u u aspecto físico no se condice con su grandeza deportiva. De estatura media, solo su vestimenta denota que se trata de un golfista. Al momento de la charla es amable, no levanta la voz, mira al entrevistador. Y se toma su tiempo para responder. Como si estuviera por practicar ese swing que a él le sale tan natural. Correntino, "viejo zorro" de los campos del mundo, una leyenda viviente. Con ustedes, Vicente "Chino" Fernández...
- Dentro del árbol genealógico del golf, ¿piensa que es parte del tronco o es una rama?
- En cierta forma yo soy una rama. Yo soy el tronco hoy de la creación de la academia que estoy poniendo con mis hijos. Pero el tronco de este deporte en la Argentina es Roberto De Vicenzo, sin ninguna duda. Y José Jurado también lo es. En realidad, me siento como un eslabón. Siempre hago un paralalelismo con una cadena ante las cosas buenas de la vida, en este caso nuestra profesión. De Vicenzo puso eslabones muy buenos en este deporte. Fue representativo como persona y como deportista ejemplar. Para mí es el deportista por excelencia. Él, como Jurado, nos hicieron dejar muy bien por todos lados y en todos los aspectos. Yo tuve la posibilidad de entrar por las puertas que Roberto dejó, no solo para mí sino para varios argentinos. A mí me tocó seguir entrando y seguir abriendo cerraduras. Y me siento orgulloso por ello. Un día de 1971, en Suiza, estábamos jugando en el día de práctica. Y ahí me dice 'vamos pibe, vamos a almorzar, vamos'. Ya sentados a la mesa, me cuenta: 'mirá pibe, yo voy a dejar de jugar en Europa, prefiero los calores de EE.UU. Y te quería decir que hasta aquí traje la bandera, ahora te toca a vos seguir con todo esto'. Primero sentí un orgullo enorme, pero al mismo tiempo recibí un peso, porque quien me estaba diciendo eso era De Vicenzo, con todo lo que eso significa. Era una mochila muy pesada, yo era el único argentino que por entonces competía a nivel internacional. Es por eso que soy una rama de ese árbol.
- Mirando en perspectiva, ¿después de ese duro camino puso la bandera en la cumbre?
- Creo que la llevé hasta donde pude. Lo que también hice es seguir con lo que Roberto forjó, la cadena con los eslabones de las cosas positivas de la vida. Mi eslabón esta ahí. Después de 15 años de andar solo, la posta la compartimos con otros argentinos que empezaron a jugar. Y ya no se siente tanto la responsabilidad de ser uno solo el que represente a la Argentina, deportiva y personalmente. Porque cuando empezaron a competir los otros muchachos en Europa, esa responsabilidad se repartió un poco más. En los tiempos en que solo yo jugaba afuera, la información del golf argentino, en especial en Buenos Aires, era fuerte. Con el tiempo se alivianó mi carga. Por eso digo que mi eslabón está, no me queda duda. Y hoy más que nunca, en apoyo a este proyecto muy lindo de seguir fortaleciendo el tour en la Argentina.
- ¿La decisión de dejar de jugar en EE.UU. fue un rapto o la tomó gradualmente?
- Fue por algo determinante que pasó en mi vida, hace cuatro años. Tuve un problema estando allí: una culebrilla. Y me lo mal diagnosticaron. Me dijeron que era una alergia, me quedé tres semanas y no aguantaba más del dolor, y me fui a Buenos Aires. Me vio mi médico y me dijo lo que pasaba. Recuerdo que me aplicaron una inyección que se infectó y me produjo un absceso grande; me tenían que operar ya que me irradiaba en toda la pierna. Por la anestesia, estuve 80 segundos lejos del mundo real. Yo vi la lucecita blanca, vi el túnel. Y eso hizo que, en cierta forma, reviera en poco tiempo mi vida. Logré recuperarme y al salir, de la internación, llamé a mis hijos y les dije que me retiraba de competir en EE.UU. Ya venía de dos años y medio en los que jugaba a 9 o 12 hoyos, sin contracturarme, porque se debilitó mucho el músculo, el cuadrado lumbar derecho. Eso influyó después en el otro lado y me molestaba en las dos partes. Luego del retiro me comencé a sentir cada vez mejor. El médico me había dicho que este virus podía durar toda la vida o irse en una semana; el mío duró dos años y medio.
