05 Enero 2014
PURO INGENIO. “Eli”, como la llaman todos, se ganó el corazón de sus maestros y compañeros a fuerza de compromiso, solidaridad y simpatía. LA GACETA / FOTOS DE ANALIA JARAMILLO
Elisa Nallar Ben Altabef no para ni un minuto. Sus días transcurren -o lo hacían hasta hace un mes- entre las clases del colegio, las de apoyo, las lecciones de pintura y los encuentros con su grupo de teatro. Tiene 20 años y síndrome de Down, pero esa condición no le impidió desarrollar sus capacidades. Es pura creatividad e ingenio. Es expresiva y desenvuelta, se ríe a carcajadas y mueve sus manos para explicar todo.
Muestra sus cuadros, todos llenos de colores y con diferentes técnicas que combinan óleos y acrílicos. “También hago videos para mis amigos y mi familia”, cuenta. Sin una pizca de timidez puso en práctica sus dotes actorales y se calzó una peluca rosa chicle para componer un video que sintetiza su paso por el colegio Santa María, en el que les habla a sus compañeros y profesores. Desde jardín de Infantes esa institución se convirtió en un nido que logró integrarla y continuar la estimulación que recibía en su casa.
“Eli”, como la llaman todos, se ganó el corazón de sus compañeros y maestros. “En la colación de grado los egresados del año pasado, con los que compartió hasta tercer grado, le regalaron un ramo de flores”, cuenta Nora Herrera de Ortega, pedagoga del colegio. Un gesto que emocionó a todo el auditorio. La explicación de Nora: “La integración deja huellas. Los cursos en los que hay niños con capacidades especiales son más unidos y todos aprenden a reconocer y respetar las diferencias”, agrega.
El próximo año comenzará un taller de arte plástico en la Escuela de Bellas Artes que dura tres años. Será un cambio radical, pero Eli está muy entusiasmada. Sin embargo, la pedagoga analiza el panorama de la integración fuera del ámbito escolar y asegura que Tucumán está en deuda con esto. “Faltan estrategias de integración, una estructura intermedia de apoyo, previa al ingreso a la facultad y que facilite la salida laboral”, dice. Si bien el apoyo y la estimulación familiar es central esta tarea debe ser compartida con las instituciones donde los jóvenes con capacidades especiales logren insertarse.
A diferencia de otros chicos de su misma edad, Elisa tiene muy claro lo que quiere ser: una artista. Lo dice mientras mueve sus manos y muestra las uñas pintadas de distintos colores. No solo le gusta la pintura, también ama la música. Su ídola es Violetta y con sus amigas se junta a escuchar sus canciones, pero a la hora de cantar “Eli” prefiere la ópera. Sí, la ópera. Su mamá, Clercy, cuenta que puede estar varias horas prendida del televisor escuchando La Traviata, Carmen o lo que sea. La cultura siempre fue algo que se respiró en su casa.
“Siempre fue una niña muy aplicada y autoexigente. Ojalá todos los chicos de su edad fueran así”, asegura Nora. Además de las clases en el colegio, Elisa necesitó de un equipo de apoyo externo que la ayudara con los contenidos que más le costaban. Nora se enorgullece de que en estos 15 años que tiene la institución hayan fortalecido la integración a través del programa “Educación para el amor”. Jóvenes que han terminado sus estudios y han continuado su formación. “Ya tenemos una egresada con síndrome de Down que se recibió de locutora y aquí en el colegio logramos que Iara Gordillo ingresara como ayudante de preceptoría”, cuenta Nora. Iara fue entrevistada por LA GACETA en 2010 cuando fue elegida como primera escolta de la bandera institucional en el colegio Santa María. Con Elisa son muy buenas amigas.
Con Iara el colegio inició su proyecto de integración en todos los niveles. Hoy cuenta con más de 15 alumnos con distintas discapacidades. “Es muy apasionante y hermoso poder trabajar juntos. Los docentes deben exigirse más porque de ellos depende la verdadera integración”, añade Nora.
