Un papá y sus tres hijos. Todos pilotos de pista. Con disímiles incursiones y resultados. Y hasta con una experiencia en conjunto, en el mismo circuito y categoría. Los Ortega (Bernardo por dos, Juan y Pablo) son los protagonistas de una singular historia en un deporte donde la adrenalina fluye de tiempo completo. Ellos son todos para uno. Y ese uno es justamente el automovilismo, una actividad que abrazan con el alma y que los hace felices. Una forma de extender los lazos familiares, más allá del hogar y del trabajo.
“De chiquitos íbamos a verlo correr a papá al ‘Nasif Estéfano’. Y se nos prendió la llama de los motores. Recuerdo que Mario Barcelona, un amigo de él, se hacía cargo de nosotros cuando estaba en pista. Nos llevaba a la tribuna. Apenas terminaba la carrera, nos íbamos corriendo a abrazarlo en el parque cerrado. Personalmente, era mi ídolo ya en ese tiempo. Recuerdo que forraba las carpetas del colegio con imágenes del auto que corría, con recortes de LA GACETA. Y a mis compañeros no hacía más que contarles lo que él hacía, ¡los tenía cansados! Ja, ja”, cuenta Juan, de 23 años, el primero en largar en eso de recordar de dónde viene la pasión “fierrera”.
Bernardo, de 25 años, recuerda que, antes que el padre fuera a competir, iban a almorzar a la casa de su abuela. “Y de ahí, todos a la pista. El autódromo se llenaba, era impresionante cómo el público seguía al automovilismo tucumano”, apunta. También rememora que a la familia mucho no le gustaba que Bernardo practique este deporte, porque le parecía peligroso. Pero que el final del día todo eso quedaba de lado. “Había mucha emoción en todos cuando a él le iba bien”. Y acto seguido dice: “ninguno de nosotros olvida lo que él hizo. Y hoy tratamos de hacer algo parecido, con él al lado nuestro, dándonos consejos. A papá lo disfrutamos al 100 %, sobre todo los días de carrera. Nos desconectados de las complicaciones laborales y eso es algo que nos gusta a todos.”
Pablo, de 21 años, el más “famoso” del trío en el presente debido a su ascendente carrera en el Turismo Nacional, también tiene cosas para contar de su papá y los motores. “Soy quien menos se acuerda de las carreras en las que él participaba. Pero sí recuerdo las pocas veces que iba al autódromo: era muy chico y no siempre mamá podía llevarme. Me contaron que, cuando yo veía cualquier auto estaba tranquilo. Pero que apenas veía a mi ‘viejo’ arrancar el suyo, me largaba a llorar. Y así toda la carrera. Entonces tenían que llevarme a la casa.”
¿Qué dice el papá de sus hijos? “ Como pilotos, siempre les pido que hagan todo de la mejor manera. Tienen una responsabilidad, un desafío. Soy enemigo, en todos los casos, que vayan a un roce, que generen problemas. Pido que corran, disfruten, lo hagan profesionalmente. No hay nada mejor que disfrutar de los logros personales”.
Sobre aquellos años en los que los tres eran pequeños, todos recuerdan que, aún yendo de vacaciones, los consejos del papá sobre automovilismo no terminaban. Iban desde cuestiones relacionadas al auto, a las leyes viales, a asuntos relacionados al manejo. Pero también había pedidos: no ir a las picadas, no viajar rápido en la ruta…
Bernardo apunta que el padre nunca quiso que ninguno de los tres hermanos se dedique al automovilismo. “Empezamos de grandes, por la insistencia. Bah, en realidad Pablo lo hizo de adolescente, a los 14 años, en un coche de fórmula. Y después se prendió con los Fiat 128 en Salta. Yo comencé también ahí”.
La experiencia en conjunto llegó en el Top Race del NOA, en la cuarta fecha de 2013. “Papá no anduvo muy bien. Primero no le creíamos mucho cuando nos dijo que el auto no funcionaba. Pero Pablo lo probó, también Marcos Vázquez, el director de la categoría, y efectivamente se trataba de un coche sin potencia. Lo estaban armando, no había sido desarrollado. Por eso no hubo muchas cargadas”, señala Juan.
