05 Enero 2014
Ricardo Piglia. No sabemos nada de la gente que amamos
La dura pedagogía republicana *
Por Luis Alberto Romero
Hay un aprendizaje que estamos haciendo. Para apreciarlo hay que mirar más atrás en nuestra historia y recordar todo el largo período en el que crisis políticas como la que vivimos hoy se resolvían rápidamente mediante un golpe militar. Por su mesianismo, los militares siempre estaban dispuestos. Pero sobre todo, eran convocados por alguna de las partes, que encontraba sencillo encargarles cortar algún nudo gordiano. Naturalmente, las consecuencias siempre fueron peores, pero de un modo u otro la tentación de apelar al golpe siempre estuvo latente, hasta la experiencia final de 1983.
Hoy esa alternativa no existe, ni para los militares ni para los civiles. Estamos enredados en una crisis, y sabemos que debemos resolverla nosotros, con nuestras instituciones. Hoy están maltrechas, manoseadas, manipuladas, deformadas. Usando una frase popular, “las han hecho de goma”. Pero están. Y por ser “de goma” sobreviven y siguen ofreciendo el marco mínimo para encontrar la salida. Es razonable ser pesimista en cuanto a su presente, pero debemos recordar que, pese a todo, las instituciones están. Y que la dura pedagogía de Cristina, con su “ir por todo”, ha ayudado a que perduren. Porque, como es sabido, los caminos del Señor son inescrutables.
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* Artículo publicado el 30 de junio.
Cultura y arte en tiempos críticos *
Por Abel Posse
Peligra el hombre que hemos sido, peligra la cultura, la educación, las academias, los libros, la individualidad y su “libre albedrío”, peligra la palabra. La literatura del siglo apenas pasado fue una rebelión, desde Rimbaud y los novelistas rusos, todos comprendieron la decadencia: Joyce, Nietzsche, Kafka, Céline, Arlt, Borges, Hermann Broch, Faulkner, Rulfo, Musil, Lezama Lima, Nabokov y muchos otros de este nuevo siglo de oro literario. Es un corpus de libertad creadora admirable y un formidable grito en el desierto. Grito hecho arte. Advertencia en obra, desde los comienzos de la desertificación cultural-espiritual y esa “pesadilla de aire acondicionado”, como calificara Henry Miller a nuestra modernidad. Fue una magnífica realización de cultura crítica. Ahora hay que pensar de nuevo el mundo, elaborar certezas y grandes horizontes. La creación literaria, en su sentido más válido y profundo se va recluyendo en catacumbas, la calle está ganada por el mercantilismo cultural de temporarios objetos de consumo. Es el signo de este ciclo. Pero también el desafío más grande: pensar y proponernos un mundo en el que queramos vivir. Todo creador deberá decidir entre la catacumba de la verdadera creación y la alienación política y mercantilista.
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* Artículo publicado el 1 de septiembre.
La lengua y la generación del pulgar *
Por Pedro Luis Barcia
El más perfecto sistema de comunicación inventado por el hombre es la lengua. Los nuevos medios potencian y dan nuevas vías de transmisión al sistema lingüístico. No han sido creados para restringirlo, sino para ampliarlo y enriquecerlo. Toda vía tecnológica de comunicación su-pone, es decir pone por debajo, como base, la lengua como sistema. La lengua es la matriz comunicativa por excelencia. Pensar que las técnicas estrechan, empobrecen o dificultan la lengua es una torpeza estimativa. Todo arranca de la pobreza y la vulgaridad expresivas de los usuarios de dichas técnicas. El usuario de los nuevos medios lleva a ellos sus capacidades y excelencias, o bien, sus estrecheces y limitaciones. Será un usuario más o menos aprovechado según el grado del nivel cultural y lingüístico que posea.
Si cada uno lleva a la mesa común lo que puede y lo que es, no de otra manera ocurre con los nuevos medios. El que maneja con firme soltura su lengua, lo seguirá haciendo en todos las TIC que utilice. El que es un discapacitado verbal, arrastrará su limitación al uso de los medios tecnológicos de comunicación. Y, más aún, es posible que ciertos rasgos de la tecnología, como la velocidad, reduzcan aun más su limitada capacidad expresiva. Nadie haga responsable de los estropicios provocados en la lengua a las tecnologías, que no son personas, y, por lo tanto, son carentes de responsabilidad.
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* Artículo publicado el 1 de septiembre.
Asesinar a Montalbano *
Por Andrea Camilleri
Todo nació como un juego. Para escribir tenía necesidad de un contenedor. ¿Y qué mejor contenedor existe que los policiales? Subí de 5.000 a 900.000 copias vendidas. Un delirio. Y también una presión enorme. Hace tiempo que pienso en “asesinar” a Montalbano. Pero hace unos diez años nos encontramos, en París, con Manuel Vázquez Montalbán y con Jean Claude Izzo y empezamos a discutir cómo matar a nuestros investigadores. Luego, imprevistamente, murieron mis dos escritores amigos sin lograr desembarazarse de sus personajes. Y, entonces yo, que como buen hombre del sur, soy muy supersticioso, he renunciado a cometer ese “delito”...
