15 Noviembre 2013
VISITA. Muñoz Salas, en Tucumán. LA GACETA / FOTO DE INéS QUINTEROS ORIO
La comparación choca. Pero es efectiva. Si Bill Gates hubiera estado escolarizado en nuestro país de seguro no conoceríamos Windows. Gates es disléxico. Por suerte, en su país, EE.UU., el sistema escolar detecta y cuida de manera precoz al 15% de personas que, de forma leve o severa, padecen este trastorno. En Argentina la situación es muy distinta: los docentes no reciben formación específica para aprender a guiarse frente a un alumno que no consigue plasmar en nuestro alfabeto las ideas que bullen en su cabeza.
La dislexia está considerada la primera causa de fracaso escolar, y es la principal alteración de las llamadas 'Dificultades Específicas del Aprendizaje' (DEAS), un grupo de situaciones que afectan al 15 % de los niños.
Es un trastorno neurobiológico de origen genético, en el se encuentra alterada la migración neuronal. Ello hace que el niño no tenga la capacidad para decodificar el sonido de las letras, lo que afecta su desempeño en la lectura y la escritura. Sin embargo, son niños muy inteligentes y creativos y si encuentran un marco de enseñanza acorde a sus posibilidades, pueden alcanzar un desarrollo intelectual similar al de los restantes chicos, resalta el español Iñaki Muñoz Salas, presidente de Disfam (Asociación Dislexia y Familia).
El joven, que padeció trastorno de aprendizaje y vivió en el seno de su familia el drama de la dislexia, llegó a la provincia en el marco del Día Nacional de la Dislexia, que se conmemoró la semana pasada. El experto dio diversas charlas dirigidas a padres, estudiantes y docentes. Y participó de una sesión legislativa, en la cual la delegación tucumana de Disfam presentó un proyecto de ley para que los médicos y las escuelas puedan detectar a tiempo la dislexia, tratarla y adecuar las clases a ellos.
"El principal problema es que al no tratarse de una enfermedad ni de una discapacidad las obras sociales no reconocen su tratamiento", reniega Mariana Podestá, titular de Disfam en Tucumán. Ella descubrió que toda su vida había sido disléxica cuando le diagnosticaron el trastorno a sus dos hijas. Lo mismo le pasó al padre de Muñoz Salas. "En las escuelas consideraban que era un tonto y un vago. Pero no era así. Sufrió mucho", contó el especialista, que aún sufre padece déficit de atención con hiperactividad (TDAH).
"Trabajo para que ese 15% que nace y muere con dislexia pueda tener éxito escolar. Una dislexia no tratada a tiempo es un fracaso de vida. La mayoría de los disléxicos se esfuerzan muchísimo y los resultados no se notan. Se los cataloga como tontos o vagos. Muchas veces sufren bulliyng. Acaban destrozados", resalta.
"El gran problema es que el sistema educativo no está preparado para detectar ni para adaptarse a las necesidades de aprendizaje de los chicos con dislexia, y debemos tener en cuenta que en promedio hay entre uno y dos chicos por aula con esta alteración. Y que cuatro de cada seis fracasos escolares son por dislexia", advierte Muñoz Salas. Y añade que si bien las personas con dislexia convivirán con este trastorno durante toda su vida, un aprendizaje adaptado a sus aptitudes no les debería restar ninguna de sus potencialidades. "Y más allá del tratamiento psicopedagógico -que reeduca al chico en la lectura y la escritura-, los docentes pueden hacer mucho para que sus alumnos disléxicos no vivan la escuela como una tortura", concluye.
La dislexia está considerada la primera causa de fracaso escolar, y es la principal alteración de las llamadas 'Dificultades Específicas del Aprendizaje' (DEAS), un grupo de situaciones que afectan al 15 % de los niños.
Es un trastorno neurobiológico de origen genético, en el se encuentra alterada la migración neuronal. Ello hace que el niño no tenga la capacidad para decodificar el sonido de las letras, lo que afecta su desempeño en la lectura y la escritura. Sin embargo, son niños muy inteligentes y creativos y si encuentran un marco de enseñanza acorde a sus posibilidades, pueden alcanzar un desarrollo intelectual similar al de los restantes chicos, resalta el español Iñaki Muñoz Salas, presidente de Disfam (Asociación Dislexia y Familia).
El joven, que padeció trastorno de aprendizaje y vivió en el seno de su familia el drama de la dislexia, llegó a la provincia en el marco del Día Nacional de la Dislexia, que se conmemoró la semana pasada. El experto dio diversas charlas dirigidas a padres, estudiantes y docentes. Y participó de una sesión legislativa, en la cual la delegación tucumana de Disfam presentó un proyecto de ley para que los médicos y las escuelas puedan detectar a tiempo la dislexia, tratarla y adecuar las clases a ellos.
"El principal problema es que al no tratarse de una enfermedad ni de una discapacidad las obras sociales no reconocen su tratamiento", reniega Mariana Podestá, titular de Disfam en Tucumán. Ella descubrió que toda su vida había sido disléxica cuando le diagnosticaron el trastorno a sus dos hijas. Lo mismo le pasó al padre de Muñoz Salas. "En las escuelas consideraban que era un tonto y un vago. Pero no era así. Sufrió mucho", contó el especialista, que aún sufre padece déficit de atención con hiperactividad (TDAH).
"Trabajo para que ese 15% que nace y muere con dislexia pueda tener éxito escolar. Una dislexia no tratada a tiempo es un fracaso de vida. La mayoría de los disléxicos se esfuerzan muchísimo y los resultados no se notan. Se los cataloga como tontos o vagos. Muchas veces sufren bulliyng. Acaban destrozados", resalta.
"El gran problema es que el sistema educativo no está preparado para detectar ni para adaptarse a las necesidades de aprendizaje de los chicos con dislexia, y debemos tener en cuenta que en promedio hay entre uno y dos chicos por aula con esta alteración. Y que cuatro de cada seis fracasos escolares son por dislexia", advierte Muñoz Salas. Y añade que si bien las personas con dislexia convivirán con este trastorno durante toda su vida, un aprendizaje adaptado a sus aptitudes no les debería restar ninguna de sus potencialidades. "Y más allá del tratamiento psicopedagógico -que reeduca al chico en la lectura y la escritura-, los docentes pueden hacer mucho para que sus alumnos disléxicos no vivan la escuela como una tortura", concluye.
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