Ensayo
VIGILANCIA LÍQUIDA
ZYGMUNT BAUMAN Y DAVID LYON
(Paidós- Buenos Aires)
Zygmunt Bauman (Poznan, Polonia, 1925) está lejos, muy lejos de ser un gurú y tampoco lo pretende, por cierto. No es el portador de las mejores respuestas a las peores preguntas. No constan en él verdades reveladas, ni predilecciones luminosas, ni nada por el estilo, pero constan, y de un modo copioso, lecturas, bosquejos, hipótesis, que ayudan a pensar hasta lo más complejo e impensable del curso de las sociedades y de la vida misma. Del mismo modo que el francés Gilles Lipovetsky se erigió en un exquisito fenomenólogo de finales del siglo XX en general y de la llamada posmodernidad en particular (La era del vacío, El imperio de lo efímero, Felicidad paradójica, etcétera), Bauman es el gran etnólogo de este tramo del siglo XXI.
En efecto, Bauman, el constructor de una noción en apariencia ocurrente pero en rigor de enorme profundidad y utilidad, tal es la noción de la modernidad líquida (entendido lo líquido como flexible, mutable, versátil y demás), que en su vasta obra ofrece imperdibles textos del tipo de Todo lo sólido se desvanece en el aire, Amor líquido, Tiempos líquidos, entre otros, ahora se mete en la noción de vigilancia, comparte la lupa con David Lyon (profesor de Sociología de la Queen´s University) y de tal suerte se consuma un fecundo contrapunto que tiene como uno de sus ejes el post panóptico de Michel Foucault. Así como Foucault supo poner negro sobre blanco en las formas clásicas de vigilancia y control, Bauman postula que la modernidad se ha licuado y que han emergido nuevas formas de control. Lyon, entonces, propone examinar los alcances de las redes sociales y allí advienen unas cuantas observaciones interesantes. Sólo por ser mencionadas algunas: que Internet, que no está pensada para olvidar, invita al disfrute de no tener secretos (Lyon: “el miedo a ser observado ha sido vencido por la alegría de ser noticia”), que en alguna medida Internet fomenta una “servidumbre voluntaria”, que asistimos al fin de la indivisibilidad y la autonomía, y que red y comunidad no son equivalentes, desde el momento que una red nos ofrece seguridad, mas no libertad, y viceversa. Al respecto, Bauman desliza una distinción inquietante: dice que las redes sociales son productos de la fragmentación social. Otro tópico en el que el diálogo se puebla de ideas dignas de ser exploradas es el del consumo. Del consumo en tanto inversión. Consumo no tanto como búsqueda de placer sino como búsqueda de pertenencia. Al parecer, ser parte de una sociedad de consumidores es agotador pero al tiempo es inevitable, habida cuenta de que el consumo supone una inversión destinada al valor social y a la autoestima.
Con todo, si bien algunos diagnósticos de Bauman y su no menos agudo interlocutor pueden conducir al desánimo, el sabio anciano polaco concluye abriendo una puerta indispensable. Entiende, Bauman, que no todo está perdido y eso porque la esperanza es la condición constitutiva de lo humano.
(c) LA GACETA
Walter Vargas