Por Miguel Ángel Rouco
17 Noviembre 2013
BUENOS AIRES.- Mientras la línea "dura" del kirchnerismo analiza un ajuste en las tarifas de los servicios públicos para disminuir los aportes del Tesoro, la línea "flex" continúa haciendo lobby y gestiones para conseguir apoyo de los organismos financieros internacionales y lograr terminar con el default y la deuda con el Club de París. Ambas operaciones implican en sí mismas dos políticas económicas bien diferenciadas. Los dos están trabajando a espaldas de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
El núcleo duro del kirchnerismo busca consolidar el modelo con más modelo. Esto es profundizar las políticas de controles sobre precios, empresas y movimientos de divisas, con el objetivo de no liquidar más reservas. La línea "flex" apunta a que se pueda normalizar la relación con los acreedores y el establishment mundial con el objetivo de reforzar el sistema de reservas mediante la vuelta a los mercados financieros, para aprovechar el bajo costo del capital.
Si bien las dos vertientes buscan frenar el drenaje de divisas, son los costos de una u otra opción los que dividen las aguas en la gestión Kirchner. Los "duros", liderados por el viceministro Axel Kicillof, Guillermo Moreno, Julio De Vido y los muchachos de La Cámpora creen que, cortando los subsidios en las tarifas de los servicios públicos -a excepción de los jubilados, pensionados y beneficiarios de planes sociales-, se puedan reducir las compras de energía mediante las transferencias del Tesoro, se baje la emisión para financiar el déficit y bajar la presión sobre el dólar.
Así, para este grupo, se logrará un sinceramiento de las variables, sin necesidad de tener que levantar ninguna de las medidas que les permite controlar de cerca a los grupos económicos, entre ellas el cepo y los precios, y un pase de facturas a la clase media que votó en contra el pasado 27 de octubre.
Los "flex", liderados por el vicepresidente Amado Boudou, el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, y el secretario de Financiamiento, Adrián Cosentino, apuntan a terminar con el fantasma del default, alcanzar un eventual acuerdo con el FMI por el nuevo índice de precios y hasta llevar adelante una revisión del artículo IV, sin publicar los resultados, con tal que ello le permita acceder a préstamos de organismos financieros internacionales, un arreglo en cuotas con el Club de París y volver a colocar deuda en el mundo.
Para este grupo, el costo sería mínimo comparado con los beneficios y el aumento inmediato de las reservas y del control del mercado cambiario, al tiempo que la llegada de nuevos capitales dinamizaría la actividad económica. En el medio de estos grupos, sin una posición definida, se encuentran la presidenta del Banco Central, Mercedes Marco del Pont, y el jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray, quien ya dio muestras de querer enfrascarse sólo en la fiscalización tributaria. A su vuelta a la Casa Rosada, la Presidenta deberá definir por cuál modelo se inclina, aunque no será una tarea sencilla, debido a los costos de una u otra elección. Mientras tanto, el empresariado local busca un reacomodamiento de posiciones frente al nuevo escenario político que se avecina después del 10 de diciembre.
El turbulento almuerzo en el Palacio Duhau dejó heridas entre los hombres de negocios y sólo puso al descubierto el desgaste que sufrieron las entidades empresarias a lo largo de la década kirchnerista.
El convite puso sobre la mesa viejas diferencias aunque al final surgió el convencimiento que, por delante, existen más y nuevas coincidencias. No los une el amor sino el espanto del final del ciclo kirchnerista, al que le restan toda posibilidad de continuidad.
Sin embargo, hubo coincidencias en que si el movimiento empresario no se muestra unido y firme detrás de reclamos comunes, la convivencia hasta 2015 puede llegar a ser tortuosa. Hay algunas señales de aunar criterios y todos los sectores creen superadas las diferencias planteadas por la Cámara Argentina de Comercio y que en la próxima reunión estará sentada a la mesa.
De todas formas, todo dependerá de la próxima movida del gobierno y del modelo que elija. Toda opción tiene su costo. Con una u otra opción, habrá vencedores y vencidos.
El núcleo duro del kirchnerismo busca consolidar el modelo con más modelo. Esto es profundizar las políticas de controles sobre precios, empresas y movimientos de divisas, con el objetivo de no liquidar más reservas. La línea "flex" apunta a que se pueda normalizar la relación con los acreedores y el establishment mundial con el objetivo de reforzar el sistema de reservas mediante la vuelta a los mercados financieros, para aprovechar el bajo costo del capital.
Si bien las dos vertientes buscan frenar el drenaje de divisas, son los costos de una u otra opción los que dividen las aguas en la gestión Kirchner. Los "duros", liderados por el viceministro Axel Kicillof, Guillermo Moreno, Julio De Vido y los muchachos de La Cámpora creen que, cortando los subsidios en las tarifas de los servicios públicos -a excepción de los jubilados, pensionados y beneficiarios de planes sociales-, se puedan reducir las compras de energía mediante las transferencias del Tesoro, se baje la emisión para financiar el déficit y bajar la presión sobre el dólar.
Así, para este grupo, se logrará un sinceramiento de las variables, sin necesidad de tener que levantar ninguna de las medidas que les permite controlar de cerca a los grupos económicos, entre ellas el cepo y los precios, y un pase de facturas a la clase media que votó en contra el pasado 27 de octubre.
Los "flex", liderados por el vicepresidente Amado Boudou, el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, y el secretario de Financiamiento, Adrián Cosentino, apuntan a terminar con el fantasma del default, alcanzar un eventual acuerdo con el FMI por el nuevo índice de precios y hasta llevar adelante una revisión del artículo IV, sin publicar los resultados, con tal que ello le permita acceder a préstamos de organismos financieros internacionales, un arreglo en cuotas con el Club de París y volver a colocar deuda en el mundo.
Para este grupo, el costo sería mínimo comparado con los beneficios y el aumento inmediato de las reservas y del control del mercado cambiario, al tiempo que la llegada de nuevos capitales dinamizaría la actividad económica. En el medio de estos grupos, sin una posición definida, se encuentran la presidenta del Banco Central, Mercedes Marco del Pont, y el jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray, quien ya dio muestras de querer enfrascarse sólo en la fiscalización tributaria. A su vuelta a la Casa Rosada, la Presidenta deberá definir por cuál modelo se inclina, aunque no será una tarea sencilla, debido a los costos de una u otra elección. Mientras tanto, el empresariado local busca un reacomodamiento de posiciones frente al nuevo escenario político que se avecina después del 10 de diciembre.
El turbulento almuerzo en el Palacio Duhau dejó heridas entre los hombres de negocios y sólo puso al descubierto el desgaste que sufrieron las entidades empresarias a lo largo de la década kirchnerista.
El convite puso sobre la mesa viejas diferencias aunque al final surgió el convencimiento que, por delante, existen más y nuevas coincidencias. No los une el amor sino el espanto del final del ciclo kirchnerista, al que le restan toda posibilidad de continuidad.
Sin embargo, hubo coincidencias en que si el movimiento empresario no se muestra unido y firme detrás de reclamos comunes, la convivencia hasta 2015 puede llegar a ser tortuosa. Hay algunas señales de aunar criterios y todos los sectores creen superadas las diferencias planteadas por la Cámara Argentina de Comercio y que en la próxima reunión estará sentada a la mesa.
De todas formas, todo dependerá de la próxima movida del gobierno y del modelo que elija. Toda opción tiene su costo. Con una u otra opción, habrá vencedores y vencidos.