12 Diciembre 2013
Dos jóvenes agonizan luego de la ola de atracos
En los principales hospitales públicos confirmaron hasta anoche la muerte de cuatro personas vinculadas con los robos del lunes y martes. Muchísimos heridos. Dolor en el velatorio de dos jóvenes. Una familia niega que la víctima haya participado de los saqueos.
EN 9 DE JULIO AL 3.800. No creen que Díaz haya participado de los saqueos.
Se habla de un número mayor, pero las autoridades médicas sólo confirmaron la muerte de cuatro personas durante las casi 48 horas que la Policía descolgó los teléfonos y dejó de patrullar las calles. Además, dos jóvenes se encontraban en grave estado ayer en el hospital Padilla. Se trata de un hombre y una mujer que permanecían en terapia intensiva, conectados a un respirador artificial.
“Él tiene una herida grave de arma de fuego y a ella le pasó un auto por encima”, informó el subdirector del Padilla, Marcelo Monteros. También remarcó que hubo una tercera muerte por accidente en moto, pero aclaró que no se pudo comprobar que el hecho tuviera relación con los saqueos. Además, habría una cuarta víctima por un disparo con arma de fuego, dijeron fuentes policiales.
Entre la mañana del martes y la madrugada de ayer, a la guardia del Padilla ingresaron 26 personas con cortes y golpes, y cuatro con heridas de armas de fuego.
Al Centro de Salud, en ese mismo lapso, llegaron 21 pacientes. El director de ese hospital, Diego Eskinazi, precisó que nueve presentaban heridas de armas de fuego, sin gravedad.
En la Justicia, mientras tanto, aún no habían recibido todas las denuncias por los saqueos. Por ello no podían precisar el número de víctimas. El abogado Pablo Rivera contó que presentó espontáneamente a un hombre que había disparado contra un presunto saqueador, pero que en la fiscalía le dijeron que no había ninguna denuncia por ese hecho.
No llegó al saqueo
La familia de Javier Cuello reconoce que “quizás” sí se dirigía a una despensa que estaba siendo saqueada cuando lo mataron. Sin embargo, aclaran que no llegó a destino. El joven de 25 años cayó muerto tras recibir dos balazos unos 50 metros antes del comercio, situado en México y Viamonte.
Javier tenía 25 años y murió, el lunes a la noche. Su tía, Leonor Cuello, recordó que salió en moto con un amigo alrededor de las 22. “Iban para la parte de los saqueos. No lo discuto. Pero cuando estaban por llegar escucharon disparos, dieron la vuelta y se cayeron de la moto”, relató la mujer. Según Leonor, una horda de personas armadas se abalanzó sobre su sobrino y le pegaron dos tiros: uno en el cuello y otro en el estómago.
Dora, la mamá de Javier, velaba ayer a su hijo en la humilde casa que tiene la familia en Villa Muñecas, a la altura de Viamonte al 2.500. “Él hacía changuitas, limpiaba jardines, andaba con el carro y la gente le daba ropita”, expresa la mujer, invadida por el dolor de no tener más a su hijo.
Iba a ser papá
En el otro extremo de la ciudad, a la altura de 9 de Julio al 3.800, Érica Santillán estaba sentada al lado del cajón de su concubino. Carlos Díaz, el joven de 24 años que murió el martes a la noche, cuando habló con LA GACETA.
La mujer, que tiene 22 años y está embarazada, dijo que su pareja no estaba robando cuando lo asesinaron. Relató que el martes a las 18 Carlos había vuelto de trabajar en una carpintería situada a siete cuadras de su casa. “Se acostó a dormir y se levantó como a las 23 porque tenía hambre”, cuenta.
Carlos guardó $ 20 en el bolsillo y -según su concubina- fue a comprar un sándwich. “Cuando volvía lo agarraron en la esquina”, dijo Érica y rompió en llanto. Comentó que ella escuchó gritos y salió a la vereda. Desde allí lo vio caer. “Le pegaron un tiro en la frente”, dijo.
Ella sostuvo que había una treintena de atacantes, todos armados con palos, machetes y pistolas. “El barrio era una locura desde temprano; los vecinos nos cuidábamos unos a otros cada vez que esa gente venía haciendo tiros”, recordó.
Érica supo que su concubino había muerto recién ayer a la mañana porque su papá la había llevado a su casa para que no pasara la noche nerviosa. Ahora tomó conciencia de lo que implica esa pérdida con un hijo en camino. “Trabajo en casas de familia pero ya había avisado que iba a ir hasta fin de mes porque él no quería que trabaje”, mencionó.
