Por Marcelo Batiz
29 Diciembre 2013
BUENOS AIRES.- Ya transcurrieron cinco semanas desde la asunción del nuevo Gabinete. El plazo no es suficiente para que Jorge Capitanich y Axel Kicillof puedan mostrar los primeros resultados de sus gestiones, pero sí para que pueda delinearse una tendencia y anticipar cómo será la política económica de 2014. Sin embargo, el tiempo pasó y nada indica que haya habido algo más que un cambio de personajes para que todo siga más o menos igual. Por el contrario, lo que se presentaba como un equipo con nuevos bríos para mejorar la performance de un Gobierno después de un traspié electoral, se va mostrando como el encargado de administrar el tramo final de una administración sin más ideas que la repetición de los anuncios que se vienen dando hace una década.
Con la presión impositiva en los niveles más altos de la historia, las dos primeras medidas económicas fueron aumentar el recargo a los gastos con tarjeta de crédito en el exterior y hacer lo propio con los impuestos internos para autos, motos, embarcaciones y aeronaves. En rigor, dos esfuerzos que buscan los efectos de una devaluación sin devaluar. Pero como el retraso cambiario es notorio, la medida quedó neutralizada y no hubo más remedio que hacer lo que se negaba.
Después de una serie de acuerdos de precios con los eufemismos del caso (”congelados”, “administrados”, “máximos”, “concertados” y sigue la lista), se insiste con un instrumento que hace 60 años demuestra su inutilidad. Con un aditamento: el acuerdo se firmó sin precios ni productos. Si se supone que el costo laboral es uno de los componentes principales de los precios de los productos de la canasta básica, parece por lo menos extraño que tres días después de esa reunión, el empresariado volvió a ser convocado a la Casa Rosada, esta vez junto a sindicalistas afines al Gobierno, y que en ese encuentro no se haya hablado de las inminentes negociaciones paritarias. ¿A los empresarios no les interesa saber qué aumento salarial van a pagar o acaso ya lo descontaron para hacer “cumplibles” los precios de sus productos?, ¿los gremialistas no tuvieron nada que decir en un encuentro irónicamente denominado “Mesa de diálogo”?
El hecho novedoso lo aportó el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, quien anticipó su propósito de emitir “un poquito menos” en 2014. Pero el margen de maniobra del sucesor de Mercedes Marcó del Pont es demasiado estrecho luego de la modificación de la Carta Orgánica que limita la autonomía del Central. Dicho de otro modo, se emitirá lo que quiera que se emita Kicillof. Por otra parte, si la emisión no se incrementa en los niveles habituales de los últimos años, queda herida de muerte la principal fuente de financiamiento del Estado nacional. Lo que lleva al Gobierno a elegir entre dos opciones: buscar financiamientos alternativos con el acceso vedado al mercado de capitales, o ajustar el gasto, algo a lo que se viene negando.
Esas opciones aparecen jaqueadas por las reciente ola de reclamos de las policías provinciales, que difícilmente no sea imitada por la de otros empleados públicos. En ese contexto, no fue casual la advertencia del gobernador correntino, Ricardo Colombi, acerca de una posible emisión de cuasimonedas, ni tampoco la convocatoria de Capitanich a una nueva refinanciación de deudas provinciales.
El panorama se presenta más que complicado para 2014. Con el agravante del frente externo en el que, como señalara el economista Ramiro Castiñeira, “la soja tiene más ganas de bajar que de subir y Brasil tiene más ganas de ajustar que de crecer”. Para hacer frente a esta situación con tantos flancos preocupantes, hace falta un equipo de gobierno decidido a tomar las medidas que sean necesarias. Cuando el 18 de noviembre se anunció el relevo de Abal Medina y Lorenzino por Capitanich y Kicillof, muchos creyeron que se avanzaba en ese sentido. Pero las cinco semanas transcurridas hacen temer que el año comenzará y el rey no podrá ocultar que está desnudo.
Con la presión impositiva en los niveles más altos de la historia, las dos primeras medidas económicas fueron aumentar el recargo a los gastos con tarjeta de crédito en el exterior y hacer lo propio con los impuestos internos para autos, motos, embarcaciones y aeronaves. En rigor, dos esfuerzos que buscan los efectos de una devaluación sin devaluar. Pero como el retraso cambiario es notorio, la medida quedó neutralizada y no hubo más remedio que hacer lo que se negaba.
Después de una serie de acuerdos de precios con los eufemismos del caso (”congelados”, “administrados”, “máximos”, “concertados” y sigue la lista), se insiste con un instrumento que hace 60 años demuestra su inutilidad. Con un aditamento: el acuerdo se firmó sin precios ni productos. Si se supone que el costo laboral es uno de los componentes principales de los precios de los productos de la canasta básica, parece por lo menos extraño que tres días después de esa reunión, el empresariado volvió a ser convocado a la Casa Rosada, esta vez junto a sindicalistas afines al Gobierno, y que en ese encuentro no se haya hablado de las inminentes negociaciones paritarias. ¿A los empresarios no les interesa saber qué aumento salarial van a pagar o acaso ya lo descontaron para hacer “cumplibles” los precios de sus productos?, ¿los gremialistas no tuvieron nada que decir en un encuentro irónicamente denominado “Mesa de diálogo”?
El hecho novedoso lo aportó el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, quien anticipó su propósito de emitir “un poquito menos” en 2014. Pero el margen de maniobra del sucesor de Mercedes Marcó del Pont es demasiado estrecho luego de la modificación de la Carta Orgánica que limita la autonomía del Central. Dicho de otro modo, se emitirá lo que quiera que se emita Kicillof. Por otra parte, si la emisión no se incrementa en los niveles habituales de los últimos años, queda herida de muerte la principal fuente de financiamiento del Estado nacional. Lo que lleva al Gobierno a elegir entre dos opciones: buscar financiamientos alternativos con el acceso vedado al mercado de capitales, o ajustar el gasto, algo a lo que se viene negando.
Esas opciones aparecen jaqueadas por las reciente ola de reclamos de las policías provinciales, que difícilmente no sea imitada por la de otros empleados públicos. En ese contexto, no fue casual la advertencia del gobernador correntino, Ricardo Colombi, acerca de una posible emisión de cuasimonedas, ni tampoco la convocatoria de Capitanich a una nueva refinanciación de deudas provinciales.
El panorama se presenta más que complicado para 2014. Con el agravante del frente externo en el que, como señalara el economista Ramiro Castiñeira, “la soja tiene más ganas de bajar que de subir y Brasil tiene más ganas de ajustar que de crecer”. Para hacer frente a esta situación con tantos flancos preocupantes, hace falta un equipo de gobierno decidido a tomar las medidas que sean necesarias. Cuando el 18 de noviembre se anunció el relevo de Abal Medina y Lorenzino por Capitanich y Kicillof, muchos creyeron que se avanzaba en ese sentido. Pero las cinco semanas transcurridas hacen temer que el año comenzará y el rey no podrá ocultar que está desnudo.
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