21 Noviembre 2013
DOBLE FUNCIÓN. La Orquesta Juvenil se presentará con el Coro Universitario.
Si la curiosidad del oído no es suficiente para convencerse de la conveniencia de escuchar el Réquiem de Mozart, entonces debería bastar la increíble historia que se esconde detrás de esa obra, la última que salió de la genial capacidad del compositor austríaco. Escrito en 1791, Réquiem resurgirá hoy y mañana de la mano de la Orquesta Juvenil de la UNT, dirigida por Gustavo Guersman; del Coro Universitario, a cargo de Juan Pablo Cadierno; y de los solistas María Silvia Díaz, Claudia Manrique, Fabián Abad y Víctor Gutiérrez. El espectáculo se realiza en adhesión al Día de la Música.
La obra fue encargada a Mozart por un desconocido que se presentó en su casa y que rehusó identificarse. Prometió regresar por ella al mes, pero en ese tiempo el compositor fue llamado desde Praga. Cuando se estaba subiendo al carruaje que lo llevaría a esa ciudad, el desconocido se presentó otra vez, preguntando por su encargo. Más tarde se supo que era un enviado del conde Franz von Walsegg, músico aficionado cuya esposa había fallecido. El viudo deseaba que Mozart compusiese la misa de réquiem para los funerales de su mujer, pero quería hacer creer que la música era suya, y por eso permanecía en el anonimato.
Según la leyenda, Mozart -obsesionado con la idea de la muerte desde la de su padre y debilitado por la fatiga y la enfermedad- terminó por creer que este era un mensajero del destino y que el réquiem que iba a componer sería para su propio funeral. Finalmente, antes de fallecer (en diciembre de ese año) había conseguido terminar tres secciones con el coro y órgano completo. Del resto de la secuencia dejó las partes instrumentales, el coro, voces solistas y el cifrado del bajo y órgano incompletos, además de anotaciones para su discípulo Franz Xaver Süssmayr.
DOS FUNCIONES
• Hoy, a las 22, y mañana, a las 22, en el teatro Alberdi (Jujuy 92).
La obra fue encargada a Mozart por un desconocido que se presentó en su casa y que rehusó identificarse. Prometió regresar por ella al mes, pero en ese tiempo el compositor fue llamado desde Praga. Cuando se estaba subiendo al carruaje que lo llevaría a esa ciudad, el desconocido se presentó otra vez, preguntando por su encargo. Más tarde se supo que era un enviado del conde Franz von Walsegg, músico aficionado cuya esposa había fallecido. El viudo deseaba que Mozart compusiese la misa de réquiem para los funerales de su mujer, pero quería hacer creer que la música era suya, y por eso permanecía en el anonimato.
Según la leyenda, Mozart -obsesionado con la idea de la muerte desde la de su padre y debilitado por la fatiga y la enfermedad- terminó por creer que este era un mensajero del destino y que el réquiem que iba a componer sería para su propio funeral. Finalmente, antes de fallecer (en diciembre de ese año) había conseguido terminar tres secciones con el coro y órgano completo. Del resto de la secuencia dejó las partes instrumentales, el coro, voces solistas y el cifrado del bajo y órgano incompletos, además de anotaciones para su discípulo Franz Xaver Süssmayr.
DOS FUNCIONES
• Hoy, a las 22, y mañana, a las 22, en el teatro Alberdi (Jujuy 92).
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