21 Febrero 2014
PRESENTACIÓN EN EL AULA. El primer encuentro con la maestra de jardín de infantes es decisivo y una prueba de fuego cuando los padres se van. la gaceta / foto de florencia zurita
Con la mochila en la espalda y su delantal a cuadros, Samuel llegó muy contento al jardín el primer día. Su mamá le había hablado tanto de ese lugar … Saludó a la maestra y se sentó en una sillita. Todo bien hasta que mamá le anunció que se iba. ¡Ah, no! ¡Eso no estaba en sus planes! Le explicaron que ella se quedaría detrás de la puerta del aula, pero ¿quién le aseguraba que iba a ser así? Conclusión: lloró la media hora que duró su jornada escolar. Segundo día: peor. Las lágrimas de Samuel regaron todo el camino de la casa al jardín. Tercer día: lloró 15 minutos hasta apareció un chico nuevo que lo tapó con sus gritos. ¿Para qué iba gastar lágrimas si el protagonismo lo tenía el otro? Miró a su alrededor y descubrió los juguetes. Ese fue el debut de Samuel, de dos años, esta semana.
Natalia Quirico, mamá de Samuel - hijo, sobrino y nieto único - hizo un gran esfuerzo mental para convencerse de que “así es la vida”. “Es parte del crecimiento de la persona, uno hace su vida lejos de los padres, es un proceso natural”, trataba de convencerse detrás de la puerta, mientras escuchaba el llanto de su hijo. “Esta es la primera frustración de entre miles que va a tener en su vida, nada que no pueda manejar”, dice con firmeza la mamá, que tiene 29 años.
Pero no es el caso de todas las madres. “Cuando mi hijo Matías iba al jardín, yo me volvía llorando a casa”, recuerda Silvana Funes, cuyo hijo va a ir este año a primer grado.“¡Pero él se quedaba chocho! Jamás lloró ni un poquito”, cuenta.
Unos lloran, otros no
¿Qué hace que un niño llore y otro no en la misma circunstancia? “Es natural que el chico sienta angustia ante lo desconocido, pero sobre todo frente a este cambio abrupto que es pasar del mundo endogámico de la casa al exogámico de la escuela. El hecho de que algunos lloren más que otros tiene que ver con la personalidad de cada uno, con sus posibilidades de adaptación. Pero también puede ocurrir que no sea la institución adecuada, por eso los padres deben estar bien atentos para interpretar lo que está pasando cuando el chico llora cada vez más”, advierte la psicóloga Florencia Alzogaray.
Otro punto a tener en cuenta es el momento adecuado para el ingreso al sistema educativo. No cualquiera lo es. “Si, por ejemplo, hay otro hermanito más chico o recién nacido, es probable que la sensación de abandono sea más profunda. Es muy duro para un niño pequeño pasar desde la casa, donde es único chiquito y hace lo que quiere, a un lugar donde hay reglas y él es un chico más”, explica. ¿Qué hacer? “Estar siempre atentos a los cambios, la adaptación debe ser un progreso contínuo, porque si se estanca o retrocede habrá que averiguar las causas y hasta pensar en otro establecimiento más adecuado”, recomienda.
En Tucumán hay poco menos de 200 jardines maternales pero son muy pocos los que han conseguido el registro que los habilita para funcionar. El decreto 255/5 del Ministerio de Educación regula la creación, funcionamiento y supervisión de esas instituciones para niños desde los 45 días hasta los tres años y entre los cuatro y cinco años.
El mejor momento
¿A qué edad conviene comenzar el maternal? “El mejor lugar para un niño pequeño es la casa, aunque muchos padres quieran sociabilizarlo tempranamente”, sostiene la psicóloga Alzogaray. “Pero si no hay otra alternativa que el maternal por razones de trabajo por ejemplo, este proceso debe ser lo más gradual posible”, aconseja. En todos los colegios hay un proceso de adaptación. La primera semana puede ser una hora, la segunda dos y la tercera tres. La consigna es no forzar.
