Así recuerdan a Gelman los tucumanos

Así recuerdan a Gelman los tucumanos

16 Enero 2014

Memorias de su visita

Alejandro Gil - poeta, escritor, editor y diseñador

Quizá nunca pueda sonreír, en mi vejez, con la cabeza levemente inclinada y sapiente como Juan Gelman en las miles de fotografías que le tomaron en su vida, como ésta de hoy, 23 de abril del 2008, al recibir el Cervantes.

Quizá en aquella foto perdida en el Bosque de la Memoria de San Javier, yo tendría la cabeza levemente inclinada sobre su hombro. No lo sé. El fotograma está extraviado en la Memoria de la Luz.

Yo lo llevé hasta los árboles. Árboles -desaparecidos hombres y mujeres que emergen en el vegetal in memoriam-.

Fuimos hasta allí trepando la montaña, las pendientes que me asustaban. El Honda Civic, que recientemente aprendía a conducir, parecía agonizar. “Echale nafta!”, me decía. Pero en el cerro no existían estaciones de servicio.

¿Y si lo mato a Gelman por mi falta de conocimientos en el arte de conducir? Tenía miedo que eso ocurriera.

Gelman y su mujer viajaban en el asiento trasero; El Griego, que oficiaba de copiloto dicharachero para amenizar el viaje, hizo alusión a una tal señora P.P. que había escrito no sé qué, y que era, o sigue siendo, una ilustre personalidad académica de Tucumán. Gelman saltó del asiento. Se le encresparon los nervios y el carácter. Arremetió violento con algo parecido a lo siguiente: “Hubiese hablado cuando las papas quemaban en los 70”.

N.de la R: fragmento de la crónica que escribió recordando la visita de Gelman a Tucumán en 1997, durante un viaje a San Javier.

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Al gran maestro

Natalia Zanotta - poeta, escritora

“Esa mujer se parecía a la palabra Nunca...” así comienza uno de los poemas del Gran Juan Gelman, y yo fui esa mujer muchas veces y lo quise aunque nunca lo abracé. El supo soportar como nadie la vida. Alguien dijo alguna vez que la poesía era un oficio extraño, “una rara manera de resistir”. Coincido con esa definición, y la vida de este grande la reafirma en cada línea que nació de sus manos. Anoche me enteré por las redes sociales que había cerrado sus ojos para siempre, y sentí una tristeza sin nombre. (¿Cómo no llorar a alguien que tanto me enseñó, sin saberlo?). Hoy él se parece a la palabra Eternidad, y la Poesía del mundo está de luto, sin embargo siempre será vida leerlo. Siempre.

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Un poeta fundamental

Rogelio Ramos Signes  - escritor

Hay un momento en la vida (éste, por ejemplo) en que empezamos a mirar hacia atrás con un profundo respeto, como si hubiésemos deambulado por dentro de ciertos documentos históricos sin habernos dado cuenta de ello.

Un recuerdo muy personal. En 1972, apenas me instalé en Tucumán definitivamente, el escritor riojano Francisco Squeo Acuña me hizo conocer la obra de dos poetas que serían fundamentales en mi formación: Pedro Shimose y Juan Gelman. Es más, me regaló una hermosa edición, con tapas en cartón corrugado, de “Los poemas de Sidney West”.

Me he pasado años (digamos décadas) tratando de copiar, sin éxito, esa forma. Pero, al asumir tal imposibilidad, logré salir adelante; esa es una de las tantas cosas que le debo a Gelman. Cuando varios años después se lo conté, rió de buena gana. Luego, por supuesto, vino toda su literatura y su inquebrantable posición ante la vida.

Durante los años del proceso, cuando no se podía mencionar su nombre, todos sabíamos que cualquier antología de poesía argentina que se intentase, si no se lo incluía, sería un trabajo fallido... Pero el tiempo, una vez más, ha ido poniendo algunas cosas en su sitio: las publicaciones, el reconocimiento, los premios. Por eso, si dijera que hoy estamos tristes sería inexacto porque tenemos sus libros, toda su obra literaria. Es decir: seguimos teniéndolo a él con nosotros.


Su poesía “tierna y militante”

Miguel Frangoulis (el Griego) - librero

Lo vi por última vez en agosto, en la Biblioteca Nacional colmada de jóvenes y pensé: Este caballero andante ha logrado, con el ejercicio de la lucha y de la dignidad, lo que haría el regocijo de tantos poderosos.

Tenía en sí mismo, en su desgarbada figura, toda la fuerza y el respeto de quien vive como piensa y eso no es poca cosa.

No voy a hablar de su poesía (a la que siempre admiré); no es necesario. No soy su crítico; soy (cuesta decir: fui) su amigo. Sólo diré que su poesía es como su vida: tierna y militante; profunda hasta el dolor y más; la vida misma.

Recuerdo nuestros encuentros de madrugada, en Buenos Aires, entre whiskies y cigarrillos consumiéndose; su trabajo obsesivo por encontrar a Marcelo y por recuperar a su nieto o nieta, su charla sin fisuras ni concesiones, la dulzura que sólo mostraba con Mara y unos pocos más. Yo trataba de distraer un poco a ese hombre empecinado en saber la verdad y él lo toleró desde siempre. Haber tenido su amistad es uno de los privilegios de los que cualquier humano puede jactarse: creo que quienes lo conocimos tuvimos la suerte de haber estado junto a un hombre que jamás creyó ser inocente.

Desde ayer, descansa el descanso de los dignos.

Querido Juan: sí, estoy triste pero valió la pena. Tu voz y tu presencia estarán para siempre donde las dejaste aquella noche, en la librería.


Sus metáforas, parte del equipaje

Ernesto Rojas - poeta

La mayoría de las cosas quedan hacia atrás cuando un ser humano deja el mundo físico, este mundo de las cosas, científicamente palpable; y es como un largo salto de inspirada memoria, la que nos permite detenernos frente a la conmoción de la partida. Las cosas de los seres especiales, como Gelman, precisamente no son las que quedan atrás; hoy los que nos quedamos por un tiempo más aquí, nos quedan sus palabras y no es poco decir que nos quedan sus poesías. Ya su mirada era la descripción de la tristeza y la recuerdo cuando en el año 1998 en una librería tucumana me dedicó un libro.

Cuando dice “…Así fue que cantaron los silencios/ Años y años trabajé para hacerte / antes de oír un solo sonido de tu alma.”, estamos seguros que seguirán siendo el tiempo y sus metáforas parte de nuestro equipaje, con el ejemplo de lucha por los derechos naturales de los hombres: la libertad y el amor.

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