04 Enero 2014
ZONA SUR. Gustavo Guillén y Carlos Scime (a la derecha) conversan con LA GACETA junto a un árbol caído. la gaceta / fotos de Diego Aráoz
Mirna Soria García de Aráoz, vecina del barrio Don Bosco, tiene miedo. Cada vez que se avecina una tormenta corre al fondo de su hogar porque allí se siente más segura. Es un refugio para ella y su familia. Así es como esta madre que vive en 12 de Octubre al 200 protege a sus dos hijos cuando el cielo se nubla y el viento comienza a correr.
Mirna no pudo disfrutar del descenso de la temperatura que se produjo el jueves por la tarde luego de la tormenta. “Porque siempre que las copas de los tarcos se agitan y crujen (se refiere a los de la vereda del MUNT, que está frente a su casa), mis vecinos y yo sabemos que en cualquier momento se desplomará una rama o un tronco completo”, lamentó. Ocurrió varias veces: dos años atrás cayó un lapacho sobre el balcón de la casa lindera y hace unas semanas, en 12 de Octubre al 100, un tronco aplastó un auto. Por eso, cuando comenzó la lluvia del jueves, ella hizo entrar en la casa a sus dos niños, cerró puertas y ventanas, y aguardó, con paciencia, a que amainara el temporal. Hizo bien: un ejemplar se desplomó sobre la vereda de enfrente. Ayer, junto a sus vecinas Patricia y María Molina, renegó contra la Municipalidad. Ellas quieren que se reemplacen los árboles añosos por otros nuevos.
Algo parecido les ocurrió a Gustavo Guillén y a Carlos Scime. El jueves tuvieron que llamar al 103 de Defensa Civil para que retiraran el árbol que había caído en Alem y Las Piedras.
En poco más de 60 días se desplomaron más de 100 árboles en la provincia. A principios de noviembre, una tormenta tiró más de 30 ejemplares en Yerba Buena. A fines de ese mes, el viento hizo lo mismo con 45 en la capital. El 31 de diciembre cayeron 40 en Simoca y el jueves, 21 más.
Alfredo Grau, profesor de la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT, expresó que, a pesar de que la apariencia sea buena, muchos árboles longevos se encuentran en mal estado, porque cumplieron su ciclo de vida útil. “En el caso de Yerba Buena, el arbolado de la avenida Aconquija está integrado por tarcos y lapachos de más de 70 años y que bien podrían comenzar a ser reemplazados”, afirmó. De todos modos, el experto reconoció que San Miguel de Tucumán, Yerba Buena, Tafí Viejo, Concepción y Famaillá han hecho esfuerzos para renovar el arbolado urbano. “Pero los ciudadanos deben tener más respeto por el arbolado. No hay que usar de chivo expiatorio a los árboles, porque los responsables somos las personas”, destacó Grau, quien insistió en que es necesario destinar más recursos al cuidado de los espacios verdes.
Fernando Torres, director de Defensa Civil de la Provincia, destacó la potencia de las ráfagas: superaron los 60 km/h y no sólo derribaron árboles, sino también postes del tendido eléctrico y dejaron muchas viviendas sin techo. El funcionario aseguró que las ciudades más afectadas fueron Alberdi, Las Cejas, San Miguel de Tucumán, Alderetes, Ranchillos, Banda del Río Salí y Yerba Buena.
El director de Espacios Verdes de San Miguel de Tucumán, Jorge Boggiato, dijo que las olas de calor prolongadas ponen en situación de estrés a los árboles y los hacen más vulnerables. “A eso hay que sumarles los daños que muchos ejemplares han sufrido en las raíces a causa de excavaciones y construcciones, especialmente en la zona céntrica. Además, las últimas tormentas se manifestaron con una violencia tal que no sólo afectaron árboles longevos, sino también a los jóvenes”, dijo el funcionario.