- ¿Y qué pasó después?
- Al sentirme mejor comencé a jugar, pero había perdido mucho de mi golf y en EE.UU. el nivel es excelente, por lo que el retiro fue tomando forma definitiva. Recuerdo que en los torneos que hice me fue tan mal que me dije "hasta aquí llegó mi amor". No por el deporte, porque es una pasión que sigue. Pero sí por competir en el nivel estadounidense. A partir de allí acepté un cargo en la PGA Argentina y estoy trabajando hace casi dos años en este proyecto para hacer torneos por todo el país, y no dejar que se caiga el tour nacional. Contamos con una comisión directiva que es realmente excelente, con Sebastián Fernández como presidente. Se trata de gente muy trabajadora. De todos modos, al juego no lo abandono. Y estoy jugando un poco por el interior, mirando las cosas más como turista y recorriendo los caminos de mis comienzos. Por otro lado, el nivel que encontré es excelente. Más allá que el espíritu de competir lo tengo, mis posibilidades de ganar son mínimas. Pero, definitivamente, me gusta estar.
- Sus hijos lo vieron dentro del círculo del mejor golf. ¿Cómo fue la primera reacción ante su anuncio de retiro del tour de EE.UU.?
- Los hijos siempre quieren ver a los padres arriba. Los hijos admiramos a nuestros padres y especialmente cuando la educación fue muy buena. Ellos, Gustavo y Norberto, no querían que me retirara. Me decían: 'viejo, por qué no esperás un poco más para ver cómo te sentís'. Pero yo me daba cuenta que el físico no me daba: era un suplicio terminar los 18 hoyos de un torneo. Eran muy fuertes los dolores, no tenía recuperación física para recuperarme jugar al otro día con posibilidades.
- ¿Qué relación mantiene con los jugadores del presente?
- Hay algo que aprendí de mis colegas, que fueron muy generosos conmigo porque fueron los que me impulsaron cuando yo empecé. Hablo de Leopoldo Ruiz, de Fidel de Luca, de Roberto De Vicenzo, de Ángel Campos, quienes me dieron un lugar en una mesa de grandes, para poder escuchar. Fueron muy generosos por darme esa posibilidad. Y cuando pude, también yo seguí ese camino. Hubo jóvenes que se acercaron y se interesaron en mis conocimientos, y yo con mucho gusto también me acerqué, indagando un poco cuál era el interés. Y en esas oportunidades transmití lo que podía servir, lo que viví. Hoy comparto mucho con los jóvenes, sobre todo con los tucumanos. De hace algunos años recuerdo a Javier Monroy, un gran jugador. Hoy, los golfistas de esta provincia tienen un potencial enorme y con continuas chances de ganar. Lo que logramos con nuestra tarea es que estos muchachos tengan mayor cantidad de torneos, que estén mejor renumerados y que no se queden en el camino, como muchos de mis épocas, que no pudieron crecer porque no había torneos, porque no había dinero. Y eso también les impidió intentar suerte en los circuitos internacionales. Por eso es que trabajamos, fortaleciendo ahora, porque hay madera muy buena y un gran trabajo de docencia. No tenemos presupuesto, estamos en cero, pero lo llevamos adelante con autogestión, lo que es reconfortante.
- ¿Qué es Tucumán en su carrera?
- Cuando vengo lo disfruto mucho. Mi primer torneo lo gané acá en 1967, el mismo día que De Vicenzo triunfaba en el Abierto Británico. Tenía 21 años. O sea con Tucumán y con los tucumanos hay sin ninguna duda algo muy fuerte.
- ¿En términos de golf, de su campaña qué hubiera cambiado?
- Tal vez haber ido a jugar a EE.UU. un poco antes. Yo fui allí cuando tenía 31 años. Si bien mi profesor y amigo, un hermano por elección, Bartolomé, insistía, no iba a jugar mucho. Yo me sentía muy cómodo en Europa y eso era familiar para mí. Jugué solamente dos años en el país del norte. Quizás debí ir seis, siete años antes.
- ¿Hay alguien que admire del golf?
