Causas y antecedentes de un fenómeno
De la Ilíada a libros de Eduardo Galeano, Nick Hornby o Haruki Murakami, podemos encontrar una larga serie de pasajes de obras (y volúmenes enteros) en los que se mezclan literatura y deportes. En los últimos años, en la Argentina se han multiplicado los títulos en los que se plasma ese vínculo. ¿Qué antecedentes tiene esa relación? ¿Qué textos son imperdibles?
Por Walter Vargas - Para LA GACETA - Buenos Aires
La relación entre libros y deportes goza de su cresta de la ola, en géneros variopintos y con el fútbol, desde luego, como buque insignia. Pensemos que en 2013 cumple diez años el primer sello editorial argentino plenamente dedicado a textos relativos a los deportes: Ediciones Al Arco reúne en su catálogo 71 títulos que lejos están de agotar una oferta que crece de forma sistemática desde la última década del siglo XX. A decir del periodista Alejandro Apo, un pionero en difundir cuentos de fútbol en programas de radio en general y en su célebre Todo con afecto en particular, cuando empezó, allá por 1995, recorría ávidamente bibliotecas y librerías de viejos en pos de tesoros escasos e infrecuentes. Todo parecía resumirse en los clásicos de Roberto Fontanarrosa, Juan Sasturain, y Osvaldo Soriano, algunas contribuciones de Rodolfo Braceli o de ignotas antologías, el polémico Fútbol y masas, de Juan José Sebreli, y no mucho más. Hoy, en cambio, cada año llegan a sus manos decenas de textos vinculados con los deportes, sea de la Argentina, sea de otros países de Latinoamérica, novelas, cuentos, biografías, anecdotarios, estadísticas, ensayos periodísticos, sociológicos, antropológicos y ni hablar de estudios de psicología aplicada al deporte. En España, por caso, las ciencias aplicadas al deporte son metódicas y fecundas, aunque la producción editorial alcanza su máxima expresión en torno al fútbol y en el seno del fútbol mismo a los clubes Barcelona y Real Madrid. El presunto versus entre Pep Guardiola y José Mourinho, dos de los extrenadores más reputados y cotizados de estos tiempos, demandó la insospechada cifra de 15 libros. Sí, son 15 los textos que sea por el camino que fuere aluden al contrapunto ajedrecístico del catalán y el portugués.
Ahora, si los deportes no han nacido hace 10 años, ni 15, ni 20, ¿a guisa de qué un desarrollo que grosso modo data de ese lapso? Las causas son múltiples o por lo menos resisten el asedio de la tentación reduccionista. Es probable que la babel mediática, capaz de multiplicar hasta límites insospechados la divulgación de las gestas deportivas propiamente dichas, así como sus temas periféricos e incluso sus detalles más irrelevantes, haya consumado una suerte de deportivización de la agenda pública.
Los pilares disponían ya de vigorosa consistencia. El deporte, cóctel de guerra sublimada, juego, culto al héroe moderno, suspensión de la realidad cotidiana y transmisor de islotes de identidad, o en todo caso de un plus de sostén identitario, creció de forma exponencial como relato de una seducción siempre potente y siempre renovada. Y eso en tiempos de profundas crisis de otros relatos. De relatos, digámoslo, más fundantes para la marcha de la sociedad pero al tiempo de sesgo más antipático. Así concebidos, los deportes se agigantaron en su destino de nutricio refugio simbólico, propiciaron el movimiento de monstruosas sumas de dinero y al tiempo, cómo no, autorizaron a la intelectualidad y a sus satélites a decir esto y aquello de lo que todo el mundo se siente interesado. De lo que todo el mundo piensa y habla.
Genealogía
Con todo, el vínculo entre literatura y deportes o letras y deportes ofrece una rica genealogía. En el libro XXIII de la Ilíada, por ejemplo, Homero se constituye en un adelantado en el género de la crónica pugilística. Describe una pelea entre Epeo y Euríalo, incluida en los juegos celebrados en ocasión de los funerales de Patroclo.
También Virgilio gustó de reponer feroces riñas que prefiguraron el boxeo tal y como lo conocemos hoy, y tal como se deduce de Torito, conmovedor monólogo que Julio Cortázar puso en la boca, o en el pensamiento, de Justo Suárez, el Torito de Mataderos, acaso el primer ídolo en la historia del deporte argentino.
En materia de fútbol, la referencia probablemente más antigua corresponda a Rey Lear, de Shakespeare (exclama Kent: ¡ni que te echen la zancadilla mal jugador de fútbol!), aunque también, por cierto, abrevaron en el deporte de la pelota número 5 egregios autores como Antonio Machado, León Felipe, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Camilo José Cela, Henry de Montherlat, Vladimir Nabokov, Mario Benedetti, Manuel Mujica Láinez, César Fernández Moreno, Baldomero Fernández Moreno, Enrique González Tuñón, Rubem Fonseca y Augusto Roa Bastos, entre otros.
A quienes todavía ven de reojo a la literatura deportiva y desean atreverse a la incursión fundacional, el autor de estas líneas recomienda especialmente dos joyas: Del Boxeo, exquisito ensayo de Joyce Carol Oates; y Estrela Solitária (de Ruy Castro), que amén de ser la definitiva biografía novelada del crack brasileño Garrincha, es a la vez una cruda y bella semblanza del gran amor de su vida, la cantante Elsa Soares.
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Walter Vargas - Periodista deportivo,
psicólogo social, escritor.