05 Enero 2014
Manuel Jesús Sir tenía seis años cuando puso en funcionamiento un tractor, metió el brazo entre los engranajes y casi perdió la vida. Los médicos lograron salvarlo, pero tuvieron que amputarle la mano.
Sin embargo, su vida estuvo lejos de quedar marcada por la discapacidad. Siguió estudiando en la escuela primaria y secundaria de Burruyacú, donde vivía con su familia, y se dedicó al deporte.
Manuel practicaba artes marciales, y este año, antes de cumplir los 18, llegó a ganar un premio en un torneo para personas con capacidades especiales.
En diciembre tenía previsto participar en otra competencia, pero todo cambiaría la madrugada del martes 10, la de los saqueos, en una ciudad que no era la suya.
“Estaba entrenando mucho, por eso iba tan seguido a Alderetes”, explicó Lorena Andrada, mamá de Manuel. “Nosotros vivimos en el campo, no sabíamos lo que estaba pasando. Ese lunes él fue a entrenar como siempre, y al salir, por la noche, se encontró con que la ciudad estaba revolucionada”, agregó.
Esa noche los rumores de saqueos asediaban a Alderetes, y los vecinos ya habían comenzado a armarse en defensa de posibles ataques. Manuel, según explica su madre, al ver todo eso se refugió en casa de su novia, una joven de esa ciudad.
“A las 4 de la madrugada decidió volver a casa en Burruyacú, porque tenía que traernos la moto que su papá usa para ir a trabajar. Y fue ahí cuando lo interceptaron”, denunció Lorena.
Según relataron los vecinos a su madre, Manuel fue derribado por oficiales de policía mientras circulaba esa madrugada rumbo a su casa, y al intentar esposarlo advirtieron que le faltaba una mano. “La gente que estaba ahí vio todo, le fue a avisar a su novia y ella me llamó a mí. Yo no sabía qué estaba pasando, ni cómo podían pensar que mi hijo con una sola mano podía saquear un comercio y llevarse la mercadería mientras manejaba la moto”, recordó Lorena.
Compañeros de celda
Manuel permanece, desde entonces, detenido en la comisaría de Alderetes, y su madre puede verlo dos veces por semana. “Es discapacitado, eso significa que hay que ayudarlo para cosas básicas como atarse los cordones. Él salió adelante gracias a años de terapia para superar la pérdida de su mano cuando era niño, es un chico dedicado al deporte y a su novia”, señaló Lorena.
El joven comparte celda desde hace 26 días con otras 11 personas. Uno de sus compañeros de calabozo es Gabriel Jerez, un muchacho que fue detenido delante de su esposa y su hijo de un año esa misma noche cuando volvía de cuidar el almacén de su suegro, según denunció la familia.
También convive con Gonzalo Carrizo, un joven a punto de recibirse de profesor de inglés que había ayudado a su amigo a cuidar el almacén familiar, y cuando volvía fue derribado de la moto en la que viajaba, según expresaron sus parientes. Llevaba una gaseosa y un paquete de galletas abierto, que había estado consumiendo durante la guardia. De nada sirvió que el encargado del negocio testificara en su favor.
Juan Evaristo Santana también permanece en esa celda desde el 10 de diciembre. Sus seis hijos y su esposa, desde entonces, no tienen ingresos. Santana, según su mujer, no llevaba nada la noche en que se dirigía a buscar a su hijo en moto. Sus familiares, en su mayoría, no se conocían. Comenzaron a cruzar sus historias en la comisaría, dos veces por semana, luego de los 10 minutos de gracia en los que les permiten ver a sus hijos.
Sin embargo, su vida estuvo lejos de quedar marcada por la discapacidad. Siguió estudiando en la escuela primaria y secundaria de Burruyacú, donde vivía con su familia, y se dedicó al deporte.
Manuel practicaba artes marciales, y este año, antes de cumplir los 18, llegó a ganar un premio en un torneo para personas con capacidades especiales.
En diciembre tenía previsto participar en otra competencia, pero todo cambiaría la madrugada del martes 10, la de los saqueos, en una ciudad que no era la suya.
“Estaba entrenando mucho, por eso iba tan seguido a Alderetes”, explicó Lorena Andrada, mamá de Manuel. “Nosotros vivimos en el campo, no sabíamos lo que estaba pasando. Ese lunes él fue a entrenar como siempre, y al salir, por la noche, se encontró con que la ciudad estaba revolucionada”, agregó.
Esa noche los rumores de saqueos asediaban a Alderetes, y los vecinos ya habían comenzado a armarse en defensa de posibles ataques. Manuel, según explica su madre, al ver todo eso se refugió en casa de su novia, una joven de esa ciudad.
“A las 4 de la madrugada decidió volver a casa en Burruyacú, porque tenía que traernos la moto que su papá usa para ir a trabajar. Y fue ahí cuando lo interceptaron”, denunció Lorena.
Según relataron los vecinos a su madre, Manuel fue derribado por oficiales de policía mientras circulaba esa madrugada rumbo a su casa, y al intentar esposarlo advirtieron que le faltaba una mano. “La gente que estaba ahí vio todo, le fue a avisar a su novia y ella me llamó a mí. Yo no sabía qué estaba pasando, ni cómo podían pensar que mi hijo con una sola mano podía saquear un comercio y llevarse la mercadería mientras manejaba la moto”, recordó Lorena.
Compañeros de celda
Manuel permanece, desde entonces, detenido en la comisaría de Alderetes, y su madre puede verlo dos veces por semana. “Es discapacitado, eso significa que hay que ayudarlo para cosas básicas como atarse los cordones. Él salió adelante gracias a años de terapia para superar la pérdida de su mano cuando era niño, es un chico dedicado al deporte y a su novia”, señaló Lorena.
El joven comparte celda desde hace 26 días con otras 11 personas. Uno de sus compañeros de calabozo es Gabriel Jerez, un muchacho que fue detenido delante de su esposa y su hijo de un año esa misma noche cuando volvía de cuidar el almacén de su suegro, según denunció la familia.
También convive con Gonzalo Carrizo, un joven a punto de recibirse de profesor de inglés que había ayudado a su amigo a cuidar el almacén familiar, y cuando volvía fue derribado de la moto en la que viajaba, según expresaron sus parientes. Llevaba una gaseosa y un paquete de galletas abierto, que había estado consumiendo durante la guardia. De nada sirvió que el encargado del negocio testificara en su favor.
Juan Evaristo Santana también permanece en esa celda desde el 10 de diciembre. Sus seis hijos y su esposa, desde entonces, no tienen ingresos. Santana, según su mujer, no llevaba nada la noche en que se dirigía a buscar a su hijo en moto. Sus familiares, en su mayoría, no se conocían. Comenzaron a cruzar sus historias en la comisaría, dos veces por semana, luego de los 10 minutos de gracia en los que les permiten ver a sus hijos.
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