Por Rubén Rodó
15 Diciembre 2013
Aquellos conceptos resumidos en el latiguillo de campaña con los que Alfonsín anduvo y desanduvo caminos de la República, en 1983, predicando, cual evangelista, de que con la democracia se come, se educa y se cura, ¿perdieron vigencia? ¿Merecía ese hombre, a 30 años, que se le ofreciera una orgía de sangre, saqueos y violencia como los vividos en el país? En el Día de la Democracia, hubiera querido para sí otra recordación como homenaje. De convivencia pacífica entre argentinos, de confraternidad, de solidaridad, de respeto por el otro, cualquiera fuera su ideología, color de piel o creencia religiosa. Por eso peleó durante toda su vida. ¡De estar vivo, qué triste e impotente se hubiera sentido!
Dio mucha pena ver por TV a la Presidente bailando, divertida, con una sartén, ajena a la realidad. Fue el reverso doloroso del país del caos con una decena de muertos. Así, culminó una semana de furia ciega, de terror colectivo, de irracionalidad, con alzamiento de fuerzas policiales. Sin importar vidas ni haciendas, dejaron a la Argentina en total indefensión. Quedó liberada a aluviones de jaurías humanas, que sembraron muerte, saqueos y tropelías al voleo en supermercados, negocios y hasta en casas de familia. Los vándalos arrasaron con todo. Nada se respetó. Ni a nadie. Una ola gigante de indignación anegó las calles de la República, con el aguijón del miedo clavado en la gente.
En ese paisaje revuelto, de desesperación y pánico, con un Estado ausente y un estado de derecho inexistente, Tucumán aportó su cuota para el obituario: 5 muertos y decenas de heridos, además de daños irreparables. De todo eso tendrá que hacerse cargo Alperovich. Exhibió su incompetencia de gobernante, con una provincia al garete, transfigurada en tierra de delincuentes, por la inacción irresponsable de la policía. Amigos que quisieron visitar al gobernador -según se comenta- no fueron recibidos señalándoseles que su estado anímico es de abatimiento. El mandatario tendría el propósito de hacer cambios profundos en su gabinete. Su problema es que no tiene piezas para los reemplazos. Durante su gestión no supo construir un elenco confiable.
La Iglesia no dudó en focalizar en él la responsabilidad de lo ocurrido con un documento durísimo. Los funcionarios de Seguridad, desde el ministro Jorge Gassembauer para abajo, abusaron de su ineptitud. Fueron lamentables las declaraciones de Eduardo Di Lella y de su sucesor Paul Hofer. Dan una idea acabada en manos de quienes estuvo y está la protección de los tucumanos. Demostraron vivir en babia.
La rebelión policial fue mucho más allá de la protesta por una justa mejora salarial. En rigor, fue un alzamiento premeditado con auspicio e impulso desde sus propias entrañas. Tiene nombres y apellidos. Sus instigadores, en vez de ser sancionados y puestos a disposición de la Justicia, Alperovich los premió con su reincorporación, lo que generó el portazo del jefe policial, Jorge Racedo. La fuerza cuenta con una empadronada red de informantes en sectores marginales. Utiliza a menudo a los buchones no sólo para orientar la pesquisa de delitos. También, para otras tareas non sanctas, ajenas a la función policial. Esta vez, funcionaron como soporte extorsivo del reclamo, para arrancar al zar lo que pedían. No abortada a tiempo la insubordinación, la situación lo desbordó y terminó fagocitado por la crisis. Se dice que son muchas más las víctimas fatales que las informadas oficialmente. El peronista Enrique Romero pidió a la Fiscalía de Corte oficiar a los hospitales para que informen cuántos muertos hubo realmente en los días de descontrol.
La policía viene cebada con este tipo de acciones. En tiempos lejanos le hizo un autoacuartelamiento al gobernador Riera. La sedición dejó en la fuerza un poder potencialmente peligroso. El gobierno debe conjurar este brote malsano, para evitar en un futuro no distante sorpresas desagradables. La revuelta fue el más duro revés político propinado al César en su gestión de 10 años. No le será fácil remontar tanta adversidad. El poco crédito que le quedaba en la sociedad, después de la derrota política de octubre, acaba de sepultarlo. Con un poder recortado por la dinámica de los sucesos, cada vez tiene menos margen de acción. Si antes pensaba en su eternidad, ahora debe preocuparse en mantenerse en pie y cómo llegar al final de su mandato sin mayores magulladuras de las que ya tiene.