Elisa no se imagina lejos de su colegio y planea volver. “Ojalá pueda trabajar aquí con nosotros”, comenta Nora. En estos años ha demostrado que además de todas sus habilidades humanas y artísticas es muy buena organizando actividades, juegos y coordinando a los más chicos. Con una energía contagiosa se prepara para iniciar otra etapa de su vida.
Muestra sus cuadros, todos llenos de colores y con diferentes técnicas que combinan óleos y acrílicos. “También hago videos para mis amigos y mi familia”, cuenta. Sin una pizca de timidez puso en práctica sus dotes actorales y se calzó una peluca rosa chicle para componer un video que sintetiza su paso por el colegio Santa María, en el que les habla a sus compañeros y profesores. Desde jardín de Infantes esa institución se convirtió en un nido que logró integrarla y continuar la estimulación que recibía en su casa.
“Eli”, como la llaman todos, se ganó el corazón de sus compañeros y maestros. “En la colación de grado los egresados del año pasado, con los que compartió hasta tercer grado, le regalaron un ramo de flores”, cuenta Nora Herrera de Ortega, pedagoga del colegio. Un gesto que emocionó a todo el auditorio. La explicación de Nora: “La integración deja huellas. Los cursos en los que hay niños con capacidades especiales son más unidos y todos aprenden a reconocer y respetar las diferencias”, agrega.
El próximo año comenzará un taller de arte plástico en la Escuela de Bellas Artes que dura tres años. Será un cambio radical, pero Eli está muy entusiasmada. Sin embargo, la pedagoga analiza el panorama de la integración fuera del ámbito escolar y asegura que Tucumán está en deuda con esto. “Faltan estrategias de integración, una estructura intermedia de apoyo, previa al ingreso a la facultad y que facilite la salida laboral”, dice. Si bien el apoyo y la estimulación familiar es central esta tarea debe ser compartida con las instituciones donde los jóvenes con capacidades especiales logren insertarse.
A diferencia de otros chicos de su misma edad, Elisa tiene muy claro lo que quiere ser: una artista. Lo dice mientras mueve sus manos y muestra las uñas pintadas de distintos colores. No solo le gusta la pintura, también ama la música. Su ídola es Violetta y con sus amigas se junta a escuchar sus canciones, pero a la hora de cantar “Eli” prefiere la ópera. Sí, la ópera. Su mamá, Clercy, cuenta que puede estar varias horas prendida del televisor escuchando La Traviata, Carmen o lo que sea. La cultura siempre fue algo que se respiró en su casa.
“Siempre fue una niña muy aplicada y autoexigente. Ojalá todos los chicos de su edad fueran así”, asegura Nora. Además de las clases en el colegio, Elisa necesitó de un equipo de apoyo externo que la ayudara con los contenidos que más le costaban. Nora se enorgullece de que en estos 15 años que tiene la institución hayan fortalecido la integración a través del programa “Educación para el amor”. Jóvenes que han terminado sus estudios y han continuado su formación. “Ya tenemos una egresada con síndrome de Down que se recibió de locutora y aquí en el colegio logramos que Iara Gordillo ingresara como ayudante de preceptoría”, cuenta Nora. Iara fue entrevistada por LA GACETA en 2010 cuando fue elegida como primera escolta de la bandera institucional en el colegio Santa María. Con Elisa son muy buenas amigas.
Con Iara el colegio inició su proyecto de integración en todos los niveles. Hoy cuenta con más de 15 alumnos con distintas discapacidades. “Es muy apasionante y hermoso poder trabajar juntos. Los docentes deben exigirse más porque de ellos depende la verdadera integración”, añade Nora.
Elisa no se imagina lejos de su colegio y planea volver. “Ojalá pueda trabajar aquí con nosotros”, comenta Nora. En estos años ha demostrado que además de todas sus habilidades humanas y artísticas es muy buena organizando actividades, juegos y coordinando a los más chicos. Con una energía contagiosa se prepara para iniciar otra etapa de su vida.