Por Alejandro Klappenbach
24 Noviembre 2013
FINAL FELIZ. "Rafa" Nadal y "Nole" Djokovic bromean con Nalbandian al final de la jornada en la Sociedad Rural de Palermo.
Pienso en noviembre de 2012 y escribo: qué difícil era imaginar un sábado como el de ayer. Claro, por un lado nadie pensaba en un David Nalbandian retirado. Y por el otro, pocos creíamos posible ver a Rafael Nadal en Argentina.
Por las operaciones de cadera y hombro que obligaron al retiro del cordobés, la gira del español se reconvirtió en la despedida del "Rey David". El combo parecía inmejorable. Y la respuesta del público le dio la razón a la apuesta de los organizadores. Un estadio especialmente montado en la Sociedad Rural de Palermo para 15.000 personas que no explotó de gente pero que exhibió un gran marco. En las tribunas, calor y color, banderas de distintos lugares del país, y un amor incondicional del público copero para su símbolo de Copa Davis.
Ese ida y vuelta fue lo más destacado, a tal punto de dejar en segundo plano la admiración profunda por uno de los mejores de todos los tiempos. Hubo tiempo para extasiarse con la exactitud del impacto de revés de Nalbandian, ese golpe hace tiempo que agotó todos los elogios posibles. Y también para romperse la cabeza pensando cómo hace Nadal para correrlas todas y llegar a la gran mayoría.
No tiene sentido centrarse en el partido. Sería ingenuo pedir intensidad competitiva entre el mejor jugador del mundo y alguien que ya no compite. Por eso los números, 6-3 y 6-4 para "Rafa" son, más que nunca, solo números. El show, la convocatoria y el sentido de la jornada pasaban por otro lado.
Un lugar mucho más cercano al espíritu con el que Novak Djokovic entró en escena. Vestido de médico, y al rescate de David. Luego, Mónaco completó el cuarteto para el dobles que completó el programa de una jornada histórica en la que los dos mejores del mundo se corrieron del centro de la escena para aplaudir, saludar y, junto a la gente, despedir a esa gloria del tenis argentino que se llama David Nalbandian.
Por las operaciones de cadera y hombro que obligaron al retiro del cordobés, la gira del español se reconvirtió en la despedida del "Rey David". El combo parecía inmejorable. Y la respuesta del público le dio la razón a la apuesta de los organizadores. Un estadio especialmente montado en la Sociedad Rural de Palermo para 15.000 personas que no explotó de gente pero que exhibió un gran marco. En las tribunas, calor y color, banderas de distintos lugares del país, y un amor incondicional del público copero para su símbolo de Copa Davis.
Ese ida y vuelta fue lo más destacado, a tal punto de dejar en segundo plano la admiración profunda por uno de los mejores de todos los tiempos. Hubo tiempo para extasiarse con la exactitud del impacto de revés de Nalbandian, ese golpe hace tiempo que agotó todos los elogios posibles. Y también para romperse la cabeza pensando cómo hace Nadal para correrlas todas y llegar a la gran mayoría.
No tiene sentido centrarse en el partido. Sería ingenuo pedir intensidad competitiva entre el mejor jugador del mundo y alguien que ya no compite. Por eso los números, 6-3 y 6-4 para "Rafa" son, más que nunca, solo números. El show, la convocatoria y el sentido de la jornada pasaban por otro lado.
Un lugar mucho más cercano al espíritu con el que Novak Djokovic entró en escena. Vestido de médico, y al rescate de David. Luego, Mónaco completó el cuarteto para el dobles que completó el programa de una jornada histórica en la que los dos mejores del mundo se corrieron del centro de la escena para aplaudir, saludar y, junto a la gente, despedir a esa gloria del tenis argentino que se llama David Nalbandian.
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