02 Febrero 2014
La economía argentina, sin un rumbo definido
Para interrumpir el ciclo vicioso inflacionario, el Gobierno nacional necesitaría un programa coordinado para reducir sus gastos, detener la emisión de pesos del Banco Central y controlar los aumentos salariales, coinciden los analistas. El Ejecutivo no brinda señales claras acerca de qué hará frente a la devaluación de la moneda y cómo domará la inflación
BUENOS AIRES.- En medio de la mayor devaluación en una década de la moneda argentina, cuya caída está inquietando a los mercados financieros en todo el mundo, la presidenta Cristina Fernández guardó silencio; aún no dijo nada acerca del derrumbe del peso. A su vez, los mensajes cada vez más imprevisibles de sus ministros han incrementado los riesgos para la divisa argentina.
Un anuncio de la semana pasada, que sugería un largamente esperado alivio de las restricciones cambiarias para los argentinos, en la práctica se convirtió en un puñado de dólares para una minoría privilegiada. Las autoridades también prometieron cortar el impuesto al gasto de dólares en el extranjero, pero dos días después dieron marcha atrás con la idea.
Los críticos dicen que la errática toma de decisiones del Gobierno es el mayor riesgo que pesa sobre el volátil peso. Lo que está en juego ahora no es lo que era en 2002 -cuando una cesación de pagos de nivel récord sacudió a la economía global- ya que desde entonces Argentina ha sido excluida de los mercados mundiales de crédito.
Incluso el hundimiento del peso, que cayó un 15% la semana pasada, está envuelto de incertidumbre. Los funcionarios culparon a un “ataque especulativo” en el mercado interbancario, que está muy controlado.
El caótico abordaje del Gobierno respecto de la devaluación ha causado que el Banco Central deba gastar más rápido sus decrecientes reservas de dólares y ha generado presión adicional sobre la ya elevada inflación en el país. Como veteranos de crisis previas, los argentinos han asumido un ya familiar rol defensivo, acaparando todos los dólares que tengan y gastando los pesos como si estuvieran pasando de moda. Las operaciones en la mayor plaza agrícola del país se ha paralizado ya que los agricultores prefieren conservar sus granos de soja en lugar de venderlos a cambio de pesos. A su vez, en la frontera los productos se están acumulando mientras el Gobierno intenta aliviar el impacto de importaciones cada vez más caras. En tanto, las cadenas de proveedores están congeladas por la incertidumbre en un país donde el dólar es una referencia para todo, desde propiedades hasta materias primas.
Muchos economistas dicen que el Gobierno se está obsesionando con síntomas mientras agrava la enfermedad con un abordaje improvisado. El ministro de Economía, Axel Kicillof, un ex profesor de Teoría Marxista, se pasó la semana persiguiendo lo que define como aumentos especulativos de precios por parte de grandes corporaciones.
Reservas en baja
Las devaluaciones pueden ayudar a exportadores y eventualmente limitar el descenso de las reservas, que en el último año cayeron más del 30% a menos de U$S 29.000 millones. Aquellas reservas han caído en más de U$S 2.300 millones en lo que va del mes debido a los intentos del Banco Central de sostener la nueva tasa de cambio, más de diez veces de lo que vendió la institución en diciembre. “No hay ninguna duda: esta crisis es producto de las políticas confusas del mismo Gobierno”, dijo Eric Ritondale, economista de Econviews. Lo que empeora la situación, la escalada en los costos de las importaciones y la fuerte demanda de bienes ante las previsiones de futuros alzas en los precios alimentan aún más la galopante inflación.
Los precios a consumidor subieron cerca de un 4% en las últimas cuatro semanas, de acuerdo a la consultora económica Elypsis, que estimó la inflación anual en alrededor de un 30%. Para interrumpir el ciclo vicioso inflacionario, el Gobierno necesitaría un programa coordinado para reducir sus gastos, detener la emisión de pesos del Banco Central y controlar aumentos salariales, dicen analistas.
El Central ha tomado unos tentativos pasos en esa dirección desde la devaluación, elevando esta semana una tasa de interés clave y dando a entender un mayor control en la emisión de moneda.
La economía podría retroceder entre 3% y 4% este año, lo que enfriaría la inflación y alimentaría los ingresos de la balanza comercial y de las reservas de moneda extranjera, agregó. El riesgo de un colapso financiero es entre limitado y nulo porque la exclusión de Argentina de los mercados internacionales de crédito ha dejado al país con pocas deudas externas.
Entre los argentinos la inflación se ha transformado en un tema cotidiano y discutir los últimos precios se ha vuelto tan común como hablar sobre el clima. La prueba de fuego podría producirse en marzo, cuando, en medio de discusiones salariales, poderosos gremios desplegarán sus fuerzas, amenazando con huelgas para que sus aumentos coincidan con el de los precios de consumidor.
Si la batalla del Gobierno contra la inflación ha sido inconsistente, las medidas cambiarias fueron directamente contradictorias. Dos años atrás los funcionarios atacaban la “dolarización” de la economía y desalentaban las operaciones de inmuebles y autos en divisas. Pero el año pasado, el BCRA lanzó al mercado títulos con cotización ligada al dólar y facilitó el comercio nominado en dólares.
En mayo pasado, Fernández rechazó las sugerencias de algunos opositores de devaluar el peso. “Tendrán que esperar otro Gobierno”, dijo entonces. Sin embargo, la semana pasada su Gobierno permitió la mayor devaluación del peso desde 2002. De la misma manera, la reciente liberación del cepo también fue inesperada.
