Por Carlos Frías
10 Enero 2014
UNA FANÁTICA. Virgina Corbalán agita la bandera cuando descubre el paso del Mini del francés Stéphane Peterhansel.
La voluntad se puso a prueba. El sol del mediodía era intenso. La ruta 307 estaba cortada y no había muchas curvas en las que hubiera espacio para estacionar. Aún así, los espectadores que esperaron ayer el paso de los competidores se juntaron en pequeños grupos y soportaron una prolongada espera para ver las motos, los autos y los camiones que bajaban desde los cerros calchaquíes hacia la capital.
No eran más de 20 personas las que distribuyeron alrededor de la estatua del Cristo que está ubicada a la salida de Tafí del Valle. Asomaron una bandera argentina, algunas pancartas y una sombrilla con la marca de un auto. Pero las horas pasaban y los protagonistas no llegaban. Cerca de las 15 una moto blanca calmó las ansias. A los pocos minutos, otras dos motocicletas despertaron gritos y sonrisas, pero la alegría duró poco y la espera volvió a adormecer los ánimos. “Este año fue el peor. Esperaba que pasarán todos de una vez pero se están demorando demasiado”, se lamentó Enzo Molina que había viajado con cinco amigos desde La Trinidad.
“El año pasado lo vi en el paso entre Tafí y El Mollar. Lo que pasa es que este año hay menos gente. Cuando hay más seguidores se paran y saludan, pero ahora no lo están haciendo. Esperábamos sacarnos una foto. Queríamos tener más contacto con los competidores, viajamos muchos kilómetros para buscar una foto y no la estamos llevando”, agregó Misael Ramayo.
Este grupo de espectadores mantuvo su expectativa a fuerza del cuarteto que salía por los parlantes de los equipos de música de sus autos, pero la espera pudo más y con el paso de la siesta apagaron la música. “Estamos esperando a dos amigos que van a subir ni bien abran la ruta. Queremos ir a Amaicha porque queremos verlos en carrera. Quizás nos vayamos hasta Cafayate. Esta parte del enlace es más tranquila, por eso vamos a buscar la carrera”, retrucó Francisco Vera.
El otro grupo venía de Aguilares, pero su estrategia era distinta. Llegaron el martes a Tafí para festejar el cumpleaños de uno de ellos. “Es mucha la espera. Queremos ver los autos y los camiones. Además estoy festejando los 19 con mis amigos y viendo el Dakar”, dijo Miguel Gordillo.
Para Virginia Corbalán las cosas eran distintas. Ella también había viajado desde Aguilares y a su alegría no le incomodaban los rayos del sol. Cuando escuchaba el sonido de un motor levantaba su bandera de Argentina y saludaba a los corredores. Y cada competidor que pasó por El Cristo se llevó esa imagen a su país. Estaba sola con su hijo de ocho años. Su esposo, Luis Brodensen, había subido la apuesta viajó hasta la localidad de Belén, en Catamarca junto con su otro hijo para ver los autos en competencia y, si podía, recorrer el circuito. “En 2010 y 2011 fuimos a Fiambalá y en 2012 estuvimos en Amaicha. Mi marido es fierrero y las otras veces tuvimos la suerte estar en el circuito. Sería genial competir en esta carrera, pero se necesita mucha plata. Quizás esté hablando sin saber, pero pienso que se necesitan como $ 500.000 para hacerlo”, detalló. Después contó que esperaba ver pasar a Carlos Sainz y que no le importaba esperar lo que fuera necesario para observar los camiones. El Dakar en su primer día en Tucumán fue una carrera de pasiones encontradas que –a pesar del calor- se mantuvieron de pie.
No eran más de 20 personas las que distribuyeron alrededor de la estatua del Cristo que está ubicada a la salida de Tafí del Valle. Asomaron una bandera argentina, algunas pancartas y una sombrilla con la marca de un auto. Pero las horas pasaban y los protagonistas no llegaban. Cerca de las 15 una moto blanca calmó las ansias. A los pocos minutos, otras dos motocicletas despertaron gritos y sonrisas, pero la alegría duró poco y la espera volvió a adormecer los ánimos. “Este año fue el peor. Esperaba que pasarán todos de una vez pero se están demorando demasiado”, se lamentó Enzo Molina que había viajado con cinco amigos desde La Trinidad.
“El año pasado lo vi en el paso entre Tafí y El Mollar. Lo que pasa es que este año hay menos gente. Cuando hay más seguidores se paran y saludan, pero ahora no lo están haciendo. Esperábamos sacarnos una foto. Queríamos tener más contacto con los competidores, viajamos muchos kilómetros para buscar una foto y no la estamos llevando”, agregó Misael Ramayo.
Este grupo de espectadores mantuvo su expectativa a fuerza del cuarteto que salía por los parlantes de los equipos de música de sus autos, pero la espera pudo más y con el paso de la siesta apagaron la música. “Estamos esperando a dos amigos que van a subir ni bien abran la ruta. Queremos ir a Amaicha porque queremos verlos en carrera. Quizás nos vayamos hasta Cafayate. Esta parte del enlace es más tranquila, por eso vamos a buscar la carrera”, retrucó Francisco Vera.
El otro grupo venía de Aguilares, pero su estrategia era distinta. Llegaron el martes a Tafí para festejar el cumpleaños de uno de ellos. “Es mucha la espera. Queremos ver los autos y los camiones. Además estoy festejando los 19 con mis amigos y viendo el Dakar”, dijo Miguel Gordillo.
Para Virginia Corbalán las cosas eran distintas. Ella también había viajado desde Aguilares y a su alegría no le incomodaban los rayos del sol. Cuando escuchaba el sonido de un motor levantaba su bandera de Argentina y saludaba a los corredores. Y cada competidor que pasó por El Cristo se llevó esa imagen a su país. Estaba sola con su hijo de ocho años. Su esposo, Luis Brodensen, había subido la apuesta viajó hasta la localidad de Belén, en Catamarca junto con su otro hijo para ver los autos en competencia y, si podía, recorrer el circuito. “En 2010 y 2011 fuimos a Fiambalá y en 2012 estuvimos en Amaicha. Mi marido es fierrero y las otras veces tuvimos la suerte estar en el circuito. Sería genial competir en esta carrera, pero se necesita mucha plata. Quizás esté hablando sin saber, pero pienso que se necesitan como $ 500.000 para hacerlo”, detalló. Después contó que esperaba ver pasar a Carlos Sainz y que no le importaba esperar lo que fuera necesario para observar los camiones. El Dakar en su primer día en Tucumán fue una carrera de pasiones encontradas que –a pesar del calor- se mantuvieron de pie.
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