15 Diciembre 2013
la gaceta / foto de inés quinteros orio
Luis Antonio Zazano - sacerdote católico, vicario de la catedral
“Pecadores. Sí, todos somos pecadores; corruptos no…” Son palabras del papa Francisco. En estos días la división se ha metido, el pecado de Caín se hizo carne entre nosotros, “el hermano mata a su hermano”. Hoy tenemos una sociedad tucumana fragmentada: la Policía vs. la comunidad; los que viven en la periferia vs. los que viven en barrios. Esto nos lleva a que la confianza desaparezca en su totalidad y el miedo reine. Ante esta realidad está la corrupción, ese acostumbramiento al error y el negarse a cambiar, todo esto parece que es una consecuencia y no un inicio. Pero ¿será consecuencia de crisis educativa? ¿de la falta de valores familiares? ¿de la ilimitada picardía criolla? Lo que hemos vivido en estos días es una consecuencia, y lo más doloroso es que muchos de los implicados son jóvenes, la gran mayoría de los protagonistas no son mayores de 40 años. Creo que como Iglesia debemos pedir perdón, porque muchos de los que saquearon y protagonizaron esta tensión son católicos; pidamos perdón también por ello y por ellos. Y en estas circunstancias: ¿es posible seguir el camino de la paz? ¿Podemos salir de esta espiral de dolor y de muerte? ¿Aprender de nuevo a caminar por las sendas de la paz? Invocando la ayuda de Dios quiero responder: Sí, es posible para todos. Mi fe cristiana me lleva a mirar a la cruz. ¡Cómo quisiera que por un momento todos los hombres y las mujeres de buena voluntad mirasen la cruz! Allí se puede leer la respuesta de Dios: allí, a la violencia no se ha respondido con violencia, a la muerte no se ha respondido con el lenguaje de la muerte. En el silencio de la cruz calla el ruido de las armas y habla el lenguaje de la reconciliación, del perdón, del diálogo, de la paz. Quisiera pedir que nosotros cristianos y los hermanos de las otras religiones, todos los hombres y mujeres de buena voluntad gritasen con fuerza: ¡La violencia y la guerra nunca son el camino para la paz! Que cada uno mire dentro de su propia conciencia y escuche la palabra que dice: sal de tus intereses, deja la indiferencia hacia el otro que hace insensible tu corazón, vence tus razones de muerte y ábrete al diálogo, a la reconciliación; mira el dolor de tu hermano -pienso en los niños-, el dolor de tu hermano, y no añadas más dolor, detén tu mano, reconstruye la armonía que se ha roto no con la confrontación sino con el encuentro. “Nunca más los unos contra los otros; jamás, nunca más... “ La paz se afianza solamente con la paz; la paz no separada de los deberes de la justicia, sino alimentada por el propio sacrificio, por la clemencia, por la misericordia, por la caridad. Perdón, diálogo, reconciliación son las palabras de la paz. Esto es tarea tuya y mía; debemos reconstruir la sociedad y esto exige de todos, desde la maestra, desde el sacerdote, desde la mamá y el papá, del gobierno; pues para cambiar esto necesitamos de todos y , ¡por favor! Nadie mire al costado. No dejemos que nos roben la Navidad.
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