03 Diciembre 2013
PARA DISFRUTAR. Tres de las novelas emblemáticas de Conrad. Había nacido en Polonia y escribía en inglés.
"Su fin", dije yo, con una rabia sorda que comenzaba a apoderarse de mí, "fue en todo sentido digno de su vida".
"Y yo no estuve con él", murmuró. Mi cólera cedió a un sentimiento de infinita piedad. "Todo lo que pudo hacerse...", murmuré. "¡Ah, pero yo creía en él más que cualquier otra persona en el mundo, más que su propia madre, más que... que él mismo! ¡Él me necesitaba! ¡A mí! Yo hubiera atesorado cada suspiro, cada palabra, cada gesto, cada mirada".
Sentí un escalofrío en el pecho. "No, no", dije con voz sorda.
"'Perdóneme, he padecido tanto tiempo en silencio... en silencio... ¿Estuvo usted con él... hasta el fin? Pienso en su soledad. Nadie cerca que pudiera entenderlo como yo hubiera podido hacerlo. Tal vez nadie que oyera..."
"Hasta el fin", dije temblorosamente. "Oí sus últimas palabras..." Me detuve lleno de espanto. "Repítalas", murmuró con un tono desconsolado. "Quiero... algo... algo... para poder vivir".
Estaba a punto de gritarle: "¿no las oye usted?" La oscuridad las repetía en un susurro que parecía aumentar amenazadoramente como el primer silbido de un viento creciente. "¡Ah, el horror! ¡El horror!"
El epílogo de "El corazón de las tinieblas" es un clásico que viene repiqueteando desde hace décadas en el espíritu de las sociedades. Joseph Conrad narra la incursión de un barco por el río Congo. Comandados por el capitán Marlow van a buscar a Kurtz, un agente comercial que enloqueció en medio de la selva. Mientras la nave se interna por las venas abiertas de África, Conrad va desnudando las motivaciones más primarias de la condición humana, los límites que somos capaces de vulnerar. La brutalidad en estado puro. El corazón de las tinieblas es el corazón del hombre.
De la novela se apropió Francis Ford Coppola para rodar una de las mejores películas de todos los tiempos. En "Apocalypse Now", Marlow se convierte en un oficial del ejército estadounidense (Martin Sheen) enviado en misión casi suicida. Kurtz (Marlon Brando) es el coronel alienado por la guerra de Vietnam que deviene en mesiánico y terrible señor de la guerra. La selva, los cuerpos extenuados, el razonamiento que se extingue, todo eso universo capturado por la cámara de Coppola brota de las páginas de aquel libro editado en 1899.
El escritor se llamaba en realidad Józef Teodor Konrad Korzeniowski y había nacido en Polonia el 3 de diciembre de 1857. Hace exactamente 156 años. Muy joven emigró a Inglaterra, país cuya lengua adoptó para escribir y en cuyos barcos aprendió el oficio de marinero. El hombre en el mar es un tópico que se repetirá siempre en sus creaciones. Conrad quedó hermanado con Melville y con Stevenson en el imaginario de los lectores y en las bibliotecas.
"Los personajes de Conrad poseen dimensiones contrarias a lo heroico, en los términos arquetípicos de la tragedia y la epopeya clásicas -sostiene Malva Flores en una de las tantas ediciones de "El corazón de las tinieblas"-. Sólo el hombre capaz de gracia, en palabras del novelista, puede superar favorablemente la línea de sombra que preside su destino, frontera entre el bien y el mal, entre la honra y el deshonor. Los linderos entre la integridad y la cobardía guían la trama de la mayor parte de las narraciones de este autor, siendo 'Lord Jim' (1900) el ejemplo más notable". El sueño tras el esfuerzo, tras la tempestad el puerto, el reposo tras la guerra, la muerte tras la vida harto complacen.Esos versos de Edmund Spenser devinieron en el epitafio que puede leerse en la tumba de Conrad, en el cementerio de Canterbury. Dejó más de 20 novelas, algunas imprescindibles, como "Nostromo", "El agente secreto" (llevada al cine por Alfred Hitchcock con el título de "Sabotage") y "El negro del Narciso". "Lord Jim" también tuvo sus versiones en la pantalla grande.
