Por Silvina Cena
07 Diciembre 2013
EL GRAN SEDUCTOR. Para esta noche, Castaña prometió canciones, baile, un brillante dúo con la “Gata” Varela... y mimos a las fans tucumanas. TELAM
1. Arbitrario
¿Cuál es la estructura típica de una canción popular? ¿Cuál es el mínimo de estrofas que exige una composición que luego será coreada por miles de gargantas? Un manual básico, viejo y a todas luces objetable contestará que son cinco: una introducción, un verso, el estribillo, un nuevo verso y el estribillo otra vez. Habrá quienes, con razón y cientos de ejemplos contrarios, impugnen la fórmula, pero al menos esta sirve para suponer lo siguiente: si los párrafos imprescindibles son cinco, entonces la inspiración de Cacho Castaña ha sido el génesis de al menos 15.000 estrofas a lo largo de toda su carrera.
15.000 coplas repartidas en los cerca de 3.000 temas que admite haber escrito.
15.000 maneras de cantarle al amor.
15.000 reverencias a la picardía.
15.000 odas a la bohemia.
15.000 excusas para reforzar la leyenda.
El cálculo es arbitrario, por supuesto, pero arbitrarias son todas las aproximaciones.
2. Tesoro
“Este número de teléfono que te doy ahora -habla claro y fuerte Marita, la manager de Cacho- no se lo podés dar a nadie. Agendalo vos y más nadie. ¿Entendés? Más nadie”. Por la insistencia de la mujer, esa combinación de 10 dígitos parece ser un tesoro. O más bien: la contraseña para acceder al tesoro. Marcada la clave, el cofre demora apenas dos llamadas en abrirse. Una voz rasposa saluda del otro lado. Una voz rasposa con paréntesis rumiantes. “Esperame que estoy comiendo”, pide Cacho, Cacho de Buenos Aires. Y, mientras mastica pastosamente, sigue hablando. “Siempre la pasé muy bien en Tucumán, desde la época en que cantaba en el Casino, en el 72. He tomado muchos vinos allá, he comido muchas empanadas”, se ríe Cacho, Cacho El Matador. “¿Cómo será el show? Lindo, seguro. Nos vamos a divertir, vamos a tocar temas nuevos, temas de antes. Con Adriana Varela vamos a hacer algo juntos. Y bueno, después canto. A veces bailo también, pero no mucho”. Cacho traga el último bocado.
3. Un gran poeta
- ¿Es cierto que escribiste más de 2.500 canciones?
- Seguro, casi 3.000.
- ¿Seguís componiendo?
- Ya no. Es como que escribí tanto que ya no se me ocurre nada realmente, salvo que me entere de una historia distinta.
- ¿Qué te inspira?
- (contesta rápido) El desamor. Todos los poetas escriben cuando se le van las mujeres. O sea, todos los poetas son unos cornudos. Y yo soy un gran poeta (ríe fuerte).
- ¿Y aún sufrís el desamor?
- Y de vez en cuando alguna locura me agarra...
- ¿Qué hacés entonces?
- Trato de documentarlo, pero cuando empiezo a componer, me parece que ya lo escribí antes y lo dejo. Es difícil, ya se me hace difícil.
4. Piel de piano
Es 1948 y él tiene seis años. Ha dejado de ser Humberto Vicente -no en los papeles, está claro- y es más conocido como Cacho, apodo que le puso su mamá (“no tengo idea por qué”), que conservaron sus compañeros de la escuela y con el que trascendería en el mundo artístico.
Es 1948 y Cacho se sienta por primera vez en la enana silla frente al piano que aloja su casa del barrio porteño de Flores. Sus manos son pequeñas como las de cualquier niño, pero igual repasan con voracidad la sonrisa blanca y negra del instrumento. Entre las docenas de figuras que han tocado hasta hoy esos dedos, aquella ha de ser una de las más dóciles, una de las más suaves, una de las más sensuales.
Es 1948 y en la casa de los Castagna (el apellido original no lleva “ñ”) la música es un integrante más. “En verdad, toda mi vida hice música, desde chico. Mis viejos cantaban, mis hermanos también... Era una familia italiana muy típica, parecíamos Los Campanelli. Ellos me ayudaron a cantar, y una vez que me metí en este mundo, ya no supe hacer otra cosa”.
5. “Yo qué sé”
- ¿Cómo quién querías ser a los seis años?
- Como Mariano Mores. Quería tener una gran orquesta, tocar el piano en una gran orquesta. Después, de repente, empecé a cantar. No sé cómo empecé a cantar.
- En tu casa escuchaban a Mores.
