Quiero que vuelva el fútbol

Quiero que vuelva el fútbol

Un domingo sin fútbol no es domingo. Tal vez el pensamiento suene masculino (presiento también que caeré en las garras de comentarios machistas), pero cada vez somos más las mujeres que nos pronunciamos a favor de la pasión de multitudes. De los domingos de toda mi vida, desde la infancia, conservo dos grandes recuerdos: los asados del mediodía con la familia y la pelota rodando en la pantalla del televisor mientras compartíamos unos mates con mi viejo, que más tarde se transformarían en cervezas.

No me avergüenza decirlo. Mi sangre es roja como el equipo que probablemente más goles haya recibido en los últimos meses. El año pasado me tocó lagrimear y aguantar las cargadas por haber perdido la categoría. En ese momento sólo podía agradecer que mi viejo, el que compró mi primera camiseta y me enseñó con paciencia qué es una posición adelantada, no viviera para ver a su gran amor venido a menos.

Cuando digo que extraño el fútbol, no me refiero solamente a mis ganas de ir a la cancha o de sentarme en el living a mirar un buen partido. Lo que extraño es el fútbol de mi equipo, Independiente. Extraño ese amor que ponía hasta el jugador más anónimo por el solo hecho de poder pisar la Libertadores de América. Extraño ese equipo que arrasaba con todo, temible para los demás. El rey de copas.

Extraño eso, rojo. Y ya cuento los minutos y enumero las promesas que tendré que cumplir para que vuelvas a primera. No me importan las gastadas. El sábado te voy a esperar como si fuera uno de esos domingos de mi infancia: con la frente alta y la camiseta puesta.

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