30 Diciembre 2013
REVOLVIENDO. Luego del accidente hubo vecinos que se robaron ropa. LA GACETA / FOTO DE ANTONIO FERRONI
La camioneta Ford 100 verde en la que viajaban Luis Antonio Morales de 78 años, Josefa Guillermina Varela, José Varela, María Morollo (de 41) y Johana Villalobo (de 16 iba) cargada, en su mayoría con ropa para niños.
Muchos vecinos que viven en los barrios aledaños al lugar en el que sucedió el trágico accidente, sobre la ruta 38, se acercaron para ver qué era lo que había pasado. Los curiosos fueron los primeros, pero con el correr de las horas varios grupos comenzaron a revolver los restos de carrocería y a buscar entre la ropa qué prendas podían llevarse a sus casas. Fue una tarea continua y se escarbaba en silencio.
Cuando este diario entrevistó a estas personas, prefirieron reservar su identidad. “Los que venían en la camioneta vivían en le barrio San Martín y tienen un negocio en el centro de Famaillá. Por lo que sé casi toda la familia trabajaba vendiendo ropa”, afirmó Yanina, una adolescente que en cuclillas buscaba entre la ropa que quedó tirada a la vera de la ruta.
Hubo otros que se concentraron en los restos de carrocería y en las chapas que quedaron desparramadas en el pasto. “Nosotras vinimos a la mañana porque veníamos a visitar a unos parientes. Ellos nos contaron que se escuchó un ruido fuerte, pero no salieron a ver qué era lo que había pasado”, agregó María, una mujer de unos 40 años.
Pasado el mediodía, la Policía trasladó los restos de carrocería que quedaron de los vehículos, pero durante la tarde los curiosos y los que buscaban qué se podían llevar peregrinaron por tandas en el lugar del choque. Alrededor suyo había restos carbonizados y hasta las ropas que se llevaban tenían marcas del fuego que incineró a parte de esta familia de comerciantes.
Muchos vecinos que viven en los barrios aledaños al lugar en el que sucedió el trágico accidente, sobre la ruta 38, se acercaron para ver qué era lo que había pasado. Los curiosos fueron los primeros, pero con el correr de las horas varios grupos comenzaron a revolver los restos de carrocería y a buscar entre la ropa qué prendas podían llevarse a sus casas. Fue una tarea continua y se escarbaba en silencio.
Cuando este diario entrevistó a estas personas, prefirieron reservar su identidad. “Los que venían en la camioneta vivían en le barrio San Martín y tienen un negocio en el centro de Famaillá. Por lo que sé casi toda la familia trabajaba vendiendo ropa”, afirmó Yanina, una adolescente que en cuclillas buscaba entre la ropa que quedó tirada a la vera de la ruta.
Hubo otros que se concentraron en los restos de carrocería y en las chapas que quedaron desparramadas en el pasto. “Nosotras vinimos a la mañana porque veníamos a visitar a unos parientes. Ellos nos contaron que se escuchó un ruido fuerte, pero no salieron a ver qué era lo que había pasado”, agregó María, una mujer de unos 40 años.
Pasado el mediodía, la Policía trasladó los restos de carrocería que quedaron de los vehículos, pero durante la tarde los curiosos y los que buscaban qué se podían llevar peregrinaron por tandas en el lugar del choque. Alrededor suyo había restos carbonizados y hasta las ropas que se llevaban tenían marcas del fuego que incineró a parte de esta familia de comerciantes.
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