En su casa, San Valentín se festeja todas las semanas

En su casa, San Valentín se festeja todas las semanas

Los Pastrana se aman desde hace 56 años. Como desde el inicio de la relación, cada domingo Jesús vuelve de la cancha con un dulce para su Genoveva

MUCHO MÁS QUE DOS. Jesús y Genoveva están juntos desde hace 56 años, cuando se conocieron trabajando en Tafí. MUCHO MÁS QUE DOS. Jesús y Genoveva están juntos desde hace 56 años, cuando se conocieron trabajando en Tafí.
14 Febrero 2014
Se plantaron en Los Cuartos antes de que el lugar se llenase de casas y veraneantes. Juntos recibieron y dieron la bienvenida a todos... Él es tafinisto 100% puro (nació y se crió en el valle); ella, una santiagueña que de muy chica se mudó a Tucumán para trabajar y ayudar a su familia. Jesús Belarmino Pastrana y Genoveva Dominga Jiménez de Pastrana forman una pareja célebre: en Tafí, la búsqueda de una historia de amor conduce inevitablemente a su hogar.

Los dos tienen 80 años. “Y hará 60 que nos casamos”, calcula ella. Pero él, atento pese a la sordera que hace tiempo lo acompaña, da el dato exacto: “¡llevamos 56!”. Con esta precisión se larga a hablar Pastrana, el mismo que al principio encaró con timidez el grabador.

Para ellos el Día de los Enamorados no es una fecha especial en el calendario. Cada domingo, luego de alentar a su equipo de Los Cuartos (donde atajaba en su juventud), Jesús se aparece con un regalito en la mano. “Siempre le traigo algo dulce. Le compro de todo: caramelos, turrones... A ella le encantan esas cosas”, relata el ex arquero. Y Genoveva no puede contener la sonrisa cómplice. Es que don Jesús es romántico empedernido.

El dulce ritual no falla nunca. La costumbre comenzó hace años, casi tantos como los que llevan casados. El ejemplo vale para recordar que, para demostrar el amor, no hace falta esperar la llegada de San Valentín.

La fiesta inolvidable

Gladys, una de los ¡10 hijos! que concibieron los Pastrana, jura que ese cariño no es ningún invento. El sentimiento que une a sus padres es tan real y duradero como el valle esplendoroso que los rodea.

Gladys y algunos de sus hermanos (otros ya no viven en Tafí) visitan a diario a estos compañeros inseparables. Pero ellos se dan bastante maña solitos y gozan de buena memoria, al menos para recordar los episodios y anécdotas que marcaron a su sociedad conyugal.

Como el día en el que se casaron, en la iglesia de Tafí. “Allí fue la misa y luego nos cruzamos a una confitería que había en frente para festejar. Tranquilos nomás”, apunta Genoveva. “¡Tranquila fue esa parte porque, después de la confitería, los invitados vinieron con nosotros para la casa y estuvieron hasta el otro día!”, añade casi a los gritos el esposo. Afuera, la tormenta pega fuerte contra las chapas del hogar humilde de los Pastrana.

La vida de casados fue dura, pero ellos encontraron la fórmula del éxito. De jóvenes, ambos salían a trabajar en la zafra. “Así que muchos de los hijos fueron planificados ahí mismo”, cuenta riendo Jesús. Y su esposa asiente otra vez.

El flechazo

Esta historia de amor nació en la vivienda de verano de los patrones tucumanos de Genoveva, que eran dueños de una farmacia conocida en el centro de San Miguel de Tucumán. “Fue hace tiempo. Mis señores compraron una casa en Tafí y yo subía con ellos para trabajar aquí. Y un día lo vi a él, que era uno de los obreros que trabajaba en la ampliación de la casa”, dice ella. Y así fue que, trabajando los dos, se encontraron para no separarse más.

La paz de la montaña los mantiene unidos y resistiendo hasta el final. “Hasta que Dios se acuerde”, previene Genoveva.

En esta jornada, como de costumbre, ellos viven de los recuerdos. De los carnavales que se festejaban durante el día y de todos los aniversarios que ya llevan festejados. Cupido los flechó hace rato y así, de la mano y alegres, cumplieron el sueño de todo de ser humano: construir un amor que dure para siempre.

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