La ciudad que viene
Salta a la vista que en pocos años prácticamente no quedarán viviendas a la vera de la avenida Aconquija. El imparable desarrollo comercial le cambia día a día el perfil al boulevard. A los propietarios atrincherados en sus casas les llegan jugosas ofertas. La tentación del metálico se combina con la realidad: la quietud, lo bucólico del paisaje, es cosa del pasado. La Aconquija es un embudo que en días y horarios pico se obtura con facilidad. Situación que se acentuará con el paso del tiempo y que también involucra a la avenida Perón.

Es el mercado el que regula esa metamorfosis de la principal avenida de Yerba Buena. También el que va delineando el desarrollo de la ciudad a partir de la proliferación de countries y barrios privados, de la cotización de terrenos y de las zonas donde se construye. El de Yerba Buena es un caso testigo, perfectamente aplicable a San Miguel de Tucumán. Subraya cómo en la provincia la planificación urbana suele ir por detrás de las movidas económicas. Debería ser al revés.

Que el Concejo Deliberante capitalino haya aprobado otra excepción al Código de Planeamiento Urbano para darle el visto bueno a una obra que ya está hecha no fue ninguna sorpresa. La norma establecida en 1998 especifica que ni los centros médicos ni los colegios pueden ampliar sus edificios en el radio céntrico. Al sanatorio 9 de Julio los ediles amayistas y alperovichistas le dieron luz verde. Cuando los concejales opositores sugieren tirar el Código a la basura, teniendo en cuenta que no se le respeta, no suena a chicana. Al contrario.

Así como van fagocitando las casas de la avenida Aconquija, los emprendedores recorren barrio Norte de punta a punta. Proliferan los nuevos locales. Sobre la calle 25 de Mayo va despuntando un fenómeno: edificios que le sacan el jugo a las fachadas y las reconvierten en comercios. En tanto, uno de los más exitosos empresarios de la noche tucumana prepara el desembarco de una cadena de restaurantes/pubs temáticos -similar al Hard Rock Café- en Maipú y Corrientes. Lo llamativo es que la tendencia se acentúa en plena turbulencia financiera. Mientras una persiana se baja en una vereda otra se levanta al frente.

En la zona del parque Avellaneda se va cocinando una explosión. El centro comercial proyectado en la manzana de la ex papelera acogerá, según se anticipa, una surcursal de la cadena Falabella y un hotel. Sobre Mate de Luna, hacia el este y el oeste, los edificios crecen como hongos. Se supone que el corredor hacia el Hilton supondrá, finalmente, el florecimiento de un polo gastronómico de calidad. El restaurante temático dedicado a Mercedes Sosa hizo punta, pero a su alrededor el Abasto parece un barrio fantasma. El municipio puso las fichas en la bonita Plaza de la Fundación y anuncia intervenciones en los espacios verdes adyacentes. El Cementerio del Oeste, una joya de la ciudad, hace las veces de Recoleta -salvando las distancias- si se piensa en esa integración de plazas, negocios, viviendas en altura, entretenimiento y cultura.

A pocas cuadras de allí, una vez que los benditos túneles estén funcionando, las propiedades ubicadas sobre Suipacha y, sobre todo, Marco Avellaneda, aumentarán sustancialmente su valor. Otro corredor apetecible en el que los desarrolladores inmobiliarios están listos para hincar el diente. Se cae de madura la prolongación hasta Santiago y el giro hacia el este, hasta la plaza Alberdi. Cuadras y cuadras de construcciones muy antiguas y de escaso (o nulo) valor patrimonial.

En el corto plazo, el bicentenario de 2016, los cambios estarán a la vista. Hay tiempo para que las políticas públicas conduzcan todas esas iniciativas en armonía con el paisaje y con la calidad de vida de los vecinos.

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