Mientras algunos analistas consideran que los cambios son una señal de moderación, otros creen que el Gobierno no tiene un plan económico. “Lo que están haciendo es reaccionar más que anticipar”, señaló Daniel Marx, secretario argentino de Finanzas entre 1999 y 2001. “Sus estrategias no funcionaron como esperaban, así que corrigieron el camino. La pregunta es si tienen claro su objetivo”, añadió. (Reuters)
Un anuncio de la semana pasada, que sugería un largamente esperado alivio de las restricciones cambiarias para los argentinos, en la práctica se convirtió en un puñado de dólares para una minoría privilegiada. Las autoridades también prometieron cortar el impuesto al gasto de dólares en el extranjero, pero dos días después dieron marcha atrás con la idea.
Los críticos dicen que la errática toma de decisiones del Gobierno es el mayor riesgo que pesa sobre el volátil peso. Lo que está en juego ahora no es lo que era en 2002 -cuando una cesación de pagos de nivel récord sacudió a la economía global- ya que desde entonces Argentina ha sido excluida de los mercados mundiales de crédito.
Incluso el hundimiento del peso, que cayó un 15% la semana pasada, está envuelto de incertidumbre. Los funcionarios culparon a un “ataque especulativo” en el mercado interbancario, que está muy controlado.
El caótico abordaje del Gobierno respecto de la devaluación ha causado que el Banco Central deba gastar más rápido sus decrecientes reservas de dólares y ha generado presión adicional sobre la ya elevada inflación en el país. Como veteranos de crisis previas, los argentinos han asumido un ya familiar rol defensivo, acaparando todos los dólares que tengan y gastando los pesos como si estuvieran pasando de moda. Las operaciones en la mayor plaza agrícola del país se ha paralizado ya que los agricultores prefieren conservar sus granos de soja en lugar de venderlos a cambio de pesos. A su vez, en la frontera los productos se están acumulando mientras el Gobierno intenta aliviar el impacto de importaciones cada vez más caras. En tanto, las cadenas de proveedores están congeladas por la incertidumbre en un país donde el dólar es una referencia para todo, desde propiedades hasta materias primas.
Muchos economistas dicen que el Gobierno se está obsesionando con síntomas mientras agrava la enfermedad con un abordaje improvisado. El ministro de Economía, Axel Kicillof, un ex profesor de Teoría Marxista, se pasó la semana persiguiendo lo que define como aumentos especulativos de precios por parte de grandes corporaciones.
Reservas en baja
Las devaluaciones pueden ayudar a exportadores y eventualmente limitar el descenso de las reservas, que en el último año cayeron más del 30% a menos de U$S 29.000 millones. Aquellas reservas han caído en más de U$S 2.300 millones en lo que va del mes debido a los intentos del Banco Central de sostener la nueva tasa de cambio, más de diez veces de lo que vendió la institución en diciembre. “No hay ninguna duda: esta crisis es producto de las políticas confusas del mismo Gobierno”, dijo Eric Ritondale, economista de Econviews. Lo que empeora la situación, la escalada en los costos de las importaciones y la fuerte demanda de bienes ante las previsiones de futuros alzas en los precios alimentan aún más la galopante inflación.
Los precios a consumidor subieron cerca de un 4% en las últimas cuatro semanas, de acuerdo a la consultora económica Elypsis, que estimó la inflación anual en alrededor de un 30%. Para interrumpir el ciclo vicioso inflacionario, el Gobierno necesitaría un programa coordinado para reducir sus gastos, detener la emisión de pesos del Banco Central y controlar aumentos salariales, dicen analistas.
El Central ha tomado unos tentativos pasos en esa dirección desde la devaluación, elevando esta semana una tasa de interés clave y dando a entender un mayor control en la emisión de moneda.
La economía podría retroceder entre 3% y 4% este año, lo que enfriaría la inflación y alimentaría los ingresos de la balanza comercial y de las reservas de moneda extranjera, agregó. El riesgo de un colapso financiero es entre limitado y nulo porque la exclusión de Argentina de los mercados internacionales de crédito ha dejado al país con pocas deudas externas.
Entre los argentinos la inflación se ha transformado en un tema cotidiano y discutir los últimos precios se ha vuelto tan común como hablar sobre el clima. La prueba de fuego podría producirse en marzo, cuando, en medio de discusiones salariales, poderosos gremios desplegarán sus fuerzas, amenazando con huelgas para que sus aumentos coincidan con el de los precios de consumidor.
Si la batalla del Gobierno contra la inflación ha sido inconsistente, las medidas cambiarias fueron directamente contradictorias. Dos años atrás los funcionarios atacaban la “dolarización” de la economía y desalentaban las operaciones de inmuebles y autos en divisas. Pero el año pasado, el BCRA lanzó al mercado títulos con cotización ligada al dólar y facilitó el comercio nominado en dólares.
En mayo pasado, Fernández rechazó las sugerencias de algunos opositores de devaluar el peso. “Tendrán que esperar otro Gobierno”, dijo entonces. Sin embargo, la semana pasada su Gobierno permitió la mayor devaluación del peso desde 2002. De la misma manera, la reciente liberación del cepo también fue inesperada.
Mientras algunos analistas consideran que los cambios son una señal de moderación, otros creen que el Gobierno no tiene un plan económico. “Lo que están haciendo es reaccionar más que anticipar”, señaló Daniel Marx, secretario argentino de Finanzas entre 1999 y 2001. “Sus estrategias no funcionaron como esperaban, así que corrigieron el camino. La pregunta es si tienen claro su objetivo”, añadió. (Reuters)
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