La herencia policial
José Dante Bustamante decidió que sus primeros pasos como jefe de Policía no iban a ser bruscos. Sabe que debe apaciguar la llama que la protesta policial dejó encendida y que divorció a la fuerza de seguridad con la sociedad. Para eso, se dedicó a acatar las órdenes políticas: detener a los saqueadores y recuperar parte de lo que había sido robado a comerciantes. Pero también debe evitar que el embate judicial en contra de los sediciosos traiga nuevos problemas en la Policía. Asegurar que los rebeldes no vuelvan a dejar a la provincia desprotegida es una tarea cuyo resultado se conocerá a largo plazo.

Pero además de estos desafíos inmediatos, en los primeros días de 2014 Bustamante tendrá que analizar la herencia que le dejaron los dos años de gestión de Jorge Herminio Racedo, para tratar de darle una impronta personal a su paso por la Jefatura de Policía. En concreto, son tres los puntos en los que deberá centrarse:

1) La interna policial: Racedo no pudo manejar las diferencias generadas dentro de la fuerza. El ex jefe de Policía permitió que los rumores y los “correveidiles fueran moneda corriente entre los mandos medios. La mala relación que tuvo con su primer subjefe, Luis Pedraza, dividió a los comisarios, quienes tomaron partido por uno o por otro. La salida de Pedraza y el ingreso de Víctor Sánchez (un especialista en diseños estratégicos de seguridad, pero sin llegada directa con los oficiales) no disminuyeron las tensiones que se vivieron por lo bajo. Un ejemplo claro de esta división fueron las negociaciones llevadas adelante con los sediciosos, quienes en las asambleas comentaron que no encontraban un interlocutor válido con el que se sintieran escuchados. La elección de Bustamante no fue azaroza en este punto; el actual jefe de Policía no era de los hombres de confianza de Racedo y se vio obligado a mantener un perfil bajo en los últimos años. Sin embargo, goza del respeto general de los policías.

2) La corrupción policial: Los últimos casos en los que estuvieron involucrados agentes y oficiales han minado la imagen de la Policía. Racedo se defendió siempre argumentando que durante su gestión no se iban a tolerar hechos de corrupción, por lo que se erigió como el principal interesado en que las “manzanas podridas” sean apartadas. Apenas se conoció que se cambiaba la cúpula policial, desde los tribunales penales le enviaron un mensaje claro a las autoridades del ministerio de Seguridad Ciudadana. “No toquen a la actual Dirección de Investigaciones”, dijeron fiscales y operadores de justicia. El área tuvo un sólo cambio obligado, que fue el pase a retiro de Antonio Quinteros (la cabeza de la dependencia) ya que tenía un cargo mayor al del nuevo jefe de Policía. El resto de las jefaturas de las secciones no se tocó. A los fiscales les había costado encontrar personal de confianza en el área de la Policía que más trabaja con ellos, y hallaron en los comisarios Lilia Moyano de Colombres y Luis Núñez dos nombres de consulta permanente. Así, Bustamante se encuentra atado de manos para designar a alguien de su riñón en esta área estratégica. Por lo demás, deberá avanzar en cambiar las nocivas prácticas policiales que tanto dolor de cabeza le dieron a Racedo, y terminar con el circuito de recaudación paralelo que existe en diversas dependencias.

3) La inseguridad: La brasa ardiente de los arrebatos cada vez más violentos deberá ser apagada por Bustamante. La última gestión apostó a la tecnología con las cámaras de seguridad y a la implementación del sistema 911. Es evidente que la inversión dineraria no es suficiente, y el nuevo jefe de Policía tiene poco tiempo para encontrar un remedio eficaz contra el delito si quiere que su nombre no sea simplemente una transición para salir de la crisis generada por los incidentes del 9 y 10 de diciembre.

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