Su último gran recuerdo con Carlos pertenece al 8 de diciembre, cuando caminaron juntos a La Reducción para pedirle a la Virgen del Valle que los ayudara a terminar de construir la casa. “Esto pasó por culpa de la Policía, quizás ellos están apoyando a los mismos delincuentes”, lamentó.
“Él tiene una herida grave de arma de fuego y a ella le pasó un auto por encima”, informó el subdirector del Padilla, Marcelo Monteros. También remarcó que hubo una tercera muerte por accidente en moto, pero aclaró que no se pudo comprobar que el hecho tuviera relación con los saqueos. Además, habría una cuarta víctima por un disparo con arma de fuego, dijeron fuentes policiales.
Entre la mañana del martes y la madrugada de ayer, a la guardia del Padilla ingresaron 26 personas con cortes y golpes, y cuatro con heridas de armas de fuego.
Al Centro de Salud, en ese mismo lapso, llegaron 21 pacientes. El director de ese hospital, Diego Eskinazi, precisó que nueve presentaban heridas de armas de fuego, sin gravedad.
En la Justicia, mientras tanto, aún no habían recibido todas las denuncias por los saqueos. Por ello no podían precisar el número de víctimas. El abogado Pablo Rivera contó que presentó espontáneamente a un hombre que había disparado contra un presunto saqueador, pero que en la fiscalía le dijeron que no había ninguna denuncia por ese hecho.
No llegó al saqueo
La familia de Javier Cuello reconoce que “quizás” sí se dirigía a una despensa que estaba siendo saqueada cuando lo mataron. Sin embargo, aclaran que no llegó a destino. El joven de 25 años cayó muerto tras recibir dos balazos unos 50 metros antes del comercio, situado en México y Viamonte.
Javier tenía 25 años y murió, el lunes a la noche. Su tía, Leonor Cuello, recordó que salió en moto con un amigo alrededor de las 22. “Iban para la parte de los saqueos. No lo discuto. Pero cuando estaban por llegar escucharon disparos, dieron la vuelta y se cayeron de la moto”, relató la mujer. Según Leonor, una horda de personas armadas se abalanzó sobre su sobrino y le pegaron dos tiros: uno en el cuello y otro en el estómago.
Dora, la mamá de Javier, velaba ayer a su hijo en la humilde casa que tiene la familia en Villa Muñecas, a la altura de Viamonte al 2.500. “Él hacía changuitas, limpiaba jardines, andaba con el carro y la gente le daba ropita”, expresa la mujer, invadida por el dolor de no tener más a su hijo.
Iba a ser papá
En el otro extremo de la ciudad, a la altura de 9 de Julio al 3.800, Érica Santillán estaba sentada al lado del cajón de su concubino. Carlos Díaz, el joven de 24 años que murió el martes a la noche, cuando habló con LA GACETA.
La mujer, que tiene 22 años y está embarazada, dijo que su pareja no estaba robando cuando lo asesinaron. Relató que el martes a las 18 Carlos había vuelto de trabajar en una carpintería situada a siete cuadras de su casa. “Se acostó a dormir y se levantó como a las 23 porque tenía hambre”, cuenta.
Carlos guardó $ 20 en el bolsillo y -según su concubina- fue a comprar un sándwich. “Cuando volvía lo agarraron en la esquina”, dijo Érica y rompió en llanto. Comentó que ella escuchó gritos y salió a la vereda. Desde allí lo vio caer. “Le pegaron un tiro en la frente”, dijo.
Ella sostuvo que había una treintena de atacantes, todos armados con palos, machetes y pistolas. “El barrio era una locura desde temprano; los vecinos nos cuidábamos unos a otros cada vez que esa gente venía haciendo tiros”, recordó.
Érica supo que su concubino había muerto recién ayer a la mañana porque su papá la había llevado a su casa para que no pasara la noche nerviosa. Ahora tomó conciencia de lo que implica esa pérdida con un hijo en camino. “Trabajo en casas de familia pero ya había avisado que iba a ir hasta fin de mes porque él no quería que trabaje”, mencionó.
Su último gran recuerdo con Carlos pertenece al 8 de diciembre, cuando caminaron juntos a La Reducción para pedirle a la Virgen del Valle que los ayudara a terminar de construir la casa. “Esto pasó por culpa de la Policía, quizás ellos están apoyando a los mismos delincuentes”, lamentó.
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Policía de Tucumán