- Claro, de chicos escuchábamos tango en la radio, nada más. No había otra cosa. Hasta que apareció Elvis. Elvis nos voló la cabeza a todos.
- ¿Y entonces querías ser como él?
- ¡Totalmente! Todos queríamos ser como él. Todos lo imitábamos, cada uno a su manera.
- Y un poco sos nuestro Elvis...
- ¡Yo qué sé! No tengo la menor idea. No me detengo mucho a pensar en eso... (se interrumpe de pronto). Ay, pará, pará, que el perro me está mordiendo. Salí, andá -le habla al perro-. Bueno, andá, llevate la pantufla. Llevátela.
6. Añoranzas del Matador
Castaña se recibió de profesor de piano a los 14 años, es decir ocho años después de haber iniciado los estudios. Pero antes de eso, ya era bastante ducho en otros temas menos académicos: en una entrevista reciente con un medio porteño, el cantante que ha hecho una bandera de la devoción por las mujeres confesó que su debut sexual ocurrió a los 13, con dos mujeres de 30. “Estuve como un año con las pibas. De chiquito era encantador”, señaló. Encantador y todo, Cacho insiste en un postulado que reafirma en casi todas las entrevistas que concede: el hombre no debe creerse un ganador, son ellas las que seducen. “De todos modos -le aclara a LA GACETA-, no seducen hoy como lo hacían hace 30 años. Antes eran recatadas, ya no. Ahora son mucho más transgresoras: tienen el auto, te llevan a su departamento y son ellas la que te llaman el remís para que te vuelvas a tu casa. Antes era al revés. ¿Qué prefiero yo? Y... lo de antes. Era más romántico todo, era más lindo pelearla. Cuando la cosa es así de fácil, no tiene tanto sabor”.
7. El 10% oculto
- ¿La televisión te acercó más a la gente?
- La televisión me divierte. A esta altura, ya no me interesa vender nada en TV: hago los programas para divertirme, no para otra cosa.
- Las anécdotas íntimas que contaste en “Buenos muchachos” fascinaban al público, ¿todo se puede contar en TV?
- ¡No! Hay muchas cosas que no se pueden contar. Que no se deben contar.
- O sea que no te conocemos tanto como creemos.
- Para nada. Hay un 10% de mí que me guardo en el bolsillo.
ACTÚA HOY
• A las 22.30, en el club Central Córdoba (avenida Alem y Bolívar). Entradas en el club y en Sucrédito.
¿Cuál es la estructura típica de una canción popular? ¿Cuál es el mínimo de estrofas que exige una composición que luego será coreada por miles de gargantas? Un manual básico, viejo y a todas luces objetable contestará que son cinco: una introducción, un verso, el estribillo, un nuevo verso y el estribillo otra vez. Habrá quienes, con razón y cientos de ejemplos contrarios, impugnen la fórmula, pero al menos esta sirve para suponer lo siguiente: si los párrafos imprescindibles son cinco, entonces la inspiración de Cacho Castaña ha sido el génesis de al menos 15.000 estrofas a lo largo de toda su carrera.
15.000 coplas repartidas en los cerca de 3.000 temas que admite haber escrito.
15.000 maneras de cantarle al amor.
15.000 reverencias a la picardía.
15.000 odas a la bohemia.
15.000 excusas para reforzar la leyenda.
El cálculo es arbitrario, por supuesto, pero arbitrarias son todas las aproximaciones.
2. Tesoro
“Este número de teléfono que te doy ahora -habla claro y fuerte Marita, la manager de Cacho- no se lo podés dar a nadie. Agendalo vos y más nadie. ¿Entendés? Más nadie”. Por la insistencia de la mujer, esa combinación de 10 dígitos parece ser un tesoro. O más bien: la contraseña para acceder al tesoro. Marcada la clave, el cofre demora apenas dos llamadas en abrirse. Una voz rasposa saluda del otro lado. Una voz rasposa con paréntesis rumiantes. “Esperame que estoy comiendo”, pide Cacho, Cacho de Buenos Aires. Y, mientras mastica pastosamente, sigue hablando. “Siempre la pasé muy bien en Tucumán, desde la época en que cantaba en el Casino, en el 72. He tomado muchos vinos allá, he comido muchas empanadas”, se ríe Cacho, Cacho El Matador. “¿Cómo será el show? Lindo, seguro. Nos vamos a divertir, vamos a tocar temas nuevos, temas de antes. Con Adriana Varela vamos a hacer algo juntos. Y bueno, después canto. A veces bailo también, pero no mucho”. Cacho traga el último bocado.