Antes de que se desatara el cataclismo arrasador, para Alperovich todo estaba en orden, prueba irrefutable de que está inmerso en una burbuja autista. Por información privilegiada, tuvo la precaución, eso sí, de poner a buen resguardo los automotores de sus concesionarias. Pero no alertó al comercio, ni a la población sobre la inminencia de los saqueos que devendrían. Hasta menospreció el concurso de las fuerzas federales y cuando las pidió ya era demasiado tarde. La ciudad estaba envuelta en las llamas del caos y el terror. La gente tomó armas para defender su vida, sus casas y sus bienes. Por la inseguridad, Sergio Massa postergó su venida, prevista para el viernes 20.
Vuelta relativamente la calma, la ira contenida se descargó, multitudinariamente, en la plaza Independencia, en dos manifestaciones consecutivas. En la última, la gente expresó su repudio al zar, a quien le dedicó cánticos y abucheos -algunos irreproducibles-, y hasta reclamó machaconamente su renuncia. La protesta fue reprimida a palos, balas de goma y gases lacrimógenos. Él niega que la ordenara. Sin autorización superior, la infantería no acciona violentamente. La gente fue salvada de la brutal golpiza por la Gendarmería. El repudio alcanzó, también, a las fuerzas del orden público, por su irresponsabilidad de dejar a la población desprotegida, a merced de la delincuencia. El miedo perdurará en la cabeza de los tucumanos.
El presupuesto de la policía para 2014 es de $1.312 millones y la suba salarial del 35% representa un desembolso adicional de $458 millones. Los demás gremios no tardarán en exigir iguales requerimientos para docentes, trabajadores de la salud -áreas ultrasensibles-, como también para la administración pública, municipalidades y comunas rurales. Con la anunciada astringencia de fondos del gobierno nacional, Alperovich tendrá que ser mago para satisfacer las peticiones. La conflictividad social asomará apenas se inicie 2014.
“Gastos sociales”
Al parecer, quienes no tienen problemas económicos son el vicegobernador con licencia eterna, Juan Luis Manzur, y el senador nacional Sergio Mansilla. En el programa de televisión “A fuego lento”, de Clara Mariño, emitido por Canal 26, el miércoles a las 22, el ex jefe de la SIDE en tiempos de Menem, Juan Bautista “Tata” Yofre, reveló que el ministro de Salud Pública de Cristina y renunciante diputado nacional, percibe de la Legislatura, como “gastos sociales” $ 500.000 por mes y “la burra” Mansilla $ 400.000 (sic). Si ninguno de los dos está en el Parlamento, ¿no han caído en pecado capital? Las cifras corresponden al ejercicio 2013 del Parlamento, con un presupuesto de $552 millones. El de 2014 es de $ 750 millones. La distribución de “los gastos sociales” no se conoce aún. Sería bueno que informara el presidente subrogante, Regino Amado.
La sedición policial que no supo, ni pudo conjurar, no fue el único revés. Susana Trimarco, con atribuciones de cogobernante -dadas por Alperovich-, por carácter transitivo le descargó un mandoble en pleno rostro, a través de su ministro político. Considera a Edmundo Jiménez “la mano negra” que todo manipula en Tribunales, a quien llama “tipo”. Está muy nerviosa, porque la Corte Suprema no define la causa por el secuestro de su hija Marita. Al año de elevar el recurso de casación contra el fallo de la Cámara Penal que absolvió a los 13 imputados, no hay resolución alguna. La verdad es que el alto tribunal no sabe qué hacer. En la cúpula hay rencillas a granel. El caso está más enredado que nunca. Trimarco llegó a insultar a los jueces. La Asociación de Magistrados, con Liliana Vitar a la cabeza, la cruzó fuerte, en defensa del Poder Judicial.
Gandur en acción
Antonio Gandur, desde su asunción como nuevo capitán, imprimió al tribunal una acción que antes no lucía. No dudó en calificar al mandatario de violador de los derechos humanos, al negar la jubilación del camarista Alberto Piedrabuena, y anuló el decreto. Acaba de darle otro sopapo al PE. Rechazó, en sólido fallo, el recurso federal extraordinario que dedujo la Provincia. Alperovich acabaría con las chicanas baratas y, finalmente, aceptaría la dimisión de Piedrabuena. Otra mala noticia para su amiga Trimarco, que la enfurecerá.
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