Por Manuel Cardozo
01 Diciembre 2013
DALE CAMPEÓN. Los "naranjas" le ganaron a Rosario por cuarta vez una final y dan la vuelta olímpica en el Jockey rosarino.
El equipo fue de menor a mayor y siempre dejó la sensación de poder dar más, no sólo por lo que mostraba en cada partido, sino por la calidad de algunos de sus integrantes. Se mezclaron experiencia y juventud. Es indudable que se sumó las cualidades de un buen grupo. Alguien dijo que si no hay un buen grupo difícilmente se llegue a un buen equipo.
El partido a partido tuvo mucho que ver porque fueron apareciendo las bondades, la estrategia y el estilo de juego que iba perfilando el cuerpo técnico.
Los intérpretes entendieron que ponerse la camiseta naranja era un aspiración de muchos rugbistas tucumanos y esa fue quizás la clave. El rugby tucumano marcó páginas en la historia, con el scrum, el maul y la actitud inquebrantable de ir adelante aún en desventaja. Hoy es un equipo equilibrado, con solidez en el juego de forwards, duros en la marca y tres cuartos que saben de atacar y desequilibrar en el momento justo.
La madurez del equipo se reflejó en los rendimientos individuales. Se armaron sociedades que resultarían difíciles de romper. A veces les alcanzó con un juego intermitente para ganar. Con el correr del campeonato, los rivales exigían más y su apuesta fue jugar con dinámica.
El primer partido costó poco: liquidó el pleito ante Alto Valle en apenas 15 minutos. Después vino Córdoba, quizás el partido más flojo. Salta fue el paso que muchos querían ver y disfrutar, con un triunfo impecable que lo dejaba como firme candidato al titulo. Buenos Aires fue la prueba de fuego, fue pensante, hubo individualidades de alto nivel y se ganó en forma merecida para estar en una final de un Argentino.
A la final la jugaron con sapiencia, convencidos del juego que se aplicaba y ante un rival que fue superado totalmente. Queda el título de campeón que largamente se festejó, con abrazos, cánticos y la vuelta olímpica que sirvió para festejar el décimo galardón en la historial de los argentinos.
El partido a partido tuvo mucho que ver porque fueron apareciendo las bondades, la estrategia y el estilo de juego que iba perfilando el cuerpo técnico.
Los intérpretes entendieron que ponerse la camiseta naranja era un aspiración de muchos rugbistas tucumanos y esa fue quizás la clave. El rugby tucumano marcó páginas en la historia, con el scrum, el maul y la actitud inquebrantable de ir adelante aún en desventaja. Hoy es un equipo equilibrado, con solidez en el juego de forwards, duros en la marca y tres cuartos que saben de atacar y desequilibrar en el momento justo.
La madurez del equipo se reflejó en los rendimientos individuales. Se armaron sociedades que resultarían difíciles de romper. A veces les alcanzó con un juego intermitente para ganar. Con el correr del campeonato, los rivales exigían más y su apuesta fue jugar con dinámica.
El primer partido costó poco: liquidó el pleito ante Alto Valle en apenas 15 minutos. Después vino Córdoba, quizás el partido más flojo. Salta fue el paso que muchos querían ver y disfrutar, con un triunfo impecable que lo dejaba como firme candidato al titulo. Buenos Aires fue la prueba de fuego, fue pensante, hubo individualidades de alto nivel y se ganó en forma merecida para estar en una final de un Argentino.
A la final la jugaron con sapiencia, convencidos del juego que se aplicaba y ante un rival que fue superado totalmente. Queda el título de campeón que largamente se festejó, con abrazos, cánticos y la vuelta olímpica que sirvió para festejar el décimo galardón en la historial de los argentinos.
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