14 Enero 2014
EMOCIONADO. Cristiano Ronaldo no oculta sus lágrimas tras ser nombrado como el mejor futbolista del planeta en 2013. REUTERS
Sus detractores lo acusan de ególatra y sus fans elogian su confianza. Pero si hay algo innegable cuando se habla de Cristiano Ronaldo es que el nuevo Balón de Oro 2013 tiene una voluntad de hierro. Durante cuatro años vio cómo su máximo rival, Lionel Messi, subía al estrado para recibir el premio en Zurich, pero el portugués nunca dejó de creer que volvería a estar donde siempre se vio a sí mismo.
“Creo que merezco ganar el Balón de Oro todos los años”, señaló Cristiano, que presume de sinceridad y aborrece la falsa modestia, en una entrevista publicada recientemente en “A Bola”. Sus lágrimas en el estrado del Kongresshaus de Zurich, después de recibir el trofeo de manos de Pelé y abrazar a su hijo, hablan del deseo obsesivo con el que “CR7” quería recuperar ese lugar. “Los que me conocen saben lo difícil que ha sido llegar a este momento”, explicó.
Hace casi un mes, el luso inauguró un Museo dedicado a sí mismo en Funchal, la capital de su natal isla de Madeira. Cuatrocientos metros cuadrados para exhibir 126 trofeos que logró a nivel individual y colectivo. En realidad, 127, pues ya prometió encontrar un lugar para su segundo Balón de Oro.
Cinco años después del primero, logrado tras ganar la Liga de Campeones con Manchester United en 2008, Cristiano recuperó el cetro mundial sin necesidad de conquistar ningún título en 2013. Lo hizo a base de puro gol. El delantero de Real Madrid fue lo único que se salvó de la zozobra del Real en el último año de José Mourinho, con el que Cristiano no acabó en buenos términos. La cifra de 69 goles en 59 partidos y la forma en la que dominó los partidos aplastó incluso los cinco títulos de Franck Ribéry con Bayern Munich.
Cristiano se superó año a año en una carrera frenética en la que la rivalidad con Messi lo empujó a traspasar sus límites. “¿Si nos hacemos mejores? Quizá sí, y eso es bueno para el fútbol”, advirtió ayer el portugués en la rueda de prensa previa a la entrega de premios. No hay entrenador que no elogie la ética de trabajo de Cristiano. El cuidado de su cuerpo puede llegar incluso al narcisismo, pero eso lo convierte en un portento físico difícil de parar.
“Yo siempre trabajo con el objetivo de mejorar”, dijo el portugués, quien a punto de cumplir 29 años vuelve a la cima del fútbol a base de goles, gimnasio y una voluntad de hierro. “Me siento muy feliz, gracias a todos mis compañeros del Real Madrid y de la selección, y a mi familia”, añadió el portugués de 28 años antes de que la voz se le cortara por el llanto. “Disculpen, pero los que me conocen saben lo difícil que ha sido llegar a este momento”.
“Creo que merezco ganar el Balón de Oro todos los años”, señaló Cristiano, que presume de sinceridad y aborrece la falsa modestia, en una entrevista publicada recientemente en “A Bola”. Sus lágrimas en el estrado del Kongresshaus de Zurich, después de recibir el trofeo de manos de Pelé y abrazar a su hijo, hablan del deseo obsesivo con el que “CR7” quería recuperar ese lugar. “Los que me conocen saben lo difícil que ha sido llegar a este momento”, explicó.
Hace casi un mes, el luso inauguró un Museo dedicado a sí mismo en Funchal, la capital de su natal isla de Madeira. Cuatrocientos metros cuadrados para exhibir 126 trofeos que logró a nivel individual y colectivo. En realidad, 127, pues ya prometió encontrar un lugar para su segundo Balón de Oro.
Cinco años después del primero, logrado tras ganar la Liga de Campeones con Manchester United en 2008, Cristiano recuperó el cetro mundial sin necesidad de conquistar ningún título en 2013. Lo hizo a base de puro gol. El delantero de Real Madrid fue lo único que se salvó de la zozobra del Real en el último año de José Mourinho, con el que Cristiano no acabó en buenos términos. La cifra de 69 goles en 59 partidos y la forma en la que dominó los partidos aplastó incluso los cinco títulos de Franck Ribéry con Bayern Munich.
Cristiano se superó año a año en una carrera frenética en la que la rivalidad con Messi lo empujó a traspasar sus límites. “¿Si nos hacemos mejores? Quizá sí, y eso es bueno para el fútbol”, advirtió ayer el portugués en la rueda de prensa previa a la entrega de premios. No hay entrenador que no elogie la ética de trabajo de Cristiano. El cuidado de su cuerpo puede llegar incluso al narcisismo, pero eso lo convierte en un portento físico difícil de parar.
“Yo siempre trabajo con el objetivo de mejorar”, dijo el portugués, quien a punto de cumplir 29 años vuelve a la cima del fútbol a base de goles, gimnasio y una voluntad de hierro. “Me siento muy feliz, gracias a todos mis compañeros del Real Madrid y de la selección, y a mi familia”, añadió el portugués de 28 años antes de que la voz se le cortara por el llanto. “Disculpen, pero los que me conocen saben lo difícil que ha sido llegar a este momento”.
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