Potente, real y descarnada, la prosa de Conrad propone un ejercicio nada complaciente: explorar nuestro interior.
"Y yo no estuve con él", murmuró. Mi cólera cedió a un sentimiento de infinita piedad. "Todo lo que pudo hacerse...", murmuré. "¡Ah, pero yo creía en él más que cualquier otra persona en el mundo, más que su propia madre, más que... que él mismo! ¡Él me necesitaba! ¡A mí! Yo hubiera atesorado cada suspiro, cada palabra, cada gesto, cada mirada".
Sentí un escalofrío en el pecho. "No, no", dije con voz sorda.
"'Perdóneme, he padecido tanto tiempo en silencio... en silencio... ¿Estuvo usted con él... hasta el fin? Pienso en su soledad. Nadie cerca que pudiera entenderlo como yo hubiera podido hacerlo. Tal vez nadie que oyera..."
"Hasta el fin", dije temblorosamente. "Oí sus últimas palabras..." Me detuve lleno de espanto. "Repítalas", murmuró con un tono desconsolado. "Quiero... algo... algo... para poder vivir".
Estaba a punto de gritarle: "¿no las oye usted?" La oscuridad las repetía en un susurro que parecía aumentar amenazadoramente como el primer silbido de un viento creciente. "¡Ah, el horror! ¡El horror!"
El epílogo de "El corazón de las tinieblas" es un clásico que viene repiqueteando desde hace décadas en el espíritu de las sociedades. Joseph Conrad narra la incursión de un barco por el río Congo. Comandados por el capitán Marlow van a buscar a Kurtz, un agente comercial que enloqueció en medio de la selva. Mientras la nave se interna por las venas abiertas de África, Conrad va desnudando las motivaciones más primarias de la condición humana, los límites que somos capaces de vulnerar. La brutalidad en estado puro. El corazón de las tinieblas es el corazón del hombre.
De la novela se apropió Francis Ford Coppola para rodar una de las mejores películas de todos los tiempos. En "Apocalypse Now", Marlow se convierte en un oficial del ejército estadounidense (Martin Sheen) enviado en misión casi suicida. Kurtz (Marlon Brando) es el coronel alienado por la guerra de Vietnam que deviene en mesiánico y terrible señor de la guerra. La selva, los cuerpos extenuados, el razonamiento que se extingue, todo eso universo capturado por la cámara de Coppola brota de las páginas de aquel libro editado en 1899.
El escritor se llamaba en realidad Józef Teodor Konrad Korzeniowski y había nacido en Polonia el 3 de diciembre de 1857. Hace exactamente 156 años. Muy joven emigró a Inglaterra, país cuya lengua adoptó para escribir y en cuyos barcos aprendió el oficio de marinero. El hombre en el mar es un tópico que se repetirá siempre en sus creaciones. Conrad quedó hermanado con Melville y con Stevenson en el imaginario de los lectores y en las bibliotecas.
"Los personajes de Conrad poseen dimensiones contrarias a lo heroico, en los términos arquetípicos de la tragedia y la epopeya clásicas -sostiene Malva Flores en una de las tantas ediciones de "El corazón de las tinieblas"-. Sólo el hombre capaz de gracia, en palabras del novelista, puede superar favorablemente la línea de sombra que preside su destino, frontera entre el bien y el mal, entre la honra y el deshonor. Los linderos entre la integridad y la cobardía guían la trama de la mayor parte de las narraciones de este autor, siendo 'Lord Jim' (1900) el ejemplo más notable". El sueño tras el esfuerzo, tras la tempestad el puerto, el reposo tras la guerra, la muerte tras la vida harto complacen.Esos versos de Edmund Spenser devinieron en el epitafio que puede leerse en la tumba de Conrad, en el cementerio de Canterbury. Dejó más de 20 novelas, algunas imprescindibles, como "Nostromo", "El agente secreto" (llevada al cine por Alfred Hitchcock con el título de "Sabotage") y "El negro del Narciso". "Lord Jim" también tuvo sus versiones en la pantalla grande.
Potente, real y descarnada, la prosa de Conrad propone un ejercicio nada complaciente: explorar nuestro interior.
Lo más popular