19 Diciembre 2013
PASIÓN POR EL SILBATO. Antonio Briseño, Pablo Florez, Antonio Briseño (h) y Sebastián Gauna son los representantes de nuestra provincia en el tercer escalón de la estructura de torneos del básquet liguero.
El título de la nota es copyright del ya desaparecido periodista Luis Rey, que definía así a los árbitros de fútbol. El concepto puede extenderse perfectamente a otras disciplinas, incluida -obviamente- el básquet. Es el estamento más fustigado de este deporte y quienes, con un silbato tienen la misión de distribuir justicia en una cancha, coexisten con la crítica y situaciones difíciles.
Con todo, esa exposición no los desalienta. Y Tucumán, después de algunas décadas en las que contó con varios jueces nacionales (el recuerdo nos remonta a los nombres de Abraham Assaf, Bernardo Morales, Víctor Ibáñez y Enrique Salvador) vuelve a tener cuatro representantes en una competencia nacional, en esta caso el Torneo Federal. Ellos son Antonio Briseño y Sebastián Gauna (ambos con licencia CABB), Antonio Briseño (h) y Pablo Florez (federativos).
Antonio padre, el más experimentado de los cuatro, se relacionó con el arbitraje casi por casualidad. “Yo cursaba el secundario cuando un compañero de colegio me avisó que (Néstor) Silva dictaba un curso. Me anoté, más que nada para hacer tiempo, pero de a poco me fue gustando y ahora estoy acá, viviendo a pleno esta carrera que elegí”, refiere sobre sus comienzos.
Para Antonio junior (jugó en CC hasta juveniles) y Seba Gauna, fue una cuestión hereditaria. “Yo lo acompañaba a la cancha a mi papá. Sabía que era su trabajo y a lo que estaba expuesto, pero lo mismo seguí sus pasos”, dice el más chico de los Briseño. Florez vino desde su Santa María natal a estudiar Educación Física y se interesó por el arbitraje. Pese a algunas experiencias poco agradables, afirma no estar arrepentido de elegir esta profesión.
“El que dirige en Tucumán está capacitado para hacerlo en cualquier cancha del país”, sentenció alguna vez el jujeño Rodolfo Janco. “Es muy cierto, se hace difícil arbitrar por la pasión que ponen el público, los jugadores...”, concuerda Gauna, mientras el más veterano (Briseño padre) afirma: “más allá de lo que pueda decirse, hay una competencia local fuerte; de otro modo no hay forma de proyectarse ni crecer. Siempre, uno trata de dar lo mejor en el partido e irse con esa tranquilidad a casa. Por ahí gana el que no merece ganar, pero así es el deporte”.
Con todo, esa exposición no los desalienta. Y Tucumán, después de algunas décadas en las que contó con varios jueces nacionales (el recuerdo nos remonta a los nombres de Abraham Assaf, Bernardo Morales, Víctor Ibáñez y Enrique Salvador) vuelve a tener cuatro representantes en una competencia nacional, en esta caso el Torneo Federal. Ellos son Antonio Briseño y Sebastián Gauna (ambos con licencia CABB), Antonio Briseño (h) y Pablo Florez (federativos).
Antonio padre, el más experimentado de los cuatro, se relacionó con el arbitraje casi por casualidad. “Yo cursaba el secundario cuando un compañero de colegio me avisó que (Néstor) Silva dictaba un curso. Me anoté, más que nada para hacer tiempo, pero de a poco me fue gustando y ahora estoy acá, viviendo a pleno esta carrera que elegí”, refiere sobre sus comienzos.
Para Antonio junior (jugó en CC hasta juveniles) y Seba Gauna, fue una cuestión hereditaria. “Yo lo acompañaba a la cancha a mi papá. Sabía que era su trabajo y a lo que estaba expuesto, pero lo mismo seguí sus pasos”, dice el más chico de los Briseño. Florez vino desde su Santa María natal a estudiar Educación Física y se interesó por el arbitraje. Pese a algunas experiencias poco agradables, afirma no estar arrepentido de elegir esta profesión.
“El que dirige en Tucumán está capacitado para hacerlo en cualquier cancha del país”, sentenció alguna vez el jujeño Rodolfo Janco. “Es muy cierto, se hace difícil arbitrar por la pasión que ponen el público, los jugadores...”, concuerda Gauna, mientras el más veterano (Briseño padre) afirma: “más allá de lo que pueda decirse, hay una competencia local fuerte; de otro modo no hay forma de proyectarse ni crecer. Siempre, uno trata de dar lo mejor en el partido e irse con esa tranquilidad a casa. Por ahí gana el que no merece ganar, pero así es el deporte”.