26 Noviembre 2013
- Don Goyo, un servidor.- Don Gregorio Herrera, de 84 años, vivió toda su vida al servicio de la pequeña imagen encontrada en La Reducción. Comenzó siendo chico, oficiaba de monaguillo y ayudaba en todo cuanto podía al párroco. Luego se convirtió en misionero, llevaba la imagen de la Virgen Morenita, casa por casa, "para que todas pudieran recibir las bendiciones", dice. Hoy, con su sombrero de paja y su sonrisa permanente, sigue siendo el gran difusor de la fiesta de la Virgen. Sin que nadie le pida hace cientos de copias de la historia de la imagen y las reparte a todos los peregrinos que llegan a La Reducción. Don Goyo está siempre en el santuario dispuesto a ayudar a las hermanas que cuidan el templo. Es el que más conoce sobre la historia del hallazgo hasta en sus detalles más insignificantes. También él tiene mucho para agradecerle a la Virgen: "el año pasado tuve un ACV. Estaba durmiendo, cuando me sentí mal y me caí de la cama. Me llevaron al médico y el pronóstico era muy malo. Pero La Morenita a mí no me desampara. Ella me cuida mucho, como yo la cuido a ella. Por eso no me quedó ninguna secuela", dice endulzando su mirada y extendiendo su mano hacia donde está la imagen, a un costado del altar".
- El Gaucho Gómez.- "Gracias por venir a ver a La Negrita", lo recibe don Goyo. Dardo Rafael Gómez entra al santuario vestido de gaucho. "Aunque vivo en San Ramón, acá cerca nomás, es la primera vez que vengo al santuario. Estoy muy agradecido, mi yerno estaba trabajando con los tractores y se accidentó. Vengo a rezar por él y por toda la familia", dice el hombre vestido con botas, bombacha, sombrero y pañuelo al cuello.
- Las cuidadoras de la Virgen.- Se llaman sor Otilia y sor Alicia. Son dos religiosas oriundas de Guatemala, que pertenecen a la congregación de Marta y María (las amigas de Jesús). Ellas viven todo el año en el templo y se dedican a cuidar la imagen, preparar la mesa para el oficio de la misa y colaborar en la organización de la gran fiesta de La Reducción el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción.
- El vestido nuevo.- Cada año, la imagen de Nuestra Señora del Valle de La Reducción estrena un vestido nuevo. Se cose a mano y se borda con hilos de oro, como manda la tradición, cuenta la hermana Otilia. El diseño siempre es el mismo, de seda, de colores celeste cielo y blanco, y con bordados dorados. Pero cambian las promesantes que obsequian el vestido a la Virgen. Este año Natalia tuvo el honor de entregarle a la Virgen su nuevo traje. "Lo hizo hacer mi mamá, en agradecimiento por mi salud", cuenta la devota. En la casa de las hermanas de la congregación Marta y María se guardan celosamente todos los vestidos que lució la imagen en cada procesión. Son todos iguales a primera vista, pero si uno se fija bien, puede advertir que cada uno tiene un brillo particular.
- El Gaucho Gómez.- "Gracias por venir a ver a La Negrita", lo recibe don Goyo. Dardo Rafael Gómez entra al santuario vestido de gaucho. "Aunque vivo en San Ramón, acá cerca nomás, es la primera vez que vengo al santuario. Estoy muy agradecido, mi yerno estaba trabajando con los tractores y se accidentó. Vengo a rezar por él y por toda la familia", dice el hombre vestido con botas, bombacha, sombrero y pañuelo al cuello.
- Las cuidadoras de la Virgen.- Se llaman sor Otilia y sor Alicia. Son dos religiosas oriundas de Guatemala, que pertenecen a la congregación de Marta y María (las amigas de Jesús). Ellas viven todo el año en el templo y se dedican a cuidar la imagen, preparar la mesa para el oficio de la misa y colaborar en la organización de la gran fiesta de La Reducción el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción.
- El vestido nuevo.- Cada año, la imagen de Nuestra Señora del Valle de La Reducción estrena un vestido nuevo. Se cose a mano y se borda con hilos de oro, como manda la tradición, cuenta la hermana Otilia. El diseño siempre es el mismo, de seda, de colores celeste cielo y blanco, y con bordados dorados. Pero cambian las promesantes que obsequian el vestido a la Virgen. Este año Natalia tuvo el honor de entregarle a la Virgen su nuevo traje. "Lo hizo hacer mi mamá, en agradecimiento por mi salud", cuenta la devota. En la casa de las hermanas de la congregación Marta y María se guardan celosamente todos los vestidos que lució la imagen en cada procesión. Son todos iguales a primera vista, pero si uno se fija bien, puede advertir que cada uno tiene un brillo particular.
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