3. Un gran poeta
- ¿Es cierto que escribiste más de 2.500 canciones?
- Seguro, casi 3.000.
- ¿Seguís componiendo?
- Ya no. Es como que escribí tanto que ya no se me ocurre nada realmente, salvo que me entere de una historia distinta.
- ¿Qué te inspira?
- (contesta rápido) El desamor. Todos los poetas escriben cuando se le van las mujeres. O sea, todos los poetas son unos cornudos. Y yo soy un gran poeta (ríe fuerte).
- ¿Y aún sufrís el desamor?
- Y de vez en cuando alguna locura me agarra...
- ¿Qué hacés entonces?
- Trato de documentarlo, pero cuando empiezo a componer, me parece que ya lo escribí antes y lo dejo. Es difícil, ya se me hace difícil.
4. Piel de piano
Es 1948 y él tiene seis años. Ha dejado de ser Humberto Vicente -no en los papeles, está claro- y es más conocido como Cacho, apodo que le puso su mamá (“no tengo idea por qué”), que conservaron sus compañeros de la escuela y con el que trascendería en el mundo artístico.
Es 1948 y Cacho se sienta por primera vez en la enana silla frente al piano que aloja su casa del barrio porteño de Flores. Sus manos son pequeñas como las de cualquier niño, pero igual repasan con voracidad la sonrisa blanca y negra del instrumento. Entre las docenas de figuras que han tocado hasta hoy esos dedos, aquella ha de ser una de las más dóciles, una de las más suaves, una de las más sensuales.
Es 1948 y en la casa de los Castagna (el apellido original no lleva “ñ”) la música es un integrante más. “En verdad, toda mi vida hice música, desde chico. Mis viejos cantaban, mis hermanos también... Era una familia italiana muy típica, parecíamos Los Campanelli. Ellos me ayudaron a cantar, y una vez que me metí en este mundo, ya no supe hacer otra cosa”.
5. “Yo qué sé”
- ¿Cómo quién querías ser a los seis años?
- Como Mariano Mores. Quería tener una gran orquesta, tocar el piano en una gran orquesta. Después, de repente, empecé a cantar. No sé cómo empecé a cantar.
- En tu casa escuchaban a Mores.
- Claro, de chicos escuchábamos tango en la radio, nada más. No había otra cosa. Hasta que apareció Elvis. Elvis nos voló la cabeza a todos.
- ¿Y entonces querías ser como él?
- ¡Totalmente! Todos queríamos ser como él. Todos lo imitábamos, cada uno a su manera.
- Y un poco sos nuestro Elvis...
- ¡Yo qué sé! No tengo la menor idea. No me detengo mucho a pensar en eso... (se interrumpe de pronto). Ay, pará, pará, que el perro me está mordiendo. Salí, andá -le habla al perro-. Bueno, andá, llevate la pantufla. Llevátela.
6. Añoranzas del Matador
Castaña se recibió de profesor de piano a los 14 años, es decir ocho años después de haber iniciado los estudios. Pero antes de eso, ya era bastante ducho en otros temas menos académicos: en una entrevista reciente con un medio porteño, el cantante que ha hecho una bandera de la devoción por las mujeres confesó que su debut sexual ocurrió a los 13, con dos mujeres de 30. “Estuve como un año con las pibas. De chiquito era encantador”, señaló. Encantador y todo, Cacho insiste en un postulado que reafirma en casi todas las entrevistas que concede: el hombre no debe creerse un ganador, son ellas las que seducen. “De todos modos -le aclara a LA GACETA-, no seducen hoy como lo hacían hace 30 años. Antes eran recatadas, ya no. Ahora son mucho más transgresoras: tienen el auto, te llevan a su departamento y son ellas la que te llaman el remís para que te vuelvas a tu casa. Antes era al revés. ¿Qué prefiero yo? Y... lo de antes. Era más romántico todo, era más lindo pelearla. Cuando la cosa es así de fácil, no tiene tanto sabor”.
7. El 10% oculto
- ¿La televisión te acercó más a la gente?
- La televisión me divierte. A esta altura, ya no me interesa vender nada en TV: hago los programas para divertirme, no para otra cosa.
- Las anécdotas íntimas que contaste en “Buenos muchachos” fascinaban al público, ¿todo se puede contar en TV?
- ¡No! Hay muchas cosas que no se pueden contar. Que no se deben contar.
- O sea que no te conocemos tanto como creemos.
- Para nada. Hay un 10% de mí que me guardo en el bolsillo.
ACTÚA HOY
• A las 22.30, en el club Central Córdoba (avenida Alem y Bolívar). Entradas en el club y en Sucrédito.
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