Y entonces aparece en escena Bernardo padre: “siempre es difícil una primera carrera en una categoría, y más si los hijos están en ella. Me pasó que llegué a la primera curva y encontré a ‘Berni’ cruzado. En la segunda, le pasó lo mismo a Juan. Y uno se desconcentra con eso, porque no logra saber qué les pasó. Yo no salí a correrlos: esa es una etapa de la vida que ya pasó para mí. Yo sólo quería probar, divertirme, ver cómo andaba el coche. Quizás en esta temporada vuelva a probar la experiencia y logre hacer una o dos carreras con ellos.”
Si de planes se trata, el que más alto apunta es Pablo: “Si se da la posibilidad, quizás corra algunas fechas del Top Race del NOA. Mientras sean carreras, me gusta. Igual, me quiero enfocar en el Turismo Nacional. Voy a seguir con el equipo de ‘Gaby’ Rodríguez, que me sorprendió con el auto que me entregó. Pienso que se trataba de un coche que andaba más rápido que yo en la pista, y es por eso, de cara a lo que viene, que me tengo que poner a su altura.”
Justamente la experiencia de Pablo en la categoría nacional genera un “revuelo” familiar al menos una vez al mes. Y es Juan el que apunta cómo se viven las carreras de la Clase 2. “Verlo correr a él en el TN es toda una experiencia. Es menos intenso vivir el automovilismo arriba del auto que desde afuera. Cuando uno corre, a veces ni cuenta se da de lo que sucede, o no se acuerda. Verlo por televisión es tremendo. Recuerdo una vez que él volvía a correr con el Chevrolet Corsa, en General Roca. Fuimos los tres solos y yo atendía la radio de Pablo. En una curva le pegaron mal de atrás; había que tranquilizarlo para que siga adelante. Y yo hice exactamente lo contrario: ‘alcanzalo y partilo al medio’ le dije. Por suerte no me hizo caso, ja, ja’. Verlo en casa es otra experiencia: a veces aparecen mi mamá y mi abuela y en medio de la tensión de la carrera empiezan a hablar, y a mí me desespera eso. Les pido que se vayan”.
Juan va un poco más allá y explica por qué Pablo está en el TN y ellos no: “la decisión fue un poco tomada por los cuatro. Se planteó quién iba a hacer el proyecto nacional y se definió que sea él, por la experiencia que tenía. ¿Si a mí me gustaría estar allí? No sé. Creo que no estoy con tiempo ni tampoco estoy preparado para una categoría nacional. Me falta adquirir experiencia. En 2013 cometí muchos errores en el Top Race del NOA. Sólo si lograra mejorar quizás pruebe algo de mayor jerarquía.”
¿Y qué sucede desde el lugar que ocupa Pablo? Así lo cuenta: “a mí me genera un sentimiento especial esto de estar lejos cuando ellos corren. Un día me encontraba trabajando con mi papá y me llama Juan para contarme que estaba primero y que Bernardo estaba segundo. No lo pensé mucho: dejé lo que estaba haciendo y corrí a decirle al papá que por favor fuéramos a verlos, quería compartir la alegría que tenían.”
Al momento de hacer un balance del primer año de experiencia en el TR del NOA, Bernando lo califica con soltura: “Fue todo muy lindo. Nunca antes habíamos manejado autos de carrera con tracción trasera. Pero no obstante pienso que, como pilotos, nos falta mucho. Si alguna vez pensara en hacer algo a nivel nacional, prepararme físicamente será una prioridad. Y también tendré que acomodar las cosas con el trabajo. Esto último es una exigencia ineludible por el momento. Pablo puede liberarse de esto y por eso él se va un miércoles antes de una carrera sin complicarse demasiado.”
En el final, una cuestión de principios que también transmitió el padre y dicha por Bernardo, el mayor: “Él siempre nos dice: vamos a correr mientras se pueda. Y eso se aplica aunque estemos peleando un campeonato. La verdad, nunca nos molestó que eso sea así.”
Salta, parte del pasado
“A Salta no volvemos más, a pesar que nuestra escuela fueron los Fiat 128. Aprendimos mucho, sumamos experiencia. Saber cómo estirar la cuerda, el frenaje, acelerar antes, nos permitió una más rápida adaptación al Top Race del NOA. Pero lo de Salta ya quedó atrás. La categoría de Las Termas es otra cosa”. (Bernardo hijo)
“Lo de Salta era lindo, un buen proyecto, una categoría competitiva. Lo deportivo llegó a un punto alto, pero no funcionó por la parte directiva. Hasta el último día que fuimos había problemas, con cosas mal organizadas. Seguir participando era una pérdida de tiempo. Es una lástima que se haya dado”. (Bernardo padre)