Vale la pena intentar
Una mujer relató angustiada a sus amigas que la empleada que la ayuda con los quehaceres de la casa, le pidió tres días para no ir a trabajar. Su hermano había intentado suicidarse por la droga y su madre, que le cuidaba a su hijito de cuatro años, tenía que llevarlo a Entre Ríos e internarlo allí para su rehabilitación. “En Tucumán no hay nada que se pueda hacer por él”, le dijo la joven. “Cuando mi mamá entró al baño él estaba colgado, moribundo. Lo salvó por segundos. Él consume hace años, ‘paco’, cocaína y otras porquerías; no sabe usted la cantidad de chicos adictos en mi barrio, y si no lo sacamos de allí, no habrá nada que hacer”. Lapidario. La señora esperó unos minutos para contestar: la angustia y el llanto se le juntaron en la garganta. ¿Será posible que en Tucumán no exista un centro de internación para rehabilitar a estos chicos? Tantas vidas truncadas; tantos proyectos que no se harán realidad nunca. Hace poco me enteré de que hay una ley , la 23.373, por la que la Nación se hace cargo del financiamiento y hasta de los equipos técnicos, si fueran necesarios, para las provincias decididas a instalar centros para las adicciones. ¿Por qué Tucumán no echa mano a ese salvavidas? Es para las “madres del dolor”, las madres del “paco”, y tantas otras que imploran para que el Gobierno de la provincia se ocupe de este flagelo y las ayude a salvar la vida de sus hijos. Busqué en internet el texto de la ley, y en el artículo 43, dice: “el Estado nacional asistirá económicamente a las provincias que cuenten o contaren en el futuro con centros públicos de recuperación de los adictos a los estupefacientes. El Poder Ejecutivo nacional incluirá anualmente en el presupuesto nacional una partida destinada a tales fines. Asimismo proveerá de asistencia técnica a dichos centros”. ¿Qué estamos esperando? También se ha informado que Tucumán no hizo ningún pedido ni un llamado telefónico a la Nación para obtener el beneficio. El tema del tratamiento es serio y de larga duración, por lo que económicamente es inviable pagarlo con el bolsillo popular. Ahí es donde entra el Estado y es su obligación. A la par, creando espacios en los barrios con talleres laborales, centros deportivos y de recreación, y consultorios especializados. Vale la pena intentar. 

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