15 Noviembre 2013
ANTES DE SUBIR AL ESCENARIO. Los músicos Diego Molina, Diego Sosa (Taa Huayras), Pablo Rojas (La Zapada) y Nazareno Lechesi (La Baguala). LA GACETA / FOTO DE ANALIA JARAMILLO
Cuenta Diego Molina, integrante de Taa Huayras, que le propuso al Ente de Cultura la inclusión de Confluencias en la cartelera del Septiembre Musical. Gratis para todos los tucumanos, en la plaza Independencia. El costo, contando escenario, sonido, luces, la grilla de artistas y la grabación de un disco, alcanzaba los $ 30.000. Le dijeron que no. Fue cuestión entonces de insistir en el modelo de autogestión y mantener la peña-festival en Estudiantes. La cita de esta noche.
Pablo Rojas, de La Zapada, apunta que fueron los únicos representantes argentinos invitados a un encuentro organizado en Arequipa (Perú). "Lo único que le pedimos al Ente fue el apoyo para hacer una conferencia de prensa -explica-. Nos dieron la espalda. Nos preguntábamos: '¿qué estaremos haciendo mal?' Sólo queríamos difundir lo nuestro. Al final nos distinguieron como la revelación del festival".
"Esto no es exclusivo de esta gestión. La falta de fomento y de respaldo a los artistas locales viene desde mucho antes", indica Nazareno Lechesi, de La Baguala. El reclamo de este grupo de folcloristas no es nuevo. Esta noche compartirán el escenario con varios colegas, con los que comparten puntos de vista y necesidades.
"Les doy un ejemplo de política cultural -comenta Rojas-. Nos tocó actuar en un festival junto con los salteños de Guitarreros. En la puerta veo estacionada una combi, toda ploteada. ¿Cómo hicieron?, les pregunté. El Gobierno de Salta les proporcionó la combi porque notó que se trata de un grupo pujante, y les va descontando el costo en cuotas".
A lo que quiere llegar Molina es al hecho de que los músicos se ven obligados a convertirse en productores, publicistas, diseñadores gráficos... A hacerse cargo de todas las tareas relacionados con la organización de un recital. La logística, tan desgastante, pasa por manos que deberían estar ocupadas en las guitarras y los bombos.
¿Hay buen nivel artístico, hay talento? ¿Por qué los festivales están inundados de figuras foráneas? ¿Tienen grupos como Taa Huayras, La Zapada o La Baguala un sonido profesional?
"Por supuesto", responden. La cuestión es que el público está acostumbrado a consumir la música del Chaqueño Palavecino, de Los Nocheros, de la familia Carabajal, entonces son números fijos en las carteleras. "Pero si vas a Santiago el 95% de los artistas son locales", subraya Rojas.
Molina pide equilibrio a la hora de armar una grilla. "Todo bien con el Chaqueño como figura central, por ejemplo. ¿Pero por qué no disponer que el resto de los folcloristas sean tucumanos? -sugiere-. Así el público los va conociendo y aceptando".
En la última Fiesta de la Empanada a Taa Huayras le ofrecieron $500 de cachet. "El alquiler del transporte salía $600 -remarca Molina-. Tuvimos que rechazar la invitación". "Se manosea y se falta el respeto a los artistas locales -añade Rojas-. No sirve salir a las siete de la tarde a cantar dos temas. Me acuerdo de haber visto a Leandro Robín en esa situación, actuando a las apuradas adelante de un telón porque atrás preparaban todo para otro grupo". La excepción se produce en Simoca, una convocatoria multitudinaria reservada para el folclore tucumano. Pero es eso, una excepción.
Ahora bien, ¿por dónde pasa la autocrítica? "Se está generando una nueva movida -advierte Lechesi-. Hace 10 años nos faltaba identidad, éramos los culpables. Ahora se ve otra actitud, una defensa de nuestros poetas, de nuestra música. Si vas a Cosquín te sorprendés: hay un minitucumán. Eso va acompañado por la organización de peñas, de espacios propios como Confluencias".
¿Qué falta? Un referente nacional que traccione al resto, como pasa con Sergio Galleguillo en La Rioja o Los Tekis en Jujuy. Esa es la apuesta.
"Esto no es exclusivo de esta gestión. La falta de fomento y de respaldo a los artistas locales viene desde mucho antes", indica Nazareno Lechesi, de La Baguala. El reclamo de este grupo de folcloristas no es nuevo. Esta noche compartirán el escenario con varios colegas, con los que comparten puntos de vista y necesidades.
"Les doy un ejemplo de política cultural -comenta Rojas-. Nos tocó actuar en un festival junto con los salteños de Guitarreros. En la puerta veo estacionada una combi, toda ploteada. ¿Cómo hicieron?, les pregunté. El Gobierno de Salta les proporcionó la combi porque notó que se trata de un grupo pujante, y les va descontando el costo en cuotas".
A lo que quiere llegar Molina es al hecho de que los músicos se ven obligados a convertirse en productores, publicistas, diseñadores gráficos... A hacerse cargo de todas las tareas relacionados con la organización de un recital. La logística, tan desgastante, pasa por manos que deberían estar ocupadas en las guitarras y los bombos.
¿Hay buen nivel artístico, hay talento? ¿Por qué los festivales están inundados de figuras foráneas? ¿Tienen grupos como Taa Huayras, La Zapada o La Baguala un sonido profesional?
"Por supuesto", responden. La cuestión es que el público está acostumbrado a consumir la música del Chaqueño Palavecino, de Los Nocheros, de la familia Carabajal, entonces son números fijos en las carteleras. "Pero si vas a Santiago el 95% de los artistas son locales", subraya Rojas.
Molina pide equilibrio a la hora de armar una grilla. "Todo bien con el Chaqueño como figura central, por ejemplo. ¿Pero por qué no disponer que el resto de los folcloristas sean tucumanos? -sugiere-. Así el público los va conociendo y aceptando".
En la última Fiesta de la Empanada a Taa Huayras le ofrecieron $500 de cachet. "El alquiler del transporte salía $600 -remarca Molina-. Tuvimos que rechazar la invitación". "Se manosea y se falta el respeto a los artistas locales -añade Rojas-. No sirve salir a las siete de la tarde a cantar dos temas. Me acuerdo de haber visto a Leandro Robín en esa situación, actuando a las apuradas adelante de un telón porque atrás preparaban todo para otro grupo". La excepción se produce en Simoca, una convocatoria multitudinaria reservada para el folclore tucumano. Pero es eso, una excepción.
Ahora bien, ¿por dónde pasa la autocrítica? "Se está generando una nueva movida -advierte Lechesi-. Hace 10 años nos faltaba identidad, éramos los culpables. Ahora se ve otra actitud, una defensa de nuestros poetas, de nuestra música. Si vas a Cosquín te sorprendés: hay un minitucumán. Eso va acompañado por la organización de peñas, de espacios propios como Confluencias".
¿Qué falta? Un referente nacional que traccione al resto, como pasa con Sergio Galleguillo en La Rioja o Los Tekis en Jujuy. Esa es la apuesta.
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