Por Alejandro Klappenbach
12 Enero 2014
No podrían haber sido mejores las primeras sensaciones de Juan Martín del Potro en su temporada 2014. Decidido a exprimir al máximo el primer semestre para recortar las diferencias con Rafael Nadal y Novak Djokovic, el saldo inicial lo exhibe campeón en Sydney.
¿Importa el título, el número 18 de su carrera tras 25 finales jugadas? Claro que sí. De a poco, las estadísticas les dan la razón a quienes piensan que desde ahora hasta el final de su vida deportiva el tandilense se separará del resto para ser el indiscutido número dos de la historia de nuestro tenis. Pero más importante que eso, también más cercano, es saber que los resultados avalan el trabajo realizado. Pretemporada intensa y a la vez medida. Cerca del esfuerzo aunque lejos de los riesgos para su muñeca y el físico en general.
El cuerpo está muy bien y la cabeza se nota plena de confianza. Entonces, solo es cuestión de jugar. Lo hizo de menos a más a lo largo de la semana para terminar dando una magistral clase en la final contra Bernard Tomic, a quien barrió 6-3 y 6-1 en apenas 53 minutos.
El desempeño sirve sin dudas cuando se levanta la vista y se ubica el inmediato horizonte del Abierto de Australia, pez gordo con que los grandes nombres se encuentran ni bien comienza la temporada. En Melbourne Park, donde debutará frente al estadounidense proveniente de la clasificación y 130 en la clasificación mundial, Rhyne Williams, Juan Martín aparece como el único con fundadas aspiraciones de llegar lejos en el reducido grupo de argentinos (Carlos Berlocq, Juan Mónaco, Horacio Zeballos, Leonardo Mayer, Federico Delbonis y Paula Ormaechea).
Decidido a ir partido a partido, ni siquiera quiere pensar en que es muy probable que sea el tres del ranking al final del primer Grand Slam de la temporada ni tampoco mencionar la posibilidad de, como ha determinado el sorteo, de encontrarse con Nadal en los cuartos de final. Esta instancia es su piso de resultado. De allí en más será cuestión de animarse a tener un gran día cuando toque medirse con los mejores del ranking.
¿Importa el título, el número 18 de su carrera tras 25 finales jugadas? Claro que sí. De a poco, las estadísticas les dan la razón a quienes piensan que desde ahora hasta el final de su vida deportiva el tandilense se separará del resto para ser el indiscutido número dos de la historia de nuestro tenis. Pero más importante que eso, también más cercano, es saber que los resultados avalan el trabajo realizado. Pretemporada intensa y a la vez medida. Cerca del esfuerzo aunque lejos de los riesgos para su muñeca y el físico en general.
El cuerpo está muy bien y la cabeza se nota plena de confianza. Entonces, solo es cuestión de jugar. Lo hizo de menos a más a lo largo de la semana para terminar dando una magistral clase en la final contra Bernard Tomic, a quien barrió 6-3 y 6-1 en apenas 53 minutos.
El desempeño sirve sin dudas cuando se levanta la vista y se ubica el inmediato horizonte del Abierto de Australia, pez gordo con que los grandes nombres se encuentran ni bien comienza la temporada. En Melbourne Park, donde debutará frente al estadounidense proveniente de la clasificación y 130 en la clasificación mundial, Rhyne Williams, Juan Martín aparece como el único con fundadas aspiraciones de llegar lejos en el reducido grupo de argentinos (Carlos Berlocq, Juan Mónaco, Horacio Zeballos, Leonardo Mayer, Federico Delbonis y Paula Ormaechea).
Decidido a ir partido a partido, ni siquiera quiere pensar en que es muy probable que sea el tres del ranking al final del primer Grand Slam de la temporada ni tampoco mencionar la posibilidad de, como ha determinado el sorteo, de encontrarse con Nadal en los cuartos de final. Esta instancia es su piso de resultado. De allí en más será cuestión de animarse a tener un gran día cuando toque medirse con los mejores del ranking.