Se vive con lo que se puede y con lo que se tiene

Se vive con lo que se puede y con lo que se tiene

Nos acercamos a una realidad distinta, pero cierta: la Villa Vieja de Trancas.

En villa vieja se vive con carencias. En villa vieja se vive con carencias.
26 Noviembre 2013
Invisibilidad social, realidades que no se ven, que permanecen ocultas, o mejor dicho realidades que las personas prefieren no ver. Pocos son los que se acercan, los que toman contacto con esa cruda y tan ajena realidad.

Pies que transitan calles de tierras, las calles de la Villa Vieja, un pueblito ubicado en la localidad de Trancas, a 76 km de San Miguel de Tucumán. Allí, los habitantes conviven día a día con las dificultades que les presenta la vida, trabajos inestables y forzosos, carencia de alimentos, condiciones de salud precarias y la dificultad del acceso a la educación para sus hijos. En tierras lejanas, pueblos olvidados en donde predomina la vulnerabilidad, la desigualdad, las situaciones de riesgo como el alcoholismo, la drogadicción, los abusos y la violencia, también se respiran aires de cambio basados en la solidaridad, la cooperación y las ganas de progresar.

Modo de vida

Familias numerosas de cinco o más integrantes, viven rodeadas por paredes de adobe, madera, techos de chapa e incluso de plástico, en donde el "¿qué comemos hoy?" se vuelve una lucha diaria, a pesar de la colaboración del comedor infantil reabierto luego de haber estado cerrado durante dos años por remodelación, a cargo de la Municipalidad. Los esfuerzos no se han visto reflejados aún, según los vecinos.

En cuanto a la salud y la higiene, se vive en condiciones deplorables y precarias. "Los habitantes tienen un acceso muy limitado a la salud: cuatro veces al mes asiste un médico clínico y una enfermera a una habitación que les brinda la capilla para asistir a los enfermos de la zona", relata Hortensia Escobar, voluntaria permanente de Villa Vieja y presidenta de la fundación Nuevas Raíces. Las familias no cuentan con instalaciones sanitarias y eléctricas adecuadas así como tampoco con redes cloacales y de agua potable, por lo que se ven obligados a construir letrinas.

Respecto de la educación, se plantean problemas relacionados con el medio de transporte: los establecimientos educacionales primarios y secundarios se encuentran a más de dos km, lo que dificulta el traslado y los estudiantes deben hacerlo a pie, en bicicleta o en taxi (en el caso de quienes tienen los recursos para hacerlo), soportando altas temperaturas o fríos extremos. Por esto, no todos los niños y jóvenes concluyen con sus estudios. "El problema está en que los chicos pasan de curso sin haber aprendido a leer y escribir. Son 'uno más' y pasan porque tienen que pasar", cuenta Eugenia Ponce, estudiante de Ciencias de la Educación y voluntaria permanente del lugar.

Por y para todos

El Grupo de Mujeres de la Villa Vieja surge a partir de la necesidad de organizarse para un bien común. Tiene sus comienzos hace 11 años, con 15 mujeres que deciden tomar una iniciativa y deciden salir adelante por sus propios medios. Ellas se encargan de actividades y eventos comunitarios, como el vivero y el ropero. Este último consiste en una colecta y en una feria anual de ropa llamada "Abrigazo" (junto con el Consejo de Alumnas del Santa Catalina y el Santa Rosa). Con eso consiguen fondos que se destinan a satisfacer las necesidades primordiales en el pueblo. "A partir de la misión, nuestra vida cambia: nos dimos cuenta de que existen otras oportunidades. Sí se puede cambiar", afirma una trabajadora del vivero, que prefirió preservar su identidad.

El voluntariado

El voluntariado es la expresión de una forma de vivir la solidaridad y la realidad. Es realizado por personas que ponen en práctica acciones solidarias, gratuitas y generosas. "La solidaridad es un espacio de contención afectiva y social, que surge de la necesidad de apoyo humano. Es acompañar a una persona que está sola en su dolor", aporta la Hermana Mariana Zossi, de la Congregación de Hermanas Dominicas. El proyecto creado por la comunidad, por la ONG Nuevas Raíces y el Movimiento Juvenil Dominicano abarca también otros pueblos, como Benjamín Paz, Piedrabuena y La Soledad. Con los años, los jóvenes y adultos han aprendido el valor de las pequeñas cosas, basado en la sencillez y la lucha diaria por la vida.

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