¿Qué les enseñan?
Todos los jardines y maternales deben tener un proyecto pedagógico. Por ejemplo, en el JIM, los chicos comienzan a los tres años con Inglés, Música y Educación Física. “Cada año se profundiza un poco más”, explica la directora del nivel Claudia Pacios. Eso sí, se trabaja con mucho juego y narración. Las clases están anunciadas para el miércole 26, pero la amenaza de paro podría retrasar el comienzo del ciclo lectivo.
Natalia Quirico, mamá de Samuel - hijo, sobrino y nieto único - hizo un gran esfuerzo mental para convencerse de que “así es la vida”. “Es parte del crecimiento de la persona, uno hace su vida lejos de los padres, es un proceso natural”, trataba de convencerse detrás de la puerta, mientras escuchaba el llanto de su hijo. “Esta es la primera frustración de entre miles que va a tener en su vida, nada que no pueda manejar”, dice con firmeza la mamá, que tiene 29 años.
Pero no es el caso de todas las madres. “Cuando mi hijo Matías iba al jardín, yo me volvía llorando a casa”, recuerda Silvana Funes, cuyo hijo va a ir este año a primer grado.“¡Pero él se quedaba chocho! Jamás lloró ni un poquito”, cuenta.
Unos lloran, otros no
¿Qué hace que un niño llore y otro no en la misma circunstancia? “Es natural que el chico sienta angustia ante lo desconocido, pero sobre todo frente a este cambio abrupto que es pasar del mundo endogámico de la casa al exogámico de la escuela. El hecho de que algunos lloren más que otros tiene que ver con la personalidad de cada uno, con sus posibilidades de adaptación. Pero también puede ocurrir que no sea la institución adecuada, por eso los padres deben estar bien atentos para interpretar lo que está pasando cuando el chico llora cada vez más”, advierte la psicóloga Florencia Alzogaray.
Otro punto a tener en cuenta es el momento adecuado para el ingreso al sistema educativo. No cualquiera lo es. “Si, por ejemplo, hay otro hermanito más chico o recién nacido, es probable que la sensación de abandono sea más profunda. Es muy duro para un niño pequeño pasar desde la casa, donde es único chiquito y hace lo que quiere, a un lugar donde hay reglas y él es un chico más”, explica. ¿Qué hacer? “Estar siempre atentos a los cambios, la adaptación debe ser un progreso contínuo, porque si se estanca o retrocede habrá que averiguar las causas y hasta pensar en otro establecimiento más adecuado”, recomienda.
En Tucumán hay poco menos de 200 jardines maternales pero son muy pocos los que han conseguido el registro que los habilita para funcionar. El decreto 255/5 del Ministerio de Educación regula la creación, funcionamiento y supervisión de esas instituciones para niños desde los 45 días hasta los tres años y entre los cuatro y cinco años.
El mejor momento
¿A qué edad conviene comenzar el maternal? “El mejor lugar para un niño pequeño es la casa, aunque muchos padres quieran sociabilizarlo tempranamente”, sostiene la psicóloga Alzogaray. “Pero si no hay otra alternativa que el maternal por razones de trabajo por ejemplo, este proceso debe ser lo más gradual posible”, aconseja. En todos los colegios hay un proceso de adaptación. La primera semana puede ser una hora, la segunda dos y la tercera tres. La consigna es no forzar.
¿Qué les enseñan?
Todos los jardines y maternales deben tener un proyecto pedagógico. Por ejemplo, en el JIM, los chicos comienzan a los tres años con Inglés, Música y Educación Física. “Cada año se profundiza un poco más”, explica la directora del nivel Claudia Pacios. Eso sí, se trabaja con mucho juego y narración. Las clases están anunciadas para el miércole 26, pero la amenaza de paro podría retrasar el comienzo del ciclo lectivo.
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