En Italia, la sátira siempre fue considerada un género menor. ¿Recuerda las polémicas por el Nobel a Darío Fo? En este país se ha tenido siempre la snob idea de que la llamada “alta literatura” debe ser, necesariamente, seria. Yo no pienso así. Curiosamente la misma exigencia de seriedad no es aplicada por los italianos a la política. No me gusta decirlo pero todavía hay un modo de pensar fascista. Lamentablemente aún seduce la prepotencia.
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* Entrevista publicada el 4 de agosto.
No sabemos nada de la gente que amamos *
Por Ricardo Piglia
¿Qué relaciones hay entre las relaciones amorosas y la clandestinidad política? Esa sería la pregunta. Con respecto al secreto, a mí me ha gustado mucho una cosa que dice el novelista inglés Foster, el de Viaje a la India. En su libro Aspect of the novel, dice que la clave de porqué leemos ficción está en que no sabemos nada de la gente que amamos. Sólo sabemos lo que vemos y lo que nos dice. Pero son un secreto. No sabemos lo que piensan ni sabemos lo que hacen cuando no los vemos. Mientras que de los personajes de la ficción sí sabemos todo. Me parece una extraordinaria manera de definir el interés por la ficción. El secreto es una de las claves de las relaciones humanas...
Esa es la cuestión del libro. Porque yo quería escribir una novela de mi experiencia en EEUU. Inmediatamente apareció el personaje de Ida. Y de pronto sucedió eso del Unabomber mientras yo vivía en EEUU: me interesó mucho el personaje. Un personaje de ese nivel intelectual que había hecho lo que había hecho y que en EEUU lo consideraron un loco cuando nosotros en Argentina tuvimos muchos tipos así y que algunos los consideran unos salvajes y otros grandes héroes. A nadie se le ocurre decir que Guevara estaba loco. Mientras que en EEUU cuando aparece alguien así lo llaman loco.
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* Entrevista publicada el 25 de agosto.
Evita no era consciente del mito en que se iba a convertir *
Por Marcos Aguinis
Evita vivía su prodigiosa metamorfosis con distintos estados de ánimo. No era consciente del mito en que se iba a convertir. Entre los grandes nombres de la historia, muchos se han elevado a la jerarquía del mito por tocar aspectos muy sensibles, como por ejemplo la temprana muerte. Es el caso del Che, entre otros. Reconozcamos que no es fácil acceder a la categoría de un mito llegando a la senectud. Puede alcanzarse el nivel del procerato, pero el mito es diferente...
En toda novela es importante penetrar la intimidad de los personajes. Pero ocurre que las intimidades no son fáciles de percibir. Ahí existe el derecho de fantasear. O -para ser más exacto- la obligación de fantasear. De lo que no puede apartarse el autor es de la coherencia. Por lo tanto las dudas, los agujeros negros y las contradicciones deben resolverse mediante una fantasía provista de mucha lógica.
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* Entrevista publicada el 7 de julio.
No tengo doctrinas ni certezas *
Por Jorge Fernández Díaz
De manera irreflexiva, sin proponérmelo conscientemente, termino escribiendo novelas que aspiran a agregar volúmenes imaginarios a la Colección Robin Hood, a Rastros, a Séptimo Círculo, o que dialogan con las aventuras de Pérez-Reverte o que quieren inscribirse en los relatos para revistas femeninas que hacía Scott Fitzgerald. Salvando, por supuesto, las enormes distancias en cada caso. Puede que fracase, pero mi objetivo siempre consiste en combinar lo popular con lo noble. Mamá es una crónica de sentimientos, La segunda vida de las flores es una novela de amor, Fernández es una indagación sobre el periodismo, El dilema de los próceres es un thriller cultural, Alguien quiere ver muerto a Emilio Malbrán pertenece al género negro, y mis narraciones periodísticas y mis cuentos de ficción desperdigados en tres libros tienen el aliento de la épica y de la intimidad. Desde los doce años intento ser uno de esos escritores. De todas maneras, no pretendo hacer doctrina con esta estética, como cuando tenía 25 años y creía que la verdadera vanguardia literaria estaba en los géneros populares. Ahora no tengo doctrinas ni certezas, sólo hago lo que puedo.
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* Entrevista publicada el 1 de septiembre.
Puedo ser un principiante *
Por Juan Villoro
He descubierto que puedo ser principiante. A los 50 comencé a escribir teatro y llevo seis años en el intento. Filosofía de vida se presentó en calle Corrientes durante más de un año, así es que tuve suerte de principiante...
No soy un gran comprador de libros, los tengo un poco por accidente, pero no puedo vivir sin ellos. Tengo libros fetiche, como un ejemplar de Rayuela, que me regaló un amigo que murió en el terremoto del 85, bastantes libros en alemán porque traduje de ese idioma, una sección bastante especializada de rock del período clásico tardío (de Pink Floyd al new wave) y otra de fútbol, muchos libros de la década del 60 y el siglo XVIII, períodos de rebelión intelectual, de melenas y pelucas, que me parecen esenciales; en fin, un revoltijo que expresa lo que soy. La ventana da al jardín y es el primer cuarto al que entra todo mundo, en la planta baja, el sitio ideal para ser interrumpido.
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