Por Federico Türpe
31 Enero 2014
En junio iba a cumplir ocho años. La Ley de 4AM fue uno de los tantos manotazos de ahogado que dio el gobernador José Alperovich en sus improvisadas políticas de seguridad. Nunca supo explicar la medida, que ya había fracasado rotundamente en otros distritos, como en Buenos Aires, donde el gobernador Eduardo Duhalde había ensayado un tope horario en la década del 90. Fue un gesto de burda demagogia hacia la clase media, alterada en 2006 por el horrendo asesinato de Paulina Lebbos, uno de los casos de impunidad más escandalosos de la década alperovichista. La improvisación que esgrimió este gobierno en materia de seguridad alcanzó niveles alarmantes. “Los resultados de la ley han sido buenos, entonces no hay por qué cambiarla. Los informes indican que ha ayudado a que los chicos tomen menos y estén más temprano en sus casas. Realmente está ayudando”, afirmó Alperovich hace sólo tres meses. En ese momento dijimos que el gobernador no decía la verdad y ayer él mismo lo confirmó al anunciar que daba marcha atrás con la medida. Además de inconstitucional, porque violaba las libertades individuales más básicas, la norma fracasó en todos sus frentes. No disminuyó el delito ni el consumo de alcohol y de drogas y sólo propició más clandestinidad e ilegalidad a la noche tucumana. Alperovich es una persona obstinada que tarda años en reconocer sus errores. Sostuvo siete años a Eduardo Di Lella como secretario de Seguridad (cuando el propio Di Lella reconoció que no era experto en la materia) y lo mismo hizo con Alfredo Miroli, al frente de la Secretaría de Prevención y Asistencia de las Adicciones, a quien ayer le pidieron la renuncia. Miroli fue expulsado del gobierno nacional durante el menemismo por sus reiterados desaciertos y en Tucumán intentó combatir las drogas repitiendo aforismos y dando charlas moralistas. El alejamiento de Miroli es una de las consecuencias de la visita en diciembre del nuevo titular de la Sedronar, el cura Juan Carlos Molina. La otra cosa que cambió es la reciente incorporación de Paul Hofer, el primer experto en seguridad que tiene el gobierno luego de casi una década. Diez años tardó Alperovich en aceptar que la seguridad no se compra. Aunque aceptar no necesariamente significa entender.
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