la moderación en las fluctuaciones del dólar que se ha visto en el último mes, tiene como condicionante primordial, lo que haga el gobierno en materia fiscal, concretamente en cómo decidirá financiar el exceso de gasto público que lleva a un desequilibrio del orden del 3% del PBI. ¿Emitirá deuda?, ¿a qué costo?, ¿bajará la tasa de incremento del gasto público?, ¿cómo?, ¿al costo de enfriar la economía?

A más emisión habrá que subir más las tasas de interés, puesto que será más costoso el proceso de esterilización, es decir, de colocación de títulos, esto llevará a un incremento del costo de endeudamiento del Banco Central, lo que se denomina déficit cuasifiscal, de lo contrario volverán con fuerza las presiones devaluatorias.

Lo hecho en materia de política económica en el primer bimestre de año, es atribuible a la nueva conducción de la autoridad monetaria, a partir de ahora es el Ministerio de Economía el que tiene que hacer los deberes. Si el desequilibrio en las cuentas públicas se prorroga, es poco probable que no vuelvan las turbulencias en el mercado cambiario.

Publicidad
Comentarios