05 Enero 2014
EL LOCO DE LA RUTA. La famosa Hummer naranja de Robby Gordon en una curva de los valles, el año pasado. Se espera que miles de personas vuelvan a apostarse al lado de la ruta para ver la caravana. LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO (ARCHIVO)
Los valles se frotan las manos. Al fin llegó enero, con su interminable caravana de los fines de semana trepando la montaña por la ruta 307. La serenidad le da paso al bullicio en las villas, donde las veredas se llenan de turistas y veraneantes, ávidos de consumir, comprar y recorrer. Es el momento que los artesanos, comerciantes, baqueanos y dueños de hospedajes llevan casi un año esperando. Como si la increíble belleza de los paisajes no fuera suficiente para invocar al visitante, está el Dakar, que por tercera vez incluirá los cerros tucumanos en su extremo y heterogéneo trazado.
Pero ahí está lo extraño. Tal vez sea por acostumbramiento, por falta de promoción o de cultura fierrera; lo cierto es que, el jueves a una semana para el paso de la carrera más dura del mundo, los valles se encogieron de hombros al respecto. El característico logo del Dakar no aparecía prácticamente en ningún lado. Ni en calcomanías, ni en folletos ni en carteles. La única referencia fácilmente advertible -e indirecta- son unas gorras con la conocida garra verde de Monster Energy X-Raid Team (el equipo de los famosos Mini) que se venden en un local de la villa tafinista. Nada más. “Es lo único que tengo del Dakar. Los años anteriores, dos semanas antes ya se empezaba a hablar de la carrera. Este año no”, asegura el vendedor Daniel Corbalán, quien se enteró del asunto por una reunión informativa que se realizó el lunes en el hotel Luna Huana.
Pero Daniel es un caso excepcional. Son pocos los tafinistos que saben que entre el jueves y el viernes, algunos de los mejores pilotos del mundo volverán a pasar por allí. “Todavía no nos informaron nada. ¿Qué día va a pasar por acá?”, pregunta un capataz de Vialidad, en el kilómetro 60. De todos modos, afirma que no hay de qué preocuparse. “La ruta de subida es nueva y las máquinas están listas para despejar el camino el caso de que se las necesite”, tranquiliza el hombre.
Agentes de tránsito, comerciantes, encargados de hostales y turistas consultados tampoco están al tanto, y los que saben, no están muy seguros. Aunque no parece preocuparles. Tampoco hay mayores dificultades para conseguir alojamiento. “Lo que sucede es que mucha gente que viene a ver el Dakar arma carpas a lo largo de la ruta. Por otra parte, el tafinisto sí siente entusiasmo, pero la gente a la que realmente le gusta, llega puntualmente en esos días, no antes”, explica Gonzalo Brandán, desde la oficina de información turística.
El cuadro en Amaicha es bastante parecido, aunque más ligado a la indiferencia que a la falta de información. “Sí estoy ansioso, porque sé la importancia que tiene el Dakar y porque comercialmente es bueno para mí. Pero siento que a Amaicha le da lo mismo”, sostiene Fernando Segura, dueño de un miniservice al frente de la plaza San Martín. “Un evento así debería aprovecharse, pero ni se lo promociona ni se prepara la ciudad para recibirlo. Mirá la plaza: en pleno verano, temporada alta, está llena de montículos de arena. Es como invitar amigos a tu casa y llenarles de arena el recibidor”, reniega.
Por ahora, solo el murmullo de los mochileros y una que otra zamba interrumpe el ancestral silencio amaichense. Y algunos habitantes prefieren que continúe así. “Este es un lugar tranquilo, y cuando pasa el Dakar se llena de gente, hay mucho ruido y se deja mucha basura”, advierte Ramón Ayala, dueño de FM Calchaquí, una de las dos radios del lugar. “Hasta ahora, lo único que hemos informado del Dakar es lo que sale en LA GACETA”, agrega.
Aldo Segura y Rubén Guerra, dos heptuagenarios que charlan en la quietud de la siesta, afirman que la carrera no los desvela, pero tampoco los perturba. “Al fin y al cabo, es solamente un día, y no pasa muy seguido, ¿no?”.
Pero ahí está lo extraño. Tal vez sea por acostumbramiento, por falta de promoción o de cultura fierrera; lo cierto es que, el jueves a una semana para el paso de la carrera más dura del mundo, los valles se encogieron de hombros al respecto. El característico logo del Dakar no aparecía prácticamente en ningún lado. Ni en calcomanías, ni en folletos ni en carteles. La única referencia fácilmente advertible -e indirecta- son unas gorras con la conocida garra verde de Monster Energy X-Raid Team (el equipo de los famosos Mini) que se venden en un local de la villa tafinista. Nada más. “Es lo único que tengo del Dakar. Los años anteriores, dos semanas antes ya se empezaba a hablar de la carrera. Este año no”, asegura el vendedor Daniel Corbalán, quien se enteró del asunto por una reunión informativa que se realizó el lunes en el hotel Luna Huana.
Pero Daniel es un caso excepcional. Son pocos los tafinistos que saben que entre el jueves y el viernes, algunos de los mejores pilotos del mundo volverán a pasar por allí. “Todavía no nos informaron nada. ¿Qué día va a pasar por acá?”, pregunta un capataz de Vialidad, en el kilómetro 60. De todos modos, afirma que no hay de qué preocuparse. “La ruta de subida es nueva y las máquinas están listas para despejar el camino el caso de que se las necesite”, tranquiliza el hombre.
Agentes de tránsito, comerciantes, encargados de hostales y turistas consultados tampoco están al tanto, y los que saben, no están muy seguros. Aunque no parece preocuparles. Tampoco hay mayores dificultades para conseguir alojamiento. “Lo que sucede es que mucha gente que viene a ver el Dakar arma carpas a lo largo de la ruta. Por otra parte, el tafinisto sí siente entusiasmo, pero la gente a la que realmente le gusta, llega puntualmente en esos días, no antes”, explica Gonzalo Brandán, desde la oficina de información turística.
El cuadro en Amaicha es bastante parecido, aunque más ligado a la indiferencia que a la falta de información. “Sí estoy ansioso, porque sé la importancia que tiene el Dakar y porque comercialmente es bueno para mí. Pero siento que a Amaicha le da lo mismo”, sostiene Fernando Segura, dueño de un miniservice al frente de la plaza San Martín. “Un evento así debería aprovecharse, pero ni se lo promociona ni se prepara la ciudad para recibirlo. Mirá la plaza: en pleno verano, temporada alta, está llena de montículos de arena. Es como invitar amigos a tu casa y llenarles de arena el recibidor”, reniega.
Por ahora, solo el murmullo de los mochileros y una que otra zamba interrumpe el ancestral silencio amaichense. Y algunos habitantes prefieren que continúe así. “Este es un lugar tranquilo, y cuando pasa el Dakar se llena de gente, hay mucho ruido y se deja mucha basura”, advierte Ramón Ayala, dueño de FM Calchaquí, una de las dos radios del lugar. “Hasta ahora, lo único que hemos informado del Dakar es lo que sale en LA GACETA”, agrega.
Aldo Segura y Rubén Guerra, dos heptuagenarios que charlan en la quietud de la siesta, afirman que la carrera no los desvela, pero tampoco los perturba. “Al fin y al cabo, es solamente un día, y no pasa muy seguido, ¿no?”.
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