El amor después del amor: el cariño no tiene por qué perderse

El amor después del amor: el cariño no tiene por qué perderse

Mantener una buena relación con la ex pareja depende de la voluntad de los miembros. Los hijos, en el “campo de batalla” del conflicto.

14 Febrero 2014
Se pudrió todo. No va más. no se pueden ni ver. No admiten un diálogo, un comentario, una crítica. Cuesta, pero al fin y al cabo comienzan a darse cuenta de que lo mejor sería separarse, por el bien de ellos y de la famila. Lo que falta resolver es en qué términos es esa separación: como una guerra destructiva o como el comienzo de una nueva vida en la que esa antigua relación adquiera otros colores, sin abandonar el cariño que alguna vez los unión. Cuando el amor se termina, cualquiera de estas dos situaciones puede darse, pero que las cosas terminen bien depende más de la voluntad de los miembros de la pareja que de una fuerza externa, incontrolable.

H.C. tiene un poco más de 50 años. Se casó muy joven: a los 21 y después de 15 aniversarios y dos hijos, decidió separarse de su primera mujer. Hace un lustro volvió a casarse, y con el nuevo matrimonio tuvo otros dos hijos. “Es maravilloso porque podemos salir todos juntos a comer y está todo bien. Mis cuatro hijos se adoran, se quieren muchísimo y no hay conflictos de ningún tipo”, confiesa H.C., quien prefiere omitir su nombre completo “para no exponer a la flia”.

H.C. es de esas personas que siempre terminó bien sus relaciones. “Antes de mi primer matrimonio tuve algunas novias, pero siempre he tenido la precaución de terminar en los mejores términos posibles. No es algo difícil, para nada. También he tenido la suerte de enamorarme de dos mujeres maravillosas, con las dos que me casé, que piensan, al igual que yo, que las relaciones anteriores no tienen por qué tirarse por la borda”, cuenta.

¿Por qué algunos lo logran y otros, en cambio, eligen el camino de la bronca y el rencor? “Lo que dicen los libros -explica el psicólogo Arturo Gómez López, especialista en terapia de pareja- es que lo óptimo sería que las parejas pudieran conservar una buena relación; pero socioculturalmente esto no suele ser así. Cuanto más explícito y virulento sea el conflicto es mucho más probable que la separación sea del mismo tono emocional”, describe y asegura que son los menos los que optan por conservar el cariño y el buen trato.

Lo peor es que en el medio quedan los hijos: “los padres se pelean por todo, culpan al otro de todo, la autocrítica disminuye y la agresividad aumenta. Esa es la situación más frecuente, lamentablemente. Y muchas veces los hijos quedan en el medio del campo de batalla y son portavoces de las barbaridades que cada ex habla del otro, lo que tiene un efecto terrible en la imagen que los hijos tienen de cada uno de sus padres. Al hacer esto, los adultos no respetan el derecho de los hijos de estar bien con ambos padres; cada uno se autoproclama el bueno y, por supuesto, el otro es el malo. Es cierto que existen matrimonios que de algún modo acuerdan que la relación se termino por múltiples causas en las que ambos fueron responsables, pero en Tucumán claramente son los menos”, lamenta Gómez López.

Pero no es imposible. “Por supuesto que cada relación es un mundo, pero el amor, el respeto, la comprensión, el diálogo, la solidaridad, el ponerse en el zapato del otro... son valores fundamentales que ayudan a entenderse y ponerse en los zapatos del otro, a cooperar entre ambos. ¡Cómo no me voy a llevar bien con mi ex si tenemos dos hijos maravillosos!”, concluye H.C., quien afirma que, de lo que se trata, es de “gestionar positivamente el conflicto”.

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