La muerte de Nelson Mandela golpeó a personas de todo el mundo. A los 95 años, se fue uno de los grandes líderes del siglo XX. Para honrarlo, Carlos Duguech escribió un soneto meses atrás, que hoy decidió compartir con los lectores de LA GACETA.
Mandela
Tenía por costumbre la esperanza
cautivo entre barrotes de odio y fierro,
estigmas que marcaron el encierro
señal de indignidad y de acechanza:
los dueños del poder, escudo y lanza.
Crecía gigantesco en el destierro
sonando día a día su cencerro
convocante de todos a la alianza
de encuentros y perdón, de una valiente
cruzada por la vida en negro y blanco:
Sudáfrica de todos, de su gente.
Mandela, casi un Cristo, se asomaba
con su cruz y resuelto, noble y franco
doblegó el "Apartheid" y se ofrendaba:
prenda noble de unión y convivencia,
constructor de la paz y de su herencia.