Sin techo
La Fundación Miguel Lillo también sufrió las consecuencias de la tormenta del jueves. Su director, Eduardo García Hamilton, contó que el viento arrancó 40 metros de chapa del techo del cuarto piso del edificio de Miguel Lillo 251. El agua de la lluvia afectó el cielo raso, pero no se produjeron daños mayores, porque en ese sector se están realizando remodelaciones y los cuartos están vacíos.
Mirna no pudo disfrutar del descenso de la temperatura que se produjo el jueves por la tarde luego de la tormenta. “Porque siempre que las copas de los tarcos se agitan y crujen (se refiere a los de la vereda del MUNT, que está frente a su casa), mis vecinos y yo sabemos que en cualquier momento se desplomará una rama o un tronco completo”, lamentó. Ocurrió varias veces: dos años atrás cayó un lapacho sobre el balcón de la casa lindera y hace unas semanas, en 12 de Octubre al 100, un tronco aplastó un auto. Por eso, cuando comenzó la lluvia del jueves, ella hizo entrar en la casa a sus dos niños, cerró puertas y ventanas, y aguardó, con paciencia, a que amainara el temporal. Hizo bien: un ejemplar se desplomó sobre la vereda de enfrente. Ayer, junto a sus vecinas Patricia y María Molina, renegó contra la Municipalidad. Ellas quieren que se reemplacen los árboles añosos por otros nuevos.
Algo parecido les ocurrió a Gustavo Guillén y a Carlos Scime. El jueves tuvieron que llamar al 103 de Defensa Civil para que retiraran el árbol que había caído en Alem y Las Piedras.
En poco más de 60 días se desplomaron más de 100 árboles en la provincia. A principios de noviembre, una tormenta tiró más de 30 ejemplares en Yerba Buena. A fines de ese mes, el viento hizo lo mismo con 45 en la capital. El 31 de diciembre cayeron 40 en Simoca y el jueves, 21 más.
Alfredo Grau, profesor de la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT, expresó que, a pesar de que la apariencia sea buena, muchos árboles longevos se encuentran en mal estado, porque cumplieron su ciclo de vida útil. “En el caso de Yerba Buena, el arbolado de la avenida Aconquija está integrado por tarcos y lapachos de más de 70 años y que bien podrían comenzar a ser reemplazados”, afirmó. De todos modos, el experto reconoció que San Miguel de Tucumán, Yerba Buena, Tafí Viejo, Concepción y Famaillá han hecho esfuerzos para renovar el arbolado urbano. “Pero los ciudadanos deben tener más respeto por el arbolado. No hay que usar de chivo expiatorio a los árboles, porque los responsables somos las personas”, destacó Grau, quien insistió en que es necesario destinar más recursos al cuidado de los espacios verdes.
Fernando Torres, director de Defensa Civil de la Provincia, destacó la potencia de las ráfagas: superaron los 60 km/h y no sólo derribaron árboles, sino también postes del tendido eléctrico y dejaron muchas viviendas sin techo. El funcionario aseguró que las ciudades más afectadas fueron Alberdi, Las Cejas, San Miguel de Tucumán, Alderetes, Ranchillos, Banda del Río Salí y Yerba Buena.
El director de Espacios Verdes de San Miguel de Tucumán, Jorge Boggiato, dijo que las olas de calor prolongadas ponen en situación de estrés a los árboles y los hacen más vulnerables. “A eso hay que sumarles los daños que muchos ejemplares han sufrido en las raíces a causa de excavaciones y construcciones, especialmente en la zona céntrica. Además, las últimas tormentas se manifestaron con una violencia tal que no sólo afectaron árboles longevos, sino también a los jóvenes”, dijo el funcionario.
Sin techo
La Fundación Miguel Lillo también sufrió las consecuencias de la tormenta del jueves. Su director, Eduardo García Hamilton, contó que el viento arrancó 40 metros de chapa del techo del cuarto piso del edificio de Miguel Lillo 251. El agua de la lluvia afectó el cielo raso, pero no se produjeron daños mayores, porque en ese sector se están realizando remodelaciones y los cuartos están vacíos.