- En realidad no podría dar un nombre, porque serían muchos por distintos motivos. Pero si tuviera que elegir, sin ninguna duda esa persona sería Roberto Vicenzo, a quien considero un deportista por excelencia, un verdadero ganador. Él ocupa ese lugar por contar con más categoría, con más nobleza, reuniendo todas las condiciones: autodisciplina, respeto por las reglas escritas y no del golf y de la vida. Él nos ha dejado a los argentinos la posibilidad de sentirnos orgullosos. Como yo lo veo y lo siento, él es el más representantivo de nuestro deporte en el mundo.
- ¿Para qué está el golf argentino?
- En la medida que se dejen los intereses personales de lado, estamos para mucho más. Hoy lamentablemente en el golf argentino hay cuestiones que se anteponen al interés general. Yo siempre dije, y digo, que juntos somos más. Desde que tengo conocimiento del golf en el país, no hemos podido estar juntos empujando por un mismo objetivo. Y eso atañe a todos aquellos que tienen poder de decisión. A mí me gustaría algún día poder ver la unidad. Está todo en Argentina para que el deporte explote, y con ello ganaríamos todos. Lógicamente, si dejamos de defender la "quintita" personal y poner ese conocimiento y esa capacidad para el interés general.
- ¿En lo personal, en qué etapa de la vida está?
- Han pasado muchas cosas en mi vida. En lo deportivo, nunca exhibí los trofeos ni las fotos, ni los reportajes. Pero ahora estoy en una etapa diferente. Tal vez los años lo llevan a uno a perder la soberbia, eso de creérsela y hoy estoy transitando y mostrando el otro lado de mí. Cuando voy a la casa de alguien me gusta observar fotos y saber de su vida. Antes eso no lo hacía.
- ¿Cómo se puede definir a usted mismo?
- No es fácil. Voy a tratar de resumirlo: pienso que soy un apasionado de la vida. Y en la vida está todo.
COSAS DE LA VIDA
Pasión y bienestar. Yo hago siempre un paralelismo: el golf es como la vida. Uno está aprendiendo todos los días, y nunca deja de hacerlo. Yo creo que aquel que abraza su profesión o a lo que se dedique con pasión tiene el camino hecho, tiene el bienestar asegurado. Y ese bienestar no solamente por lo económico, que puede venir o no. Y digo independientemente de lo económico porque si uno hace las cosas con pasión ya está, va estar contento cuando apoye la cabeza en la almohada. Y eso no tiene nada que ver que con la plata te vaya bien, regular o mal. La pasión lleva a estar tranquilo con uno mismo, por el hecho de estar haciendo lo que gusta. Cuando uno tiene ese empuje por lo que hace siente que nada de lo que hace es un sacrificio.
La felicidad y el golf. En el deporte hay mayor o menor esfuerzo, sacrificio no. No se sacrifica nada, tal vez la que sacrifica sea la familia de uno. Según lo que uno haga, dependerá la mayor o menor cantidad de tiempo que destine a sus seres queridos. Si lo hace con pasión es todo alegría, felicidad. Desde hace muy poco tiempo estoy aprendiendo a aceptar y reconocer que he sido feliz, que soy feliz. A reconocer y aceptar que le puedo decir a una persona que la amo. Quizás con actitudes le podía decir a una persona que la quería, pero me costaba decir la palabra. Y lo digo porque a mí me costó mucho festejar un triunfo. Hacía todos los deberes para poder ganar, y cuando lo hacía no lo podía festejar. Sabía que podía hacerlo, pero siempre tenía alguien al lado que también estaba tratando de festejar; me parecía que era demasiado fuerte festejar adelante del vencido. Yo había ganado 83 torneos, hasta que festejé por primera vez. Fue en 1992, en el Abierto de Inglaterra, luego de hacer un par de 27 metros para ganar. Recuerdo que en el momento que eso sucedió, hice tres vueltas carnero, arriba del green. Tiré el palo al aire y me quedé en el suelo. Todos se quedaron mirándome. En verdad, no fue fácil el aprendizaje y reconocer lo que me pasaba. Estaba dentro mío y un día lo saqué de ahí.
DEFINICIONES CORTITAS Y AL PIE
- ¿Cómo definirías al "Pato" Gabrera?
- Para mí es el jugador que mejor le pega a la pelota en el presente.
- "Pigu" Romero...
- El mejor temperamento para jugar al golf. Porque dentro de él tiene una paz muy interior y con el juego es muy agresivo, algo ideal para mí.
- Tiger Woods...
- Es lo mejor que le pasó al golf mundial, sin ninguna duda.