Por Carlos Páez de la Torre H
20 Diciembre 2013
24 DE SETIEMBRE AL 800. Así se veía, en la primera década del siglo XX, la cuadra donde estaba el establecimiento de los Escolapios. la gaceta / archivo
En la década de 1880, funcionaba en Tucumán, en la esquina Salta y 24 de Septiembre –donde hoy está la escuela Rivadavia- una sucursal de las Escuelas Pías, regida por los llamados “Padres Escolapios”. Era su rector el presbítero Fermín Molina.
En “Sintetizando recuerdos”, su libro de memorias, Faustino Velloso, quien cursó allí las primeras letras, narra una anécdota de esos años. Recordaba que “en una lección de Geografía dictada por el padre Vicente, al frente de una larga mesa cubierta de mapas, rodeada también de bancos largos, retiré dos de estos. A un golpe de palmas del profesor, todos debíamos sentarnos simultáneamente en nuestros asientos. Al pretender hacerlo, como era lógico dado el tamaño de los mapas, cayeron al suelo, produciendo estupor en el maestro”.
Maestro que luego, “reaccionando bruscamente, sin averiguar los verdaderos orígenes del estropicio, se largó sobre los sorprendidos alumnos para descargar sobre ellos los golpes de su palmeta. Roque Pondal, Jesús María Sal, Roberto Lascano, Luis Toscano y otros que escapan a mi memoria, fueron las víctimas propiciatorias de la ira ‘in crescendo’ del padre Vicente”.
“Aquello terminó en forma espectacular. Fui suspendido por quince días con la pérdida de mis ‘haberes y fama’, lo que consistía en la incautación de todos los vales de conducta y estudio que había obtenido en largas horas de aplicación y buena conducta”. No obstante, decía Velloso, “de esa época y ese colegio conservo los mejores recuerdos. Allí formé algunas amistades y afectos que perduran a través de los años”.
En “Sintetizando recuerdos”, su libro de memorias, Faustino Velloso, quien cursó allí las primeras letras, narra una anécdota de esos años. Recordaba que “en una lección de Geografía dictada por el padre Vicente, al frente de una larga mesa cubierta de mapas, rodeada también de bancos largos, retiré dos de estos. A un golpe de palmas del profesor, todos debíamos sentarnos simultáneamente en nuestros asientos. Al pretender hacerlo, como era lógico dado el tamaño de los mapas, cayeron al suelo, produciendo estupor en el maestro”.
Maestro que luego, “reaccionando bruscamente, sin averiguar los verdaderos orígenes del estropicio, se largó sobre los sorprendidos alumnos para descargar sobre ellos los golpes de su palmeta. Roque Pondal, Jesús María Sal, Roberto Lascano, Luis Toscano y otros que escapan a mi memoria, fueron las víctimas propiciatorias de la ira ‘in crescendo’ del padre Vicente”.
“Aquello terminó en forma espectacular. Fui suspendido por quince días con la pérdida de mis ‘haberes y fama’, lo que consistía en la incautación de todos los vales de conducta y estudio que había obtenido en largas horas de aplicación y buena conducta”. No obstante, decía Velloso, “de esa época y ese colegio conservo los mejores recuerdos. Allí formé algunas amistades y afectos que perduran a través de los años”.
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