Por Alejandro Klappenbach
25 Noviembre 2013
JUNTOS. El N°1 y el N°2 del mundo ofrecieron un verdadero show.
Según lo esperado, fue un domingo lujoso. La historia recuerda que en 1978 jugaron una exhibición en Buenos Aires Jimmy Connors y Björn Borg, en aquel entonces, 1 y 2 del ranking respectivamente. Ayer, casi 35 años después y a pocos minutos del choque Rafael Nadal-Novak Djokovic que ganó "Rafa" 6-4 y 7-5, vale preguntarse si volverá a ocurrir.
Por eso lo de lujoso. A pleno sol, en un estadio montado en La Rural de Palermo, que esta vez sí lució a pleno de gente, el público disfrutó de lo que tanto el serbio como el español tienen para ofrecer en contexto recreativo. "Nole" con su arsenal de gestos, trucos, ocurrencias, bailes e imitaciones. "Rafa", más duro y menos expresivo, con su disposición absoluta para obedecer las normas que dictó el showman serbio.
Tal como ayer, el partido, que fue realmente flojo, no importaba. No tenía sentido esperar la revancha de ninguno de los duelos con los que nos llenan los ojos durante la temporada. En estas giras no hay espacio para la competencia feroz, casi inhumana, que los convierte en deportistas absolutamente admirados. En cambio, aunque sea de a ratos, se pueden apreciar la elasticidad y velocidad de Djokovic, la soltura de su muñeca derecha y la magia que despide su revés. Del otro lado, la curva de la pelota de Nadal, sus desplazamientos y, también, que sus tics viajan con él a todos lados y para todos sus partidos.
El paso de ambos por el país apenas ha terminado y, aunque la chance de que Nadal vuelva en febrero suena cada vez más fuerte, ya se los extraña. Por su tenis, sí. Y también por su actitud. En todo momento se mostraron atentos, relajados, respetuosos y educados. Quizá, sin pensarlo ni quererlo, dejaron una enseñanza muy profunda de cómo debe llevarse una marcada rivalidad. Ojalá nuestro tenis aprenda de una vez por todas.
Por eso lo de lujoso. A pleno sol, en un estadio montado en La Rural de Palermo, que esta vez sí lució a pleno de gente, el público disfrutó de lo que tanto el serbio como el español tienen para ofrecer en contexto recreativo. "Nole" con su arsenal de gestos, trucos, ocurrencias, bailes e imitaciones. "Rafa", más duro y menos expresivo, con su disposición absoluta para obedecer las normas que dictó el showman serbio.
Tal como ayer, el partido, que fue realmente flojo, no importaba. No tenía sentido esperar la revancha de ninguno de los duelos con los que nos llenan los ojos durante la temporada. En estas giras no hay espacio para la competencia feroz, casi inhumana, que los convierte en deportistas absolutamente admirados. En cambio, aunque sea de a ratos, se pueden apreciar la elasticidad y velocidad de Djokovic, la soltura de su muñeca derecha y la magia que despide su revés. Del otro lado, la curva de la pelota de Nadal, sus desplazamientos y, también, que sus tics viajan con él a todos lados y para todos sus partidos.
El paso de ambos por el país apenas ha terminado y, aunque la chance de que Nadal vuelva en febrero suena cada vez más fuerte, ya se los extraña. Por su tenis, sí. Y también por su actitud. En todo momento se mostraron atentos, relajados, respetuosos y educados. Quizá, sin pensarlo ni quererlo, dejaron una enseñanza muy profunda de cómo debe llevarse una marcada rivalidad. Ojalá nuestro tenis aprenda